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El Papa Francisco y la Unión Europea

sábado 25 de marzo de 2017, 10:10h
El Papa Francisco, en un profundo discurso de este viernes ante los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados de la Unión Europea reunidos en la Sala Regia, a pocos pasos de la Capilla Sixtina, recordaba la fecha fundacional el 25 de marzo de 1957, una jornada que nosotros hemos recordado siempre como un día lluvioso, en el que llegaban al Capitolio los coches de los gobernantes europeos para dirigirse a la más amplia y majestuosa de sus galerías, la llamada de los Horacios y Curiacios transformada por las baterías de los proyectores de Eurovisión en un verdadero cine.

En la primera parte de su intervención, el Papa Francisco recoge el legado de los padres fundadores de la Unión Europea. Los líderes europeos daban origen a la vida política, económica, cultural y sobre todo humana, sentando las bases legales y sociales de nuestra civilización, pensando, al mismo tiempo, en palabras de Paul Henry Spaak y Joseph Luns, que con los Tratados se buscaba el bienestar material, el progreso social, pero sobre todo una visión particular de la vida a escala humana, fraterna y justa. Recuerda el Papa Francisco los años oscuros y sangrientos de la II Guerra Mundial que sirvieron para olvidar viejas disputas y lograr la mayor transformación de Europa.

Pero los Tratados no podían ser letra muerta sino espíritu vivo, prosigue recordando las palabras del primer Ministro de Luxemburgo, otro de los padres fundadores,Johan Willem Beyen, que Europa solo vivirá y tendrá éxito si se mantiene fiel al espíritu de la solidaridad europea. El Sumo Pontífice citaría al Canciller Adenauer para recordar que en Europa no debería prevalecer el egoísmo. Europa dirá finalmente “nació con un plan claro definido y ponderado aunque en principio embrionario”, tal y como corresponde efectivamente a las palabras de su fundador Jean Monnet,nombre que el Papa debió también recordar, porque en los padres fundadores está, sobre todo, el mismo espíritu cívico de quienes asumieron en su vida el compromiso cívico y no solo espiritual de la formación del ciudadano.

La segunda parte del discurso la llevaría al presente, recordando la importancia de los valores de la dignidad, la libertad y la justicia para construir una sociedad laica, libre de conflictos ideológicos donde puedan, al mismo tiempo, convivir el creyente y el incrédulo. Esta referencia se puede interpretar claramente como una nueva llamada de atención a la propia iglesia, azotada también por una profunda crisis que necesita de un ejercicio de comprensión y de conciliación.
El Santo Padre pasa entonces a introducir la crisis en su discurso por ser el mayor exponente de los acontecimientos que están conduciendo a una profunda transformación del mundo en que vivimos y, particularmente, a Europa. No habla precisamente de la crisis económica, sino de la crisis de familia, de los patrones sociales, de la crisis institucional y de la crisis de los migrantes.

Y sobre esta reflexión de la crisis se pregunta cuáles son los caminos de la esperanza,siendo una de las principales exigencias del presente momento el volver a descubrir el sentido de ser “una comunidad armónica y solidaria”. Este será su argumento principal, la solidaridad frente al egoísmo y la generosidad para hacer frente a la pobreza, las enfermedades y las guerras, con una mención especial a la crisis migratoria y una llamada apertura espiritual y al sentido humanitario.

El Papa Francisco plantea su preocupación por la dignidad del trabajo y las condiciones de vida adecuadas. No habrá paz, dirá, cuando falta el trabajo o la perspectiva de un salario decente, aludiendo a los jóvenes, a su educación y a su inserción en el mundo laboral, y haciendo una referencia también, a los mayores, a la madurez de los 60 años que supone el alargamiento de las perspectivas de vida y la posibilidad de una nueva juventud. Y finaliza con un mensaje a favor de la construcción europea: Ceterum censeo Europam esse ædificandam, o lo que es lo mismo, “Europa merece ser construida con decisión e ilusión”. Mensaje, por tanto, cien por cien europeísta, desde la historia hacia el futuro.

Rogelio Pérez-Bustamante

Catedrático Jean Monnet ad personam

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