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La responsabilidad histórica del Comité Federal

sábado 06 de agosto de 2016, 10:50h

La acumulación de voces dentro del PSOE, entre las que se cuentan Felipe González y Alfonso Guerra, que piden una revisión de la posición inmovilista en el NO de Pedro Sánchez y su Ejecutiva, ha provocado que un reconocido apparatchik, Antonio Hernando, haya tenido que salir al foro para asegurar la posición numantina del PSOE. Su mensaje ha sido claro: nadie moverá al PSOE de su negación.

Pero la lectura entre líneas es dramática. Ahora toda la responsabilidad del bloqueo queda sobre las espaldas del Comité Federal del PSOE. No por casualidad, la aparición de Hernando se produce cuando uno de los mentores de Sánchez, Rodríguez Zapatero, también pide la revisión del posicionamiento sobre la investidura del Gobierno. Claro, no se posiciona claramente, pidiendo la abstención, como lo hacen otros, pero el simple hecho de que solicite una discusión interna al respecto le sitúa entre los partidarios de repensarse el NO y eso es más de lo que están dispuestos a aceptar en Ferraz. Por eso ha recibido una respuesta inmediata, que señala con claridad que Sánchez no va a convocar al Comité Federal, que según sus propias palabras es el órgano que tendría la última palabra.

En efecto, de acuerdo con los estatutos del PSOE el Comité Federal es el órgano máximo del partido entre Congreso y Congreso. Claro, para que emita una resolución tiene que ser convocado y Hernando ha dejado muy claro que la Ejecutiva actual no tiene ninguna intención de hacerlo para abrir la discusión sobre la investidura. Eso deja las cosas en manos del propio Comité Federal, que podría ser convocado si lo solicitara un tercio de sus miembros.

Algunos observadores creen que el Comité Federal es un órgano ineficaz, pero yo creo que equivocan el problema. No se trata de una cuestión de eficacia sino de un asunto de entidad propiamente política. Es cierto que hay mucha gente en el Comité Federal que no está de acuerdo con el inmovilismo de Sánchez, pero todavía no hay suficientes representantes que estén dispuestos a enfrentarse directamente al Secretario General. La causa refiere a que no quieren producir una crisis interna; esa es su máxima preocupación. Pero la situación hace meses que ha superado esa perspectiva: ya no se trata de una crisis partidaria sino de una crisis nacional. El orden de los factores es el inverso: hay que evitar una crisis institucional y de sistema político incluso si ello pasa por una crisis partidaria.

Tal y como están las cosas, la responsabilidad del Comité Federal no es ya de naturaleza interna, sino que es nacional e histórica. Si Pedro Sánchez y su Ejecutiva contribuyen a la convocatoria de unas terceras elecciones, no serán los únicos responsables de profundizar la crisis del país y, de paso, enterrar el espíritu socialdemócrata en España, sino que la responsabilidad afecta directamente al Comité Federal. Incluso si tuviera lugar el juego de pasarse la patata caliente entre la Ejecutiva y el Comité Federal, éste último no podría descargarse de la responsabilidad máxima. Dicho en concreto, los barones críticos de Sánchez en el Comité Federal -gente como Susana Díaz- no podrán excusarse a toro pasado. Compartirán la responsabilidad colectiva del desastre.

Parece muy constructiva la propuesta de Zapatero de inducir una discusión interna sobre la investidura de Gobierno. Pero sigo convencido de que ese es un plano estratégico necesario pero no suficiente. El problema de fondo en el PSOE es que no tiene claro qué significa ser de izquierdas en el siglo XXI. Admito que mucha gente piensa que las cuestiones conceptuales (ideológicas) no son importantes. Creo que es un error. Porque mientras la mitad de la militancia socialista siga teniendo Podemos como referencia y se mantenga en el concurso de ver quién es más de izquierdas, eso conducirá al PSOE hacia la radicalidad y el aventurerismo. Es público y notorio que ese es un mar en que parece que navega cómodo Pedro Sánchez y su entorno. Le toca al máximo órgano de dirección reorientar el buque o asumir las consecuencias. Lástima que la suerte del país esté por medio.

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