La película comienza con unos estupendos títulos de crédito, a su favor hay que decir que De la Iglesia suele cuidar muy bien estos detalles, unas bacterias que se van transformando y que crean un clima de oscuridad y misterio. El planteamiento no es muy original pero sí interesante, un grupo de personas de lo más variado queda atrapado en una tasca madrileña, después de ver como dos de sus ocupantes son disparados nada más abandonar el establecimiento, sin saber por qué. Tenemos a la autoritaria dueña del loca, Terele Pávez haciendo de Terele Pávez, a su majo y acomplejado empleado, Secun de la Rosa, a un indigente obsesionado por la Biblia, Jaime Ordoñez, un ex policía con tendencias fascistas, Joaquín Climent, un empresario argentino con un negocio de lo más particular, Alejandro Awada, un 'hipster' que trabaja en publicidad, Mario Casas, una ama de casa con tendencias ludópatas, Carmen Machi, y una pija totalmente fuera de lugar, Blanca Suárez. Por momentos parece que el director bilbaíno y su colaborador Jorge Guerricaechevarría van a crar un microcosmos de la sociedad bajo la amenazante sombra del terrorismo en los tiempos que corren. Cómo reaccionamos y cómo somos manipulados pero rápidamente todo se olvida y la película, al igual que su historia se sumerge en las alcantarillas.
En su segunda parte, varios personajes quedan atrapados en el sótano y, finalmente, en la alcantarilla. La película se olvida de cualquier extrapolación y pasa a intentar ser una película de serie B, con villano y persecuciones. No lo consigue por varias cosas, primero porque los personajes más interesantes se quedan fuera y segundo porque los que quedan no son más que figuración para que el director de 'El día de la bestia' pueda componer sus planos. De acuerdo, De la Iglesia también opina que el hombre es un lobo para el hombre y que es mucho más peligroso que el peor de los virus, pero esto ya nos lo han contado antes y lo han hecho de mejor forma.
El final es un mero trámite y la película descarrila mucho antes de llegar a él. De la Iglesia se vuelve a ver sepultado por su propio exceso y vuelve a naufragar en el desarrollo y la resolución. Hay veces que consigue arrastrarnos con él a su desbordante precipicio pero para ello necesita poner mucha más pasión que la que hay en esta película.