Las tensiones geopolíticas están haciendo caer el apetito por el riesgo, con Estados Unidos, sus aliados y China trabajando juntos en una serie de respuestas al último lanzamiento fallido de un misil de prueba desde Corea del Norte. Tampoco han ayudado los débiles datos sobre ventas minoristas y precios al consumidor en EE.UU. publicados el pasado viernes, que han pesado sobre las expectativas de que el crecimiento sea suficiente para que la Fed aumente los tipos de interés dos veces más este año. Las ventas minoristas bajaron por segundo mes consecutivo y los precios al consumidor cayeron por primera vez en poco más de un año en marzo, respaldando la perspectiva de que la economía perdió mucho impulso en el primer trimestre del 2017. Y en este entorno, los mercados continúan evaluando cada nueva declaración del presidente Trump. Ahora, cambia su posición anterior y dice que no etiquetaría a China como manipulador cambiario, dice que "le gusta" una moneda estadounidense más débil, e insinúa por primera vez que está abierto a mantener a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal. Antiguos empleados de la Fed y excompañeros que conocen a Yellen dicen que estos sorprendentes comentarios de Trump no son tan inexplicables como pueda parecer ahora que el presidente está interesado en mantener la estabilidad en los mercados y la economía. De hecho, hay precedentes para que Trump no modifique la designación de un dirigente de la Fed realizada por el anterior presidente. Paul Volcker, Alan Greenspan y Ben Bernanke, los tres dirigentes anteriores de la Fed, desempeñaron sus cargos por lo menos durante dos mandatos de cuatro años y fueron nominados tanto por presidentes demócratas como republicanos. Sin embargo, para Trump puede ser un paso más difícil. Durante la campaña electoral acusó a Yellen de aceptar las órdenes del entonces presidente Obama de mantener unos tipos de interés bajos por razones políticas, y dijo que la reemplazaría como presidenta de la Fed porque no es miembro del partido republicano.