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El guardia civil que provocó 20 incendios en Madrid, un caso de piromanía sexual: "Me sentía superior, me excitaba verlo"

miércoles 02 de noviembre de 2016, 14:31h
El guardia civil que provocó 20 incendios en Madrid, un caso de piromanía sexual: 'Me sentía superior, me excitaba verlo'

Hoy comenzó en la Audiencia Provincial el juicio contra el guardia civil Enrique Leal Díaz, acusado de provocar 20 incendios entre el 17 de julio y el 1 de agosto de 2013.

El acusado se enfrenta a cargos por delito un de incendio con peligro para la vida o integridad física de las personas, 9 delitos de incendio forestal cualificado, 3 delitos de incendio forestal y 7 faltas de daños. La Fiscalía pide 57 años y 6 meses de prisión, además de las multas e indemnizaciones correspondientes.

Los hechos han supuesto severas agresiones medioambientales en diversos términos municipales, entre ellos Navas del Rey, Chapinería, Colmenar del Arroyo y Villanueva de Perales, algunos de los cuales son considerados Espacios Naturales Protegidos.

Desde la perspectiva criminal, el comportamiento incendiario tiene una explicación multicausal y una gran relevancia en lo que supone la teoría de la escalada criminal del delincuente. Sin embargo, no todo comportamiento incendiario supone la existencia de piromanía. De este modo, distinguimos a los sujetos incendiarios (quienes generan un fuego por motivos lucrativos, inmobiliarios, o vengativos) de los pirómanos.

La piromanía es un trastorno del control de los impulsos que se caracteriza por una atracción compulsiva hacia el fuego. La satisfacción del sujeto abarca todo lo que tiene que ver con el elemento, por lo que en ocasiones puede centrarse en la actividad de extinguir el incendio, y tiene claras connotaciones sexuales. Habitualmente son neuróticos parafílicos, siendo incapaces de mantener relaciones sexuales normalizadas.

Durante el transcurso de la vista oral, el acusado ha declarado que provocar fuego le excitaba. La pulsión por observar el incendio es un sentimiento inevitable, una adicción. Leal ha asegurado que entró en un círculo vicioso en el que “sabía que ese fuego era malo pero no lo podía evitar".

Los datos biográficos de los que disponemos, encajan con el perfil de pirómano: Enrique Leal Díaz tenía 30 años en el momento de la comisión de los hechos, estaba soltero y llevaba cuatro años en el cuerpo. Nacido en Melilla, era único de su familia que pertenecía en la Guardia Civil.

Este tipo de sujetos son habitualmente varones jóvenes, y es común que intenten entrar en las fuerzas y cuerpos de seguridad, incluso en el cuerpo de bomberos o programas de voluntariado ambiental, con el objetivo de estar cerca del fuego y participar de algún modo en su extinción.

La devoción que experimentan por el fuego es tal que sienten la necesidad de observar de cerca el desarrollo de su obra. Es habitual que los pirómanos tengan un coeficiente intelectual reducido, llegando en muchos casos al retraso mental, por lo que les resulta complicado acceder a este tipo de oposiciones, circunstancia que no parece darse en este caso.

A pesar de que su primer destino fue en Madrid capital, el acusado pronto pidió el traslado al puesto de Navas del Rey. Sus compañeros declaran que estaba “muy raro” en los días en los que presuntamente cometió los incendios.

Según los expertos, el modus operandi del pirómano promedio suele ser poco organizado o apresurado. En este caso, el sujeto no utilizaba ningún tipo de líquido inflamable ni acelerante de la combustión; simplemente amontonaba unas hojas secas y les prendía fuego con un mechero o una cerilla. Esto evidencia una personalidad impulsiva y oportunista.

Hay que precisar que la existencia de una conducta parafílica o de un trastorno del control de los impulsos no supone la exclusión de responsabilidad penal; como consta en el informe pericial, el acusado padecía en el momento de los hechos un trastorno complejo de la personalidad con rasgos mixtos, pero conservaba su capacidad cognoscitiva y, por tanto, conocía y comprendía la ilicitud de su conducta.

Los pirómanos, por tanto, no son víctimas de una enajenación, sino personas con problemas para controlar sus impulsos y canalizar sus emociones.

Conviene plantearse si casos como los de Enrique Leal Díaz son predecibles, y por tanto, pueden evitarse. Es importante recordar al respecto que La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) criticó en su momento el incumplimiento de la Ley de Personal del instituto armado, que incluye controles psicofísicos y médicos periódicos a los agentes para evitar este tipo de situaciones. Denunciaban que no se habían realizado las revisiones adecuadas, pese a que los agentes están sometidos muchas veces a situaciones de gran estrés que pueden tener consecuencias graves.

Los detonantes que llevan a un pirómano a actuar pueden ser de diversa naturaleza, pero normalmente están relacionados con un sentimiento de frustración, y el consumo de alcohol puede actuar como catalizador del fenómeno. El alivio de esa frustración solo se produce con la observación, manipulación o extinción del fuego.

Durante su testimonio, Leal ha descrito esta sensación como la necesidad de “saciar el impulso” incendiando de las zonas de pasto. “Sentía impulsividad que no podía controlar y cuando prendía pasto seco se me calmaba la ansiedad", ha afirmado durante el juicio.

La inmensa mayoría de los grandes incendios se deben a imprudencias o tienen causa desconocida, y entre quienes encienden la llama con motivación son pocos los genuinamente pirómanos (solo alrededor de un 5% de las igniciones les son atribuibles). Por eso el caso de Enrique Leal Díaz es un caso especialmente singular desde el punto de vista psicológico.

Actualmente Leal sigue un tratamiento para controlar su impulsividad, que comenzó desde el momento en que entró en prisión provisional, hace ahora tres años.

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