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González-Aznar, juntos pero no revueltos

jueves 25 de agosto de 2016, 15:47h
El mar, el ejercicio físico, el dolce far niente dicen que obra el milagro de aplacar a quienes parece que estén enfadados con el mundo mundial, por ejemplo, a José María Aznar. Ver al ex presidente del Gobierno del PP plácidamente tumbado en la camilla del Centro de Estética Moa, en Guadalmina Baja, en Marbella, mientras una experta le da masajes en los pies, es una imagen digna de ver. Una imagen que se repite cada verano pero que en este caluroso mes de agosto llama más la atención, si tenemos en cuenta la que está cayendo en Madrid.

Otro tanto ocurre con Felipe González para quien la Costa del Sol se ha convertido en uno de sus destinos favoritos desde que su actual mujer Mar García Vaquero, le enseñó las excelencias de este pedacito de cielo, donde puede moverse tranquilamente sin que le pidan un selfie cuando se cruzan con él en un restaurante o paseando por los alrededores de la casa donde vive. Una mansión propiedad de su cuñado Pedro Trapote, desde la que se puede tocar el mar con solo extender la mano.

Así las cosas, mucha gente se pregunta qué hubiera pasado si la gobernabilidad de España dependiera de un pacto entre Aznar y González. La respuesta es que hace tiempo que tendríamos gobierno, incluso que pese a sus diferencias abismales que tienen en la mayoría de los temas a negociar, ambos habrían echado mano de su sentido de Estado para asegurar la estabilidad económica y política de nuestro país y del pragmatismo que da la experiencia.

Para los escépticos solo remitirles a las hemerotecas, a las declaraciones de uno y otro en contra del bloqueo al que nos ha llevado el miedo escénico de Rajoy a perder la investidura y el enrocamiento de Sánchez. El uno porque se niega a admitir que pese a ser el partido más votado ha perdido los tres millones de votos que necesita para gobernar a su antojo, con mayoría absoluta, tal y como hizo en la pasada legislatura, en la que rompieron todos los puentes con el resto de las formaciones políticas a las que ningunearon y con las que se negaron a pactar aquellos temas que más afectan a los ciudadanos, las más sensibles como son la Reforma Laboral, la de Educación, la Fiscal, la del aborto, o la de seguridad ciudadana.

No solo eso, Rajoy, borracho de éxito y del poder que le daba su mayoría absoluta no dudó en desprestigiar a Zapatero y por supuesto a Sánchez, convencido como estaba de que no los necesitaba para nada. Una política de tierra quemada de la que ahora se estarán arrepintiendo, él y algunos de sus asesores más mediáticos que son los que marcan la política a seguir en Génova.

Sobre la postura de Sánchez se podría escribir una tesis, ya que cualquier movimiento que haga va a tener un coste personal enorme para él y ya lo está teniendo tanto fuera como dentro de su partido... No solo porque las presiones desde los medios afines al gobierno, tanto mediáticos como económicos, son difíciles de soportar, sin poner en juego el futuro del Partido Socialista. También porque la guerra dentro del partido debilita aún más si cabe su liderazgo. Su política de fulminar a todos aquellos que podían poner en riesgo su carrera a la Moncloa, muchos de los cuales fueron sus valedores cuando apenas era un aspirante a la Secretaría General y hoy son enemigos declarados, pueden empañar su carrera a la presidencia del Gobierno.

Con estas mimbres es difícil que estos dos personajes lleguen a ningún acuerdo, aunque solo sea un acuerdo por horas, las que necesita Rajoy para ser investido presidente del gobierno.
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