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Viejos absurdos

jueves 22 de diciembre de 2016, 08:42h

Por razones de edad, gran parte de mi amigos y contertulios son septuagenarios. Y la verdad es que comienzan a aburrirme; pero sobre todo a desconcertarme, dadas sus novísimas y absurdas creencias, opiniones y manifestaciones.

Muchos de ellos antes eran personas sensatas, trabajadoras, con puestos de responsabilidad que ejercían correctamente, Ahora, en cambio, bastante se han hecho adictos a las redes sociales y se tragan cualquier cosa que estas les cuenten; desde falsas campañas de solidaridad con trasplantes de órganos incluidos, hasta trucadas estadísticas sobre la situación del país, pasando por infundios o calumnias hacia personas públicas que, por supuesto, ellos no han comprobado en absoluto.

Luego, con la misma estólida desfachatez, a veces las desmienten, sin más, cuando en otro blog, chat o página web leen lo contrario.

No me refiero solamente a que esos amigos hayan sido timados en sus intereses con la adquisición de obligaciones preferentes, emisiones de bonos fraudulentos o inversiones ficticias, que también, sino a que sin percatarse se han convertido en agitadores sociales al servicio de las causas políticas más desestabilizadoras. Algunos de ellos, que en su día fueron directores de empresa, al llegar a la vejez se han hecho votantes y hasta propagandistas de Podemos.

Son lo que podría denominarse un grupo social vulnerable y, por lo que a mí respecta, menos sensato de lo previsto y más ridículo de lo deseable: en vez de vivir más relajadamente que antes y con cierto relativismo y distanciamiento intelectual, que sería lo propio, caen en todos los charcos del pesimismo y viven con una desazón como antes nunca tuvieron.

Por eso, a mí me resulta mucho más estimulante hablar con los jóvenes. Cuando estos son radicales o protestatarios usan mejores argumentos y disponen de más razones que sus abuelos; incluso, tienen dificultades laborales de las que aquellos carecieron. Por eso, digo, uno aprende más de los jóvenes que de sus mayores.

Tendré, pues, que volver a hablar de estos últimos, ya que los viejos se están convirtiendo en todo un incordio. Al menos, para mí.

Enrique Arias Vega

Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York. Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación. En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).

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