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Timo de una democracia bastardeada

miércoles 19 de octubre de 2016, 11:25h

Gran parte de los políticos tienen como objetivo llegar al poder por intereses y una vez en el poder, promover la reelección. Muchos de ellos no viven para la política sino de la política. Se deforma así la naturaleza de la política como búsqueda del bien común. Y lo que es peor, el político interesado se sitúa por encima del bien y del mal. Sólo hace el bien cuando es posible y el mal siempre que sea necesario, escribe el gran pensador y amigo Leonardo Boff.

En los momentos actuales que padece nuestro país es importante denunciar que se trata del ejercicio perverso del poder político. Y cita a Max Weber en su famoso texto de 1919 a los estudiantes de la Universidad de Munich, desanimados por las condiciones humillantes impuestas por las potencias que vencieron a Alemania en la primera guerra mundial, La política como vocación, ya había advertido: "Quien hace política busca el poder. Poder como medio al servicio de otros fines o el poder por sí mismo, para disfrutar del prestigio que el poder confiere".

Este último modo de poder político ha sido ejercido históricamente por gran parte de nuestras élites a fin de beneficiarse de él, olvidando al sujeto y destinatario de todo poder, que es el pueblo. Por eso afirma Boff que necesitamos rescatar el poder como expresión político-jurídica de la soberanía popular y como medio al servicio de objetivos sociales colectivos. Sólo este es moral y ético. Es imperativo, pues, contar con políticos que no hagan del poder un fin en sí y para su provecho, ligados a procesos de corrupción, tan largamente publicitados, sino una mediación necesaria para realizar el bien común, a partir de abajo, de los excluidos y marginalizados.

Y en esta hermosa y oportuna reflexión cita a dos políticos fundamentales y ejemplares de nuestro tiempo, Gandhi y Mandela. Para Gandhi la política se traduce en el "cuidado del bienestar de todos a partir de los pobres". Él mismo confiesa: "Entré en la política por amor a la vida de los débiles; viví con los pobres, recibí parias como huéspedes, luché para que tuviesen derechos iguales a los nuestros, desafié a reyes, no sé cuantas veces estuve preso".

Lo mismo se podría decir de otra figura ejemplar, Nelson Mandela, que después de decenas de años de prisión superó el 'apartheid' de Sudáfrica. Nosotros en este malhadado país nuestro llevamos casi un año con un “¿gobierno? en funciones”, con unos políticos y agrupaciones políticas que han perdido la auténtica dimensión y grandeza de su cometido. Pero también, hay que subrayarlo, con algunos medios de comunicación y de tertulianos que actúan como asalariados de otros poderes menos nobles que nuestra profesión.

Estamos ante un auténtico esperpento. Y para colmo, como cima de todos los males, violentan lo establecido en la Constitución en su artículo 67 que dice taxativamente: “Los miembros de Las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”. Lo demás no es democracia sino oligarquía “Forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas”. Cuando no “timo-cracia”, pero no en el sentido de un gobierno ejercido por los más ricos, sino en el liso y llanamente, timo de una democracia bastardeada.

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