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Espejito, espejito

martes 14 de febrero de 2017, 12:46h

¿Qué harías, lector, si fueras dueño de una de las empresas más importantes de España y el director general que nombraras un par de años atrás hubiera conseguido en este tiempo perder el 30% de las ventas mientras la competencia incrementa las suyas? ¿Qué harías si este mismo individuo hubiera conseguido enemistar al director de producción con el de ventas; al de recursos humanos con el financiero y solo hiciera caso del aparcacoches al que incluso ascendió a subdirector general? ¿Qué harías si descubres que despidió sin previo aviso al director de la sucursal de Madrid, la segunda más importante? ¿Qué si descubres que además intentó amañar los resultados contables y que luego, una vez despedido se paseó por todo foro empresarial echando las culpas de su miseria a la agencia de publicidad? ¿Alguien no le habría despedido?

Este hombre y en otra institución existe en la realidad española. Aún no daré su nombre pero las pistas no dejan muchas dudas. Después de una gestión punto menos que desastrosa en la que pactó con la competencia y se enemistó hasta la ruptura con otra empresa de su mismo holding, fue despedido. Entonces, en lugar de irse a casa a llorar en silencio, decidió visitar a proveedores y distribuidores sembrando cizaña contra su exempresa y malmetiendo a unos con otros para conseguir, quimera entre quimeras, que los distribuidores independientes pudieran devolverle al cargo para el que demostró mucho más que incompetencia.

El nombre del tal es Pedro Sánchez Castejón, un joven guapo, alto y bien plantado con una preparación menor para un puesto que le quedó grande cuando lo tuvo y que le queda inmenso ahora que el partido parece empezar la senda de la recuperación (CIS enero 2017). Lamentablemente, Sánchez ni acepta ni reconoce sus carencias y, como reza el dicho, el hombre que no conoce sus limitaciones es un hombre peligroso.

Ahora este caballerete pone en marcha un viaje por etapas, descansadito y con pocas metas volantes no vaya a ser que por el camino se quede sin gasolina o sin oyentes. Su objetivo oficial, recuperar la secretaría general; su objetivo real, puesto que no arribará indemne al final de la carrera, dividir a los votantes y aplicar aquello tan mediocre y tan español de cuanto peor, mejor.

Lo más probable es que la carrera de este hombre, que provoca más lástima que rabia, esté acabada desde que saliera en Salvados llorando como un Boabdil por lo que no supo defender como un socialista. Lo más probable es que él crea ser Supermán –es lo que tiene el espejito mágico de la bruja: siempre dice que el más bello eres tú- pero eso sería en una galaxia muy muy lejana de un universo distópico: lo cierto es que poner una urna para falsear los resultados, impedir cualquier control democrático interno, pactar con Ciudadanos (derecha) para fastidiar a su propia ejecutiva en una especie de huelga de celo mal entendida y declarar luego en prime time televisivo que la culpa fue de Cebrián, presidente de PRISA, de Isidre Fainé, presidente entonces de Caixabank, de Felipe González en combinación con Rubalcaba y de Susana Díaz, PSOE andaluz, en contubernio contra él, con lo guapo y prometedor que luce, no parece lo más constructivo para volver al cargo.

Por supuesto, ninguno de los citados es culpable solo o en comandita de los errores acumulados por Sánchez que, como el visir Iznogud el Infame de René Goscinni, solo ha querido ser califa en lugar del califa sin enfrentar sus propias carencias –incapacidad para la estrategia política, gestión errática y sin objetivos, inconstancia en el trabajo diario, nulo manejo de los tiempos en política, desprecio a los recursos internos y, sobre todo, deslealtad nivel Iscariote- y alimentando un ego insaciable con el que contagia un virus letal para los socialistas: la división.

Queda camino por delante, no mucho en tiempo ni esfuerzo pero sí en vitriolo: cuando el bello Peter acabe con la bruja Susana, batalla pírrica en la que Podemos pondrá el capacho para recoger los cascotes del derribo, el PSOE estará mucho más cerca de su desaparición y dilución en las siguientes convocatorias electorales de lo que haya estado nunca antes.

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