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Rajoy, la Panacea Universal

lunes 19 de septiembre de 2016, 08:00h

Mariano Rajoy no es Artur Mas, pero tampoco Iglesias es Baños ni Ciudadanos la CUP ni Pedro Sánchez Oriol Junqueras ni Madrid Barcelona.

En el esperpento político en que nos encontramos, causado por la funesta inacción de todos los líderes en comandita, la sustitución del líder del PP se presenta ahora como “la” idea salvadora, un postulado tan viejo ya el primer día, allá por diciembre 2015 y tan conocido que ni falta hace hoy una descripción, así que a buenas horas mangas verdes.

Las segundas elecciones eran innecesarias y, por más que pareciera que el Parlamento ha cambiado, en realidad estamos en las mismas.

Susana Díaz afirma que este país no se puede gobernar con 85 diputados y Rodríguez Ibarra que se va del partido si Sánchez pacta con Podemos y los independentistas.

Margarita Robles dice que pongan otro candidato y Rafael Hernando, ese hacha de la oratoria hispana, dice que por qué va a irse Rajoy si ha ganado las elecciones y encima ha crecido en votos, envido y envido más, y Albert Rivera demuestra públicamente que Rajoy no tiene autoridad de ningún tipo, moral incluida. Tela país.

Llevamos tantos siglos acostumbrados a la medianía de gobernantes y a nuestra propia dejadez política que no vemos lo obvio: nos están perjudicando por maldad y también por ignorancia. En Dinamarca –sí, otra vez Dinamarca, un país con un sistema político muy parecido al nuestro, por paradójico que suene- es perfectamente posible que un partido minoritario, tenga los escaños que tenga, forme gobierno y la idea, por rara que parezca es, en realidad, muy simple: gobierna el que es capaz de aglutinar el número suficiente de escaños que le apoye. Aquí es lo mismo, por más que a Susana Díaz le parezca extraño. Vamos, que hasta Rita Barberá podría ser presidenta si se dieran los acuerdos pertinentes en el Parlamento. O tú, lector. O Rajoy porque todas las opciones son equivalentes.

Para ello es necesario ponerse de acuerdo entre diferentes y los acuerdos, otra obviedad, tienen el alcance temporal de la legislatura, cuatro años en nuestro caso. Difícilmente, por tanto, será que no se encuentren conciertos suficientes para un plan a cuatro años. Si no lo consiguen es porque no quieren.

Es decir, cualquier partido puede pactar sobre cualquier tema a cambio de cualquier cosa del ámbito parlamentario. Así, por ejemplo, un partido de ultraizquierda puede pactar en un momento dado con uno de derechas a cambio de ministerios, presupuestos y leyes que satisfagan los presupuestos de uno sin aniquilar los del otro: se puede sacar adelante, un decir, una ley que obligue al pago del IBI a la Iglesia incluso con un presidente que vaya a misa tres veces al día, como Martín I El humano.

Se podría pactar el ministerio de educación con todo su presupuesto para el partido Z a cambio de su apoyo en la investidura. O se podría ceder la fiscalía general del estado al partido X a cambio de su apoyo a un ejecutivo del partido Y. Se podría pactar una consulta para conocer qué opinan los catalanes sobre sí mismos y, si se quiere, que se extienda al resto de los españoles para que también digamos lo que opinamos. Saber y conocer qué piensa la ciudadanía es algo tan elemental como que si existen leyes que lo impiden tales leyes deberían modificarse.

Se puede pactar que se vaya Rajoy y se puede pactar que todos contra el PP y se puede pactar que todos contra los catalanes y se puede pactar que todos juntos, tralará tralará. Incluso se puede pactar una reforma constitucional.

Todos los pactos son posibles, todos son válidos y pacta sunt servanda, deben ser cumplidos en el plazo de cuatro años. A cambio, se obtiene el gobierno o un pedacito.

La negociación es uno de los actos más civilizados de que los humanos somos capaces. Implica conocer al otro, diseñar estrategias gana-gana que son las que hacen avanzar el país en la dirección que la mayoría marca; implica empatía y astucia y bonhomía y compromiso ciudadano.

Unas terceras elecciones significarán otro fracaso más de nuestros políticos, incapaces de manejar el sistema para el bien común. Si llegaran, será muy triste pensar en España.

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