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Daños colaterales

martes 30 de agosto de 2016, 14:04h

Es sabido que todo esfuerzo inútil abre las puertas a la melancolía. En ella parece estar ya instalado Mariano Rajoy dando por hecho que su discurso de investidura no conseguirá cambiar la decisión del PSOE de votar en contra de su candidatura a la presidencia del Gobierno. Tras la adhesión de Ciudadanos -¡qué lejos quedan los tiempos en los que Albert Rivera se presentaba como látigo de corruptos señalando al PP!-, y tras haber activado a fondo la maquinaria propagandística para señalar a Pedro Sánchez como único responsable de la eventual repetición de las elecciones, en el fondo, ha acabado por asumir que no hay otra salida que preparar al partido para afrontar el reto de las urnas en diciembre .De hecho todas sus intervenciones de los días previos al debate desprendían ya el aroma del mitin preelectoral. En ese escenario, el pacto PP-Ciudadanos se quedaría en papel mojado dejando a los votantes de Rivera en el más puro desconcierto ante una hipotética repetición de los comicios.

¿Con qué discurso se presentaría Ciudadanos? ¿Con el que explicaba su acuerdo de enero con Pedro Sánchez o con el que ahora justifica su apoyo a Mariano Rajoy? En semejante trance y conocida la sociología de los seguidores de C,s no es descabellado pensar que muchos de ellos optarían por votar al Partido Popular. Rivera podría haber hipotecado su futuro político y el de su partido, a cambio de nada. Nadie duda de su buena fe, pero en política la ingenuidad se paga. Y el precio -si como todo parece indicar Rajoy no consigue ser investido- es conducir a Ciudadanos a la irrelevancia. Sorprende que Rivera no haya calculado el potencial de daños políticos colaterales que aparejaba su acuerdo con el Partido Popular a la vista del más que probable fracaso de la investidura de Mariano Rajoy. A día de hoy, sólo el más que improbable triunfo del candidato popular cambiaría el diagnóstico.

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