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Jaime Pastor, la nostalgia y la reforma constitucional

miércoles 07 de diciembre de 2016, 09:33h

Anticapitalistas, la organización política de extrema izquierda, que avanza imparablemente dentro de Podemos, prepara su actuación en Vistalegre II para derrotar la opción popular y trasversal de Errejón y hacer de Pablo Iglesias un rehén de lujo. Hoy, en el día de la Constitución, el viejo líder trotskista Jaime Pastor, que abandera Anticapitalistas, recuerda a sus correligionarios: “no retrocedamos en la aspiración al horizonte rupturista: debates constituyentes ineludibles”.

Pastor sangra por la herida. Ya en un artículo anterior -firmado con Brais Fernández- se preguntaba “¿Nueva transición o procesos constituyentes?”. En pocas palabras, posicionado como de costumbre en los extremos, Pastor no se contenta con una reforma constitucional, sino que quiere un proceso constituyente (aunque lo diga el plural, por aquello de quedar bien con los independentistas). Pero el problema es que según pasa el tiempo se hace cada vez más difícil llevar su “horizonte rupturista” a la práctica. Por eso ahora habla en términos de resistencia, de la voluntad de no retroceder.

En el artículo mencionado enfrentaba a los que reducen sus ambiciones revolucionarias dentro del bloque de cambio y hacen de las elecciones y la reforma electoral su norte político. “Parece que se impone –dice Pastor- la visión fatalista, hegeliana, propia de lo peor del marxismo teleológico, de que la correlación de fuerzas es muy desfavorable y de que si hay una reforma constitucional, las fuerzas del cambio (léase Podemos) tienen que estar ahí, porque los procesos constituyentes son una buena idea pero irrealizable...”. Y a continuación rechaza lo que podría ser una estrategia de autocontención en Podemos, algo que le conduciría a elegir la vía de “una reforma pasiva presentada como lo único posible”.

Quien haya vivido la transición que dio lugar a la Constitución del 78 percibirá de inmediato que Pastor evoca con nostalgia el viejo debate de entonces entre reforma y ruptura. Claro, ahora el punto de partida es diferente. En los años setenta se partía de un régimen de dictadura para acceder a la democracia, mientras que en esta segunda transición se parte de una democracia consolidada para acceder a la “transformación radical de la sociedad” (antes hubiera dicho a “la antesala del socialismo” sin vergüenza alguna).

En realidad, no hay mucho de nuevo en el líder de Anticapitalistas. Sigue confiando en una estrategia de ir siempre más allá para provocar o contribuir a una verdadera crisis de régimen (o del sistema) que establezca las condiciones prerrevolucionarias, como decían entonces. Su machacona idea del cambio no hubiera despertado mi interés si no fuera por dos razones. La primera es que esta corriente política cobra cada vez más peso dentro de Podemos, lo que puede conducir a un cambio de naturaleza de esta fuerza política. Y la segunda, porque, para redondear su argumento, Pastor trae a la memoria al autor Fernando Claudín, en orden a sostener su tesis de que aceptar sólo la Constitución pactada entre todos (o ahora la reforma constitucional) fue lo que condujo a Santiago Carrillo y a la izquierda a la derrota. Dice Pastor: “Claudín recuerda irónicamente como al final el único que perdió (por aceptar la Constitución y la transición pactada) fue Carrillo y la izquierda”.

Esa parcialización del pensamiento de Fernando Claudín es una tergiversación que me molesta. A fines de 1982, cuando me iniciaba en el periodismo político, publiqué en el diario El País (22/11/82) una larga entrevista a Fernando Claudín, donde -el que tanto escribiera sobre la crisis mundial del movimiento comunista- dejaba clara la causa de la debacle electoral del PC español y también de la extrema izquierda. Decía Claudín: “La recomposición de fuerzas en la izquierda fue fruto, sobre todo, de una actitud muy generalizada entre las clases populares, que los partidos antifranquistas, y muy especialmente el PCE, no percibieron en la clandestinidad. Los datos que se tienen sobre las actitudes y deseos de cambio de la población española a la muerte de Franco, apuntan a exigencias de cambio democrático, que sintonizaban mucho más con la imagen del PSOE.”

En síntesis, Claudín entendía como el primer factor de la derrota del PCE -y de la extrema izquierda- su incapacidad por leer las actitudes y opiniones del conjunto de la ciudadanía, obnubilados como estaban con aquellas minorías activas que son muy evidentes en tiempos de opacidad y crisis, pero que vuelven a ocupar su espacio minoritario en cuanto la vida política abandona las turbulencias y tensiones extremas. Una incapacidad que brilló en la Liga trotskysta de entonces y que se reproduce hoy en la mente de su antiguo líder, Jaime Pastor, que sigue pensando en estrategias extremas, independientemente de lo que piensen las demás fuerzas políticas o la mayoría de la ciudadanía. El cierre que da Pastor a su artículo es un claro síntoma: “Nosotros no renunciamos a nada; que renuncien ellos”. Toda una muestra de sensibilidad democrática. Y, como diría Marx (Groucho), “peor para la realidad”.

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