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El caso del violador de Igualada: ¿son reinsertables los agresores sexuales?

El caso del violador de Igualada: ¿son reinsertables los agresores sexuales?
(Foto: EP)
jueves 03 de noviembre de 2016, 18:30h

El Juzgado de Instrucción número 6 de Rubí ha decretado prisión provisional incomunicada sin fianza para el violador reincidente Tomás Pardo Caro, conocido como “El violador de la Igualada”, acusado de detención ilegal, asesinato en grado de tentativa, agresión sexual, robo con violencia e intimidación y estafa.

El pasado sábado, Pardo asaltó a una mujer de 52 años de edad en el momento en que esta se disponía a subir a su coche. A continuación se la llevó a una zona boscosa, el mismo lugar donde años atrás realizó la violación por la que ingresó en prisión. El modus operandi fue muy similar en ambas agresiones: rapto, violación y agresión. Tras la violarla, el sujeto la apuñaló en el cuello, le robó la cartera, y pensando que había terminado con su vida, la tiró por un barranco. Después se encargó de esconder el coche para no levantar sospechas.

Sin embargo, la víctima aún continuaba con vida y fue capaz de activar el geolocalizador del móvil. Fue su familia quien, al recibir la señal, se puso en contacto con los Mossos d'Esquadra.

El 24 de octubre del 2002, hace ahora 15 años, Tomás Pardo Caro ya secuestró, violó, robó el bolso y acuchilló en la yugular a otra mujer. "Me pegó patadas en la cabeza, me tiró del pelo y me dejó en el suelo con la cara destrozada y llena de sangre" declaró la primera víctima, que consiguió sobrevivir.

En su momento, la defensa de Pardo solicitó la aplicación la eximente completa de anomalía o alteración psíquica, alegando que durante el transcurso de los hechos el acusado se encontraba bajo la influencia de las drogas, las cuales habían afectado a su capacidad volitiva.

Sin embargo, durante el juicio oral su abogado renunció a la prueba pericial, anteriormente solicitada. Por tanto, no se pudo demostrar la supuesta afectación cognitiva producida por el consumo de estupefacientes.

En aquella declaración, Pardo afirmó que su única motivación era el robo, y que sus facultades estaban “absolutamente mermadas” tras haber ingerido tranquilizantes y varias pastillas de éxtasis.

Durante su estancia en prisión, en concreto entre los años 2012-2013, participó en el programa Sac destinado a agresores sexuales. El tratamiento consistía en la realización de sesiones de terapia en grupo, así como un seguimiento psicológico individualizado de cada interno.

Los responsables determinaron que había superado con éxito el tratamiento; incidiendo en el hecho de que asumía las responsabilidades y consecuencias de sus actos, mostraba síntomas de empatía hacia la víctima, y había aprendido herramientas para controlar su impulsividad. También se destacó que "no había problemática toxicológica activa, ya que llevaba 11 años sin consumir drogas, manteniéndose abstemio".

Tras la finalización del programa, se le aplicó el protocolo RISCANVI (Sistema de valoración del riesgo de los internos) en el que se concluyó que no había riesgo de reincidencia.

A partir del año 2014, Instituciones Penitenciarias aprobó permisos para salidas puntuales, de duración inferior a las 48 horas (licencia que no requiere la supervisión judicial), las primeras realizadas en compañía de personal penitenciario y, posteriormente, en solitario. Durante estos permisos Pardo llegó a implicarse en programas de voluntariado social organizados por la Cruz Roja.

En su estancia en el centro penitenciario también intervino en varios proyectos sociales, así como en los talleres para presos organizados por el Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE); donde trabajó para el centro de producción de la empresa vinícola Raïmat. En todos ellos el sujeto fue valorado positivamente.

El equipo técnico de la Junta de Tratamiento encargado de evaluar a Pardo apreció "un cambio sustancial desde la comisión de los delitos hace ya 13 años que le hacen tener un claro desistimiento criminal". Los expertos valoraron que el sujeto había adquirido "la capacidad de identificar y detectar los factores de riesgo y de evitarlos".

Recordemos que la última palabra la tiene, en todo caso, el juez de vigilancia penitenciaria. En este caso, la jueza María José González, titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 2 de Catalunya ya había denegado 13 veces la concesión de un permiso, aunque finalmente en febrero la Audiencia de Barcelona apreció el informe de la Junta de Tratamiento anteriormente expuesto, aprobando el permiso por la existencia de “riesgo bajo”.

En el auto, emitido este miércoles, por el que se envía a Pardo de nuevo a la cárcel se insiste en que los protocolos se han seguido de manera adecuada, alegando que "nada es infalible y más cuando se trata de comportamientos humanos”.

Violadores rincidentes

Los casos en los que un violador reincide después de su puesta en libertad despiertan la alarma social y las críticas de la opinión pública, que exige la aplicación de medidas penales que impidan la puesta en libertad de este tipo de sujetos, considerados “irrecuperables” a ojos de una gran parte de la sociedad.

Sin embargo, los estudios científicos al respecto no son, ni mucho menos, tan categóricos al valorar la capacidad de reinserción de estos delincuentes.

La violencia sexual se proyecta en una amplia variedad de comportamientos, cada uno de los cuales reviste de una naturaleza específica y esconde motivaciones diferentes. Por ello, no todos los agresores sexuales se adaptan al mismo perfil criminal, ni tienen el mismo nivel de peligrosidad o capacidad de reincidencia.

De este modo, encontramos tipos de agresores que presentan bajos índices de reincidencia, con la aplicación del tratamiento adecuado. Es el caso de los llamados violadores ocasionales; habitualmente sujetos retraídos y socialmente inhibidos, que comenten la agresión en un estado excitación irrefrenable, catalizado por el consumo de alcohol o drogas, y que raramente utilizan más violencia de la necesaria para doblegar la voluntad de la víctima. También entrarían en esta clasificación los compensadores; sujetos con deficiencias personales y baja autoestima, que habitualmente pretenden reafirmar su masculinidad mediante la agresión.

En el otro extremo, con una alta probabilidad de reincidencia, se encuentran los violadores sádicos; agresores con fantasías sexuales violentas recurrentes, que llevan a cabo una planificación exhaustiva del crimen (disfrutan especialmente con los actos preparatorios). Cuando a este perfil se le suma una personalidad con rasgos psicopáticos y actitudes antisociales, la capacidad de reincidencia se multiplica.

En este caso, por lo que deducimos de su modus operandi, Pardo utiliza la agresión como vehículo para obtener poder, control, y humillación en sus víctimas. La satisfacción sexual no es la motivación principal del crimen, sino el deseo de dañar y degradar. Existe, por tanto, un elemento sádico notable en este tipo de conducta.

Por otro lado, estudiando el historial del violador, podemos observar en su comportamiento cierto carácter antisocial: su activa participación en todo tipo de programas tendentes a la reinserción y resocialización del penado no responden a su pretensión de “curarse”, sino a la obtención de un beneficio personal (en este caso, la aprobación de beneficios penitenciarios).

Por casos como este, es preciso plantearse si es adecuado que se empleen las mismas intervenciones para los agresores de distintos niveles de riesgo, y si realmente los programas penitenciarios son efectivos para determinados tipos criminales específicos.
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