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'MasterChef Junior': ¿afecta a los derechos del niño?

'MasterChef Junior': ¿afecta a los derechos del niño?

jueves 12 de enero de 2017, 09:05h

Siempre me ha producido una cierta desazón el uso de niños en concursos y programas organizados por los medios masivos de comunicación y entretenimiento. Por eso, el programa de Televisión Española MasterChef Junior no se encuentra precisamente entre mis favoritos. Creo que el riesgo de utilización adultocrática o simplemente de interés comercial es frecuentemente alto en este tipo de programas. Pero la emisión en los telediarios de las escenas protagonizadas por el pequeño Jefferson, en relación con su exclusión en la carrera por el premio de este programa, han incrementado poderosamente mis dudas sobre si este programa afecta a los derechos del niño. Y no me refiero únicamente a las muestras de desolación de un chico de ocho años, sino a las escenas donde está a punto de sufrir un accidente con una batidora (que afortunadamente cae al suelo sin mayores consecuencias) o cuando aparece sujetando esforzadamente con sus dos manitas el mango de una sartén llena de alimento humeante, a la altura de sus narices.

Claro, una posibilidad es pensar que el programa es inocuo respecto de la condición de los niños y niñas participantes. Pero me resulta difícil de admitir tal supuesto, sobre todo pensándolo desde una perspectiva educativa. Y cuando digo educativa no me refiero sólo a la educación formal en el colegio, sino a la educación vital que es mucho más amplia (donde se incluyen por ejemplo los juegos y el esparcimiento necesarios). Así que me ha sido imposible dejar de preguntarme: ¿Qué efectos tiene el programa en términos de esa educación vital? ¿Qué absorben los chicos que participan o que ven ese programa?

Existen al respecto varias posibilidades. La primera –relacionada con ese supuesto carácter inocuo- es que se trate meramente de un juego, un entretenimiento sin mayores derivaciones. Sin embargo, no lo creo. Puede que realizar las tareas de la cocina sea muy entretenido (a mí me lo parece), pero el concurso tiene un objetivo demasiado referido a la preparación adecuada de alimentos bajo parámetros que se alejan de una actividad meramente lúdica. Los niños participantes no sólo se divierten, sino que participan efectivamente de un tipo de trabajo determinado, que puede darse en las familias o en el campo de la hostelería, por ejemplo.

Otra posibilidad es pensar en el efecto que pudiera tener para inculcar en los niños y, sobre todo, en los adolescentes, la necesidad de colaborar en las tareas domésticas familiares. Algo positivo a primera vista. Sin embargo, ya la Convención de los Derechos del Niño nos avisa de que este asunto debe entenderse como una cuestión de grado, que tiene límites generales. La participación en las tareas domésticas es algo que tiene que ir cambiando con el tiempo, debiendo ser un compromiso mayor conforme el menor se acerca a los dieciocho años, pero a la edad de Jefferson no puede ser ni de lejos su principal actividad. El centro de su quehacer vital debe ser el proceso educativo y el juego sin mayores compromisos. El artículo 31 de la Convención lo deja muy claro: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.

En realidad, los expertos han hecho cálculos sobre el tiempo que un niño debe participar en las tareas domésticas y a los ocho años debe ser una cantidad mínima en relación con su derecho al juego y al esparcimiento. Lógicamente, esa porción de tiempo aumenta considerablemente para un adolescente de diecisiete años.

Se ha señalado que el otro efecto que puede tener sobre los niños este tipo de programas es el de su preparación para su incorporación en el mundo laboral adulto. Esto tendría sentido para un adolescente de 15 o más años, pero para uno menor de esa edad adopta un sentido claramente negativo. La preparación para el mundo laboral de un pequeño de 8 años como Jefferson se transforma simplemente en una inducción al trabajo infantil, algo rechazado por todos los Estados firmantes de la Convención.

Algunos productores de televisión mencionan que el MasterChef Junior es un programa que tiene una alta audiencia en Estados Unidos. Y ya se sabe que este país tiene un fuerte tirón mundial en cuanto a los programas de entretenimiento. Pero deberíamos recordar que Estados Unidos no tiene un marco normativo que protege a los niños en este campo. De hecho, aunque parezca mentira, Estados Unidos es uno de los tres países, junto a Somalia y Sudán, que no ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño (que firmó inicialmente en el gobierno de Bill Clinton). Así que el ejemplo de Estados Unidos no puede tomarse como una referencia muy edificante en términos de protección de derechos.

Creo que sería conveniente un debate ciudadano en profundidad sobre los efectos de este programa sobre el bienestar de los niños. Comenzando por el directorio de Televisión Española.

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