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Fascistas 3.0

viernes 21 de octubre de 2016, 13:40h

Desde las redes sociales insultan, difaman, vilipendian, desean la muerte del enemigo, aunque sea un niño, o se mofan del que falleció, como los etarras que profanaban las tumbas de sus víctimas o establecen monólogos cargados de ira y de odio. Mejor que mejor cuanto más bestias sean sus proclamas. Así alcanzan notoriedad y logran la difusión de su barbarie en televisión, “memes”, facebook, etc. Son impunes porque actúan bajo el anonimato y les protege un cierto desarme de una sociedad que no se rebela ante tal monstruosidad. Casi la misma permisividad que obtienen cuando actúan en campo abierto y montan sus escraches en la calle preservando su identidad con caretas, capuchas o bufandas. Los nuevos fascistas 3.0, como los de antaño, no quieren diálogo, sino imposición; no aceptan intercambio de ideas, boicotean al contrario o les impiden el paso de forma violenta. Igual que ahora los hemos visto muchas veces, irrumpiendo en la universidad, en las sedes de partidos políticos, en instituciones o foros de debate.

La novedad es que estos tiempos, salvo una tibia descalificación de las formas, encuentran la comprensión de muchos líderes y grupos políticos y sociales. Para Francesc Homs, los fascistas que impidieron hablar a Felipe González en la Universidad Autónoma de Madrid reaccionaban ante “un provocador con patas”. Según el gran ideólogo de la movilización callejera, Pablo Iglesias, quienes reprueban estas algaradas son “una muestra de salud democrática… no se puede ir sacando pecho por el terrorismo de Estado” o según Rita Maestre una manifestación de “libertad de expresión”. Y algún que otro editorialista progresista especula con lo que entiende “reacción lógica ante la reducción de las becas, la falta de inversiones en I+D...”. Otros sacan a colación como causa justificativa de la algarada la defenestración de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. Para todos ellos habría un leve problema de formas en sus comportamientos de kale borroka o en la bestialidad de los tuits difundidos por estos individuos antes de los incidentes pero debería comprenderse su indignación de fondo por lo cuestionables que puedan ser personas como Juan Luis Cebrián, Felipe González, los toreros, el maltrato animal o las políticas de los partidos, los parlamentos, etc. No sé si se equivocan o simplemente arriman el ascua a todo lo que les pueda beneficiar a sus posiciones políticas: da igual si quienes profieren sus consignas agreden, coaccionan o se ocultan como delincuentes con capuchas o redes sociales. Mostrar la mínima permisividad con estos fascistas de nuevo cuño es un inmenso error, incluso un error culpable. Más aún otorgarles categoría de movimientos sociales o representantes activos de eso que en Podemos llaman “la gente”.

La democracia representativa está en cuestión como bien apunta, a mi juicio, Manuela Carmena. Pero todavía más cuestionable es que las fechorías de los nuevos fascistas sean un ejemplo de democracia directa. La izquierda y los ciudadanos que aún se sienten progresistas deben replantearse muchas cosas y seguramente rehacer sus ofertas a los ciudadanos, sus liderazgos y los grupos políticos que les han venido representando. Pero lejos, muy lejos de cualquier connivencia o coincidencia con estos fascistas que solo merecen la repulsa y la denuncia. No son “gente”, son chusma. Y me temo que la veremos actuar muchas veces en los próximos meses. Que se vayan preparando los servicios de seguridad del Congreso...

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