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Europa Press
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Cuando Aguirre se despertó una mañana, vio que la mamandurria estaba dentro

jueves 20 de abril de 2017, 08:32h

"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Así comienza el famoso libro de Franz Kafka 'La metamorfosis', que nos sirve de claro ejemplo de lo que se ha convertido el Partido Popular, un partido que gobernó España con Aznar durante 8 años, estuvo después casi el mismo tiempo en la oposición, y ahora vuelve a tener las riendas del país en sus manos, unas manos más sucias que nunca.

La metamorfosis del PP en una formación criticada por todos, cuestionada y salpicada por multitud de casos de corrupción, incluso imputado como organización criminal en alguna ocasión, tiene en entredicho su sistema de financiación desde que estallaran los casos Gürtel y Bárcenas, pero que extiende a todo su tejido territorial las sospechas de corrupción, financiación ilegal y demás delitos económicos.

Acaba de dimitir otro de sus presidentes autonómicos, el murciano Pedro Antonio Sánchez, como ya lo tuvo que hacer Francisco Camps hace años. Ha visto en prisión a ex presidentes regionales como Jaume Matas, a vicepresidentes del Gobierno como Rodrigo Rato, a su ex tesorero Luis Bárcenas, y lo peor es que suma y sigue.

Esperanza Aguirre se erigió en defensora de la limpieza y la pulcritud en el partido. Responsabilizó a los demás, dijo que ella desveló la Gürtel, presumió de colaboradores y cuando les iban saliendo rana, como Francisco Granados, se limitaba a decir que la había engañado bajo una falsa identidad y que apenas le conocía. Fue su ex vicepresidente en Madrid, y aun así encontró excusas. Ayer se le han agotado con Ignacio González, quien fuera su mano derecha. De él siempre dijo que era un gran político, que era honrado y le defendió cuando le acusaron de corrupción y su nombre se ligó al escándalo del llamado 'caso Ático', en referencia a un apartamento en la Costa del Sol de investigada procedencia.

Ahora ya no valen excusas. Quien en su día denunció las 'mamandurrias' de los demás, demuestra que estaba más equivocada que nadie. Que nunca tuvo buen olfato para elegir colaboradores honrados, y por supuesto, defendiendo que ella no ha sido imputada, debemos decir, en honor a la presunción de inocencia, que lo que de momento la acosa son sus responsabilidades políticas.

Cierto, ganó las elecciones municipales en Madrid en 2015, pero no consiguió la alcaldía. Dicho de otra manera, una vez fallado el objetivo, debería haber dado un paso atrás. Sin embargo, lleva dos años ejerciendo una dudosa labor de oposición, basada en acusaciones y prejuicios contra la izquierda, sin aportar ideas más que críticas subidas de tono, a veces infundadas, y otras, simplemente destinadas a llamar la atención en los medios.

La misma mujer que se negó a ser multada por las fuerzas del orden por parar su coche en plena Gran Vía para sacar dinero de un cajero, huyendo de un agente municipal e incluso golpeando su moto, está más señalada ahora que nunca. Su gran defensor en la prensa, Francisco Marhuenda, queda imputado (investigado, se dice ahora) por el escándalo del Canal de Isabel II y supuestas coacciones a Cristina Cifuentes, ahora la 'archienemiga' interna de Aguirre en el PP madrileño. Casualidades de la vida.

¿Que si Aguirre debería dimitir? Ya no es una pregunta, no es una duda, no es un debate. Es una evidencia. Una obligación. La única salida digna.

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