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Incertidumbre

miércoles 11 de enero de 2017, 07:29h

Ésa es la sensación que provoca en el espíritu todo aquello que está por llegar en 2017. La coyuntura parece cogida con alfileres y ciertos futuribles, imprevistos o previsibles, pueden descoser el paño que todavía nos abriga. Así las cosas, cualquier mañana podemos levantarnos con el culo al aire. Son muchos los malos augurios que flotan en el aire y ya sabemos, por la experiencia acumulada el pasado año, que los peores pronósticos pueden cumplirse. El mundo ha quedado, desgraciadamente, en manos de dos personajes funestos, arrogantes y belicosos, tan intolerantes como irresponsables, capaces ambos de empeorar los males que nos aquejan. Están dispuestos a reordenar el futuro de la humanidad como si el planeta fuera suyo.

En una esquina, Vladimir Putin, el padrecito de la nueva Rusia, un estalinista reconvertido que maneja a su pueblo con el paternalismo dictatorial que caracterizaba a la monarquía zarista. Un plutócrata mesiánico, soberbio y vanidoso, tan ladino como cínico, ultranacionalista e imperialista, que pretende repartir las cartas en el tablero internacional. Del otro lado, la reencarnación del repugnante Tío Sam, jefe de pista del gran circo americano, retrógrado y procaz, populista y proteccionista, xenófobo y machista, marioneta del capitalismo más voraz e improductivo. Trump es un mentiroso presumido que pretende aislar a los Estados Unidos de su marco geopolítico levantando un muro de hormigón armado. Algunos expertos quieren tranquilizarnos explicándonos el sistema de contrapesos que estabiliza la democracia americana, pero yo dudo que sea suficiente para embridar la carrera enloquecida de un político incontrolable al que tampoco pudo frenar el Partido Republicano. Este arribista desprecia a los políticos establecidos y se burla de muchas de las leyes que hasta hoy regulan la convivencia de sus compatriotas.

Ambos artistas, Putin y Trump, simulan ignorar a los chinos, pero la República Popular ha despertado, tal y como temía Napoleón Bonaparte, y contempla a la pareja con mucho recelo. Mal enemigo aquel que administra un capitalismo de estado que está dinamitando la economía de mercado y la competitividad de Occidente, que se expande con sigilo por el Tercer Mundo, que atesora gran parte de la deuda pública de sus competidores y que se ha dotado de un ejército formidable armado hasta los dientes. Y aquí estamos los pobrecitos europeos, sometidos a los vaivenes de los que realmente mecen la cuna, huérfanos de padre y madre, abandonados a nuestra suerte, regañados y divididos. Después de la retirada del Reino Unido, abandono que puede traernos repercusiones económicas y sociales muy dañinas, aún nos quedan por afrontar las próximas elecciones en Francia, Dinamarca, Alemania e Italia. Como si no fuera bastante salvar del naufragio universal nuestros valores morales, cívicos y democráticos, mantener en pie lo que queda del estado del bienestar y recuperar nuestra unidad política y monetaria, ahora debemos derrotar también a esos movimientos euroescépticos, nacionalistas, racistas, insolidarios, extremistas y liberticidas que apuestan por devolvernos a un pasado que sembró el continente europeo de guerras y miserias. El año 2016 fue el año de los populismos y el 2017 se nos presenta como el año de la incertidumbre.

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