www.diariocritico.com

Miguel del Arco, director y dramaturgo: "El panorama del teatro en España es desolador"

lunes 19 de septiembre de 2016, 08:06h
Miguel del Arco, director y dramaturgo: 'El panorama del teatro en España es desolador'
(Foto: David Ruano)

Miguel del Arco forma, junto a Aitor Tejada, Israel Elejalde y Jordi Buxó, el núcleo del equipo que ha reabierto el antiguo teatro Pavón (Embajadores, 9, en pleno Rastro madrileño) uniendo su nombre al de la compañía Kamikaze. Irónicamente se autodenominan los Kamikaze comanders, pero junto a ellos trabaja un grupo mucho más numeroso de hombres y mujeres de teatro dispuestos a sostener y, en lo posible, engrandecer la vitrina de éxitos de la compañía, probablemente la más nutrida de todas las españolas de los últimos años.

Actor, guionista, adaptador, dramaturgo y director, en la figura de Miguel del Arco confluye toda la filosofía sobre la que se ha construido Kamikaze Producciones, productora que fundó en 2002 junto a Aitor Tejada. Tras rodar tres cortometrajes con los que gana más de un centenar de premios en diferentes festivales cinematográficos, en 2009 Kamikaze estrena su primera producción teatral, ‘La función por hacer’, una adaptación libre sobre ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello, que se convierte en todo un acontecimiento y se alza, entre otros, con siete Premios MAX. En 2010, dirige a Nuria Espert en ‘La violación de Lucrecia’, de William Shakespeare. En 2011, Kamikaze coproduce ‘Veraneantes’, versión libre de la obra homónima de Gorki, con la que gana cinco Premios MAX. Incansable y prolífico, Miguel ha adaptado y dirigido ‘De ratones y hombres’, de John Steinbeck -Premio Valle Inclán 2013 y Premio Ercilla al Mejor Espectáculo-; ‘El Inspector’, de Gógol; ‘Misántropo’, a partir del original de Molière; y ‘Hamlet’, versión del clásico de Shakespeare. Es autor y director de ‘El proyecto Youkali’, ‘Juicio a una zorra’ y ‘Deseo’. Recientemente ha versionado y dirigido también la zarzuela ‘¡Cómo está Madriz!’, que levantó una cierta polémica entre los espectadores del Teatro de la Zarzuela de Madrid.

Varios de los éxitos cosechados en años anteriores por Kamikaze pasarán a integrar una programación de lujo en la nueva sala durante toda la temporada 2016/2017. El objetivo es muy claro: hacer que todo espectador que traspase las puertas del Pavón Kamikaze, repita y llegue a sentirse un kamikaze más.

J.M.V.- ¿Cómo puede explicarse el éxito continuado, durante más de 7 años ya, de ‘La función por hacer’?

M. del A.- Nosotros conseguimos llevar adelante el proyecto porque, desde el principio, nos lo tomamos con todo el optimismo del mundo. Había un lema, vamos a montar esto y si no pasa nada, nos vamos a tomar unas cañas. Entonces no éramos todavía un grupo de amigos, pero sí un grupo de profesionales que deciden montar una cosa con mucha alegría…

P.- ¿Pero un grupo de amigos utópico o irreflexivo?

R.- Cuando estrené ‘Veraneantes’, un crítico me llamó gazmoño porque dije que sin utopía es imposible el progreso. Yo tengo los pies en la tierra, pero si uno no se atreve a soñar, jamás avanzará. Porque nos atrevimos a soñar fundamos una compañía; porque nos hemos atrevido a soñar hemos podido convertirla en una compañía de repertorio con la que hemos salido también al extranjero, y porque nos hemos atrevido a soñar hemos cogido un teatro…

P.- En tu caso, ¿fue el actor o el director de escena quien generó al dramaturgo?

R.- El actor ha dado lugar al director de escena y al dramaturgo. Ha sido un accidente largo en mi vida y creo que ya pasado. No tengo ninguna añoranza por volver a interpretar, pero todo ha ido conformando al director. Y, si yo he escrito, es porque sé que voy a poner en escena lo que escribo… La escritura, el trabajo en soledad, es una disciplina que me produce desasosiego, aunque voy aprendiendo a disfrutarlo cada vez más. Pero también porque sé que el final de todo lo que escribo es el comienzo de un montaje y de nuevos ensayos, que es donde realmente soy feliz.

P.- Y como dramaturgo, ¿Cómo te sientes más cómodo: cuando escribes algo propio, o cuándo reescribes a algún clásico?

R.- He hecho más revisión y reescritura de los clásicos. Normalmente, con una fidelidad muy grande. Al mismo tiempo, pronto voy a estrenar ‘Las furias’’, un film con un guión mío y, más adelante, en mayo, estrenaré ‘Refugio’ en el Centro Dramático Nacional, que es también un texto mío… Estoy muy emocionado, muy excitado, pero no tengo miedo. Procuro siempre tirar para adelante.

P.- En un trabajo como este, de grupo, son inevitables las tensiones. Aún así, has dicho alguna vez que “en mis ensayos no grita ni Dios”. ¿Cómo lo consigues: proponiendo o imponiendo?

R.- No, el de la imposición sería un mal camino. Hay cosas que se caen por su propio peso. He creído siempre que todo lo que no suma en un equipo, acaba restando y, por tanto, sobra. En esos casos, intento neutralizarlo cuanto antes y, si es necesario, me lo cargo. En este sentido puedo ser muy enérgico. Yo formo parte de una familia numerosa en donde el equilibrio era un factor muy importante para la convivencia, y ese mismo factor trato de llevarlo al equipo de trabajo. Nosotros nos exponemos mucho ante el público, y de forma permanente, y muchas veces hay que tomar decisiones muy rápidas, y es a eso a lo que tenemos que dedicar toda nuestra energía… Hay una frase de una directora neoyorquina con la que coincidí en una estancia de trabajo allí, que me fascina. Decía que “los ensayos deben de ser, necesariamente, un espacio de seguridad para que las representaciones sean peligrosas”. Si ese espacio de seguridad no se produce porque el director no es capaz de activarlo -y, desde luego, no a puntapiés-, algo no va a ir bien. El momento del ensayo es en el que el actor puede jugar en libertad, probando todo lo que se le pase por la cabeza…

P.- Si, durante los ensayos, alguien aporta una razón de peso, en contra de tus planteamientos iniciales ¿te cuesta mucho cambiar ese criterio?

R.- En absoluto. De hecho, en los ensayos mezclo siempre a los equipos artístico y técnico junto a los actores. Unos y otros tienen mucho que aportar. Si al técnico que da al play en el sonido o en las luces se le ocurre una cuestión con la dramaturgia, eso va a misa si es mejor que la que yo he propuesto. Siempre he pensado que, para que las cosas salgan bien, hay que rodearse de gente muchísimo mejor que tú.

P.- ¿Y cómo se hace para que el actor pierda su egocentrismo, su obsesión por figurar siempre en cabecera de cartel?

R.- Creo que hay mucha literatura respecto al egocentrismo del actor. Pero es verdad que, si uno no tiene el ego suficiente para decirse que es capaz de hacer el corte preciso en un cuerpo y extirpar un tumor, nunca será un buen médico. Del mismo modo, un actor necesita saber que su trabajo es lo suficientemente bueno como para que un espectador pague, mire y se mantenga disfrutando durante una hora y media en la butaca. Ese ego es absolutamente necesario que exista El otro es, sencillamente, un ego estúpido.

P.- ¿Hasta dónde llegará el proyecto Kamikaze, por dónde andan ahora vuestras utopías?

R.- Vamos a ver si compramos un solar que hay aquí enfrente e iniciamos la etapa de franquicias… (Bromea y ríe abiertamente). No sé… Mantener la compañía es ya una guerra diaria, una lucha cuerpo a cuerpo con el espectador; hay que ganarse su confianza todos los días… Estoy trabajando ahora en el próximo montaje de ‘La noche de las tríbadas’ de Strindberg y, claro, te preguntas que si un genio como él pasó momentos de verdadera penuria a lo largo de su vida, o enganchaba con el público en una de sus obras y podía llegar a dar mil representaciones y se hacía rico… No hay una fórmula para dar con el éxito… Nosotros hemos sido muy afortunados durante siete años con ‘La función por hacer’ y aún así hemos subsistido a duras penas. Empezamos en diciembre de 2009 y nos hemos comido toda la crisis, pero hemos podido abrir las puertas del Pavón Kamikaze. La primera condición que nos hemos impuesto es la de ser eficaces desde el primer día. Como no seamos eficaces el primer mes, no podemos seguir adelante porque no tenemos ningún colchón económico de ninguna institución… A cambio, claro, tenemos la suerte de ser libres, de hacer lo que nos da la gana, porque nosotros nos lo guisamos y nosotros nos lo comemos porque no debemos favores a nadie. Por ahí van nuestros sueños: seguir creando en libertad, hacer lo que creamos, crecer, dar identidad a este proyecto, poder seguir sacando muchos dramaturgos adelante y espectáculos maravillosos que enganchen con el público, seguir investigando y seguir haciendo teatro.

P.- Probablemente la clave de todo esto esté en la fidelización. He visto que también ahí os estáis diferenciando: cada día todo, o gran parte del “kamikaze comander” da la bienvenida a los espectadores…

R.- Esta ha sido siempre nuestra línea y espero que seamos capaces de seguir manteniéndola muchos años. Yo jamás he dicho que no a un encuentro con el público. El encuentro tiene que ser permanente porque un espectador no sale igual del teatro cuando ha podido establecer un diálogo directo con el director o los actores. Eso es necesario para que el público siga viniendo al Pavón Kamikaze y sienta que esta es su casa. El teatro tiene que ser un punto de encuentro, de diálogo y tiene que extenderse más allá de la función, en el bar, en la puerta del teatro o en el camino de vuelta a casa. Esa es la forma de que el espectador se enrede en el teatro.

P.-¡Como está Madrid!’, tu primera incursión en la zarzuela, ha estado cargada de cierta polémica, abandono de algunos espectadores en plena función, incluida. ¿Eras consciente de que podrías suscitar reacciones como esas?

R.- Sí, sí, era muy consciente. El espectáculo puede gustarte o no, y el espectador es muy dueño de proclamar que no le ha gustado por esto, por esto y por esto. Pero que se diga que esto no es zarzuela, o que así no se hace la zarzuela, no… Si los maestros clásicos levantaran la cabeza y vieran las antiguallas que se están haciendo, ahí sí que se morirían. Un hombre como Chueca, que se jactaba de que los rateros de Madrid le habían robado la cartera y se la devolvieron después con todo lo que llevaba, salvo una foto suya porque era uno de sus dioses. Ellos estaban muy orgullosos de como los había retratado Chueca, un hombre que estaba al cabo de la calle y que, en su tiempo, hacía una crítica feroz de la sociedad madrileña, desde luego, mucho mayor de lo que haya podido hacer yo. Entonces, por ejemplo, había que ser muy atrevido para meterse con Sagasta y con Cánovas… Y respecto a mi propuesta, el hecho es que, 18 funciones después de mucha polémica y mucho griterío de cuatro señores y señoras muy cargados y muy fuera de tono, ha habido récord de asistencia. ¡Nunca antes un público tan joven había estado en La Zarzuela!

P.- Y ahora triple salto mortal: estreno de cine con ‘Las furias’. ¿Se adivinará también un sello kamikaze?

R.- La verdad es que ha sido una experiencia bastante salvaje. Fueron seis semanas para una película muy complicada, muy coral, con muchas localizaciones, con rodaje marino, con animales, con niños…, es decir, con todo lo que no se debe tener en una primera película, y todo eso lo tenía yo. Todo fue muy rápido y estuvimos muy angustiados y el rodaje fue casi más un ejercicio de resistencia física con jornadas interminables, que otra cosa. Hubo momentos en que me dije que ya había descubierto mis límites, y eso que soy un hombre de mucha energía… Pero nunca pensé en tirar la toalla.

P.- Has dirigido televisión, cortometrajes, teatro, y ahora un largometraje. ¿Te quedas con el momento efímero del teatro, o con el permanente del cine y la televisión?

R.- Todo tiene su aquél. En el cine hay una frustración, y es que lo que has sido capaz de rodar en el día es lo que te vas a llevar, y ya no habrá posibilidad de cambiarlo y, sin embargo, en el teatro, siempre puedes ir haciendo pequeñas modificaciones, día adía. En ‘La función por hacer’, por ejemplo, que lleva ya siete años girando por el mundo, y que hemos vuelto a estrenar aquí en el Pavón Kamikaze, he vuelto a ponerme nervioso y a cambiar cosas. Además de cambiar una frase aquí o allá, hay que adecuarse al espacio, y hay que cambiar movimientos de los actores… En cine, si no has sido capaz de hacer un plano por la razón que sea, ya no podrás incorporarlo nunca al resultado final del montaje porque la película no puede volver a rodarse.

P.- En el Pavón Kamikaze vais a potenciar los talleres de formación. ¿Qué piensas de esta vía de creación y de promoción de nuevos dramaturgos?

R.- Poco después del rodaje de ‘Las furias’ asistí en Grecia a un taller con diversos directores internacionales que teníamos un proyecto en marcha. Fui solito, con mi bloc debajo del brazo, tuve que presentarlo ante todos los asistentes, y luego se hicieron varios grupos, y a cada uno de ellos se le asignaba un coach. En mi caso fue una chica de la Columbia University con la que tuve una relación y un feeling tan instantáneo, que pudimos hacer una labor muy fructífera… Su papel es la de una especie de sparring que te ayuda a pensar. Ahora que aquí tenemos la posibilidad de hacer algo parecido, vamos a hacerlo. Haremos grupos de dramaturgos que quieran poner en común sus obras con otros dramaturgos, que todo el mundo las conozca y que todos tengan la posibilidad de analizarlas y comentarlas (a mí esto no me cuadra etc.) y así ayudar al autor a que recupere el sentido de lo que está haciendo. Ver las cosas desde fuera da siempre una visión más amplia, de conjunto, y al no tener la responsabilidad sobre ello, hace tener un juicio más certero sobre lo que lees o lo que ves, y eso ayuda mucho al autor.

P.- ¿Cuál es el momento, o los momentos, que vives con más ansiedad en todo el proceso de creación teatral?

R.- Hay varios. Uno en el que me tengo que armar de valor es en el paso de lo pequeño a lo grande, de la sala pequeña de ensayo al escenario del teatro, que suele coincidir con la llegada de la escenografía, con lo que todo lo que has visto sobre el papel, ya cobra otro nuevo sentido. Ves al actor redimensionado en otro sitio,… Ese momento, para mí, es como la caída del imperio: no veo nada bien, no me parece que vaya a funcionar. Intento educarme, pero el proceso es muy lento… Otro momento es la llegada del vestuario. Me aburre la ropa. En este campo tengo una inmensa contradicción porque, por un lado, me aburre, pero por otro, le doy una gran importancia al vestuario. No me conformo con cualquier cosa, y puedo llegar a marear bastante al figurinista… Y luego, esto se junta con que en este momento el actor se vuelve bastante obtuso, casi como un niño pequeño. Pero bueno, todos los momentos estos se pasan…

P.- ¿Dirigir a Nuria Espert en ‘La violación de Lucrecia’ es como tocar el cielo, o es haberlo ganado ya para siempre?

R.- Mi encuentro con Nuria Espert ha sido mi lotería. A otros les toca la de Navidad, y a mí me tocó Nuria. Y tanto desde el punto de vista personal como profesional. He tenido la fortuna de trabajar con Nuria y, además, de convertirme en su amigo. Tener la posibilidad de mandarle un texto, y que me responda entusiasmada con un mensaje animándome a seguir escribiendo, o que ambos estemos buscando proyectos para poder trabajar juntos otra vez, poder contarle que creía que me iba a quedar con el Pavón, es todo un privilegio… Nuria es una mujer llena de calma, de clarividencia, experiencia, ha estado en todas partes, en todas las posiciones dentro del teatro. Es una de las mujeres más sabias que conozco y eso, para mí, es una fortuna, es una lotería.

P.- ¿Cómo es el momento que vive el teatro en España?

R.- En precario, como siempre. Esto es permanente. Con una inseguridad terrorífica, de espaldas a las instituciones públicas porque la cultura nunca ha sido una prioridad para los gobiernos de este país. Ni el teatro, ni el cine, ni la danza, ni la lírica les ha interesado… La cultura que se ha practicado es la del escaparatismo, la del gasto en fastos, en megaproyectos que nos han costado millones y millones de euros y que no sirven para hacer teatro -ni siquiera como contenedores-, y que tampoco se pueden abrir porque no hay dinero ni para pagar la calefacción… El panorama, de verdad, es desolador porque no hay ninguna voluntad política de hacer ciudadanos cultos y libres…

P.- Pero en estas últimas cuatro décadas, en España ha gobernado la izquierda, el centro y la derecha. Esto confirma mi teoría de que un gobierno se parece mucho más a otro, independientemente de su ideología, que un partido de determinado signo en la oposición, a otro partido de ese mismo signo pero en el gobierno…

R.- Es cierto. Yo confiaba en que la llegada de Ahora Madrid podía cambiar las cosas de alguna manera. La etapa de Ana Botella fue tan devastadora que pensé que sería imposible que se pudiera llegar a hacerlo peor. El panorama, sin embargo, sigue siendo desolador. No sé si es el germen de la política o qué, pero es lamentable que gente que llegó hace ya casi dos años al Ayuntamiento aún lo esté haciendo mucho peor. Hablo de las instituciones teatrales, que es lo que yo conozco. Que todas ellas estén paralizadas, haciendo concursos completamente ridículos que no llevan a ningún sitio, devaluando los anteriores como para que no puedas creer en ningún caso que los suyos iban a ser mejores, o sin hacer ni una sola réplica a todo lo sucedido en el Teatro Español… Una de dos, o estamos dirigidos por idiotas, o les da exactamente lo mismo lo que suceda en el Ayuntamiento de Madrid. En cualquiera de los dos casos, elpanorama es desolador.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
1 comentarios