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Omar Acosta, flautista, compositor y arreglista: "Me gusta decir con sonidos lo que no puedo decir con palabras, empezando por el humor y el amor"

viernes 21 de abril de 2017, 08:31h
Omar Acosta, flautista, compositor y arreglista: 'Me gusta decir con sonidos lo que no puedo decir con palabras, empezando por el humor y el amor'

Ha pasado veinte años de su vida en orquestas sinfónicas “y eso te marca la vida”, asegura el flautista Omar Acosta quien, desde que ganó su primer puesto de flautista a los 17 años en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, en su Venezuela natal, no ha dejado de navegar en las calmosas o agitadas aguas -según los momentos- de la música profesional. Desde entonces y, entre muchos otros hitos de su extenso e intenso curriculum, ha sido flautista y director musical del Ballet Nacional de España entre 2012 y 2016; ha tocado en diversas orquestas sinfónicas de uno y otro lado del Atlántico; ha visitado con sus conciertos docenas de países; ha tocado también con compañías de danza y flamenco (Joaquín Cortés, Lola Greco y Cristóbal Reyes, entre otros), y ha compartido escenario -entre muchos otros artistas- con Montserrat Caballé, Plácido Domingo, Claudi Arimany o William Bennett.

Con todo, a Acosta lo que de verdad le “pone” es la música popular y en ese término caben por derecho propio desde los valses venezolanos o los choros brasileños, hasta los danzones cubanos, los tangos argentinos o nuestras bulerías. Al músico venezolano y español, que no se arredra ante ningún reto, no le asusta tampoco acercarse a músicas de otras latitudes (África, Asia,…) o meterse de lleno en el jazz o en el flamenco más puro. Estamos, sin duda, ante un músico tan valiente como universal, tan sencillo como cálido y tan osado como seguro.

J.M.V.- Naciste en Venezuela pero llevas ya más años en España que en tu país de origen. ¿Te sientes más un flautista español de origen venezolano, o un flautista venezolano nacionalizado español?

O.A.- Soy un flautista “espazolano” del mundo. Para explicártelo más fácil, diría que me siento tan identificado con las arepas y las hallacas,como con el vino tinto, la sidra, el jamón y el pulpo. (Claro, es cierto también que es muy fácil adaptarse a esto).

He tenido la suerte de nacer en un gran país con una inmensa diversidad cultural y musical y fuertes influencias externas, ya que además de estar ubicado en el norte de Sudamérica, forma también parte del Caribe. Así que crecí entre la riqueza autóctona, como de toda la que venía de los países vecinos: Cuba, Brasil y Colombia, por ejemplo. A esto le sumamos las aportaciones propias de la influencia europea, principalmente española, a partir de 1492 y luego, a mediados del siglo XX, aquella que trajo la inmigración italiana, portuguesa y española -como una segunda oleada-, lo que convierte a Venezuela en un crisol de culturas. Entonces, al llegar a España tengo la suerte de ser adoptado por este maravilloso país con el cual me he compenetrado desde el primer día. La naturaleza de mi trabajo me ha permitido conocerla profundamente; he ido a infinidades de rincones y he visto con admiración sus diferencias y sobre todo sus grandes similitudes. En resumen, me siento como los gatos: el mundo es mi casa.

P.- ¿La música es una religión, o se le parece mucho?

R.- Aunque me crié tocando el órgano en una iglesia, no soy estrictamente religioso. Pero sé que la música te puede llevar a niveles espirituales como pocas actividades lo pueden hacer. Te lleva a zonas de amor, devoción y mística, que, bueno, quizás la religión también te permite llegar. No sé si existe Dios, pero creo que todos hemos nacido para crear y cuando lo haces con honestidad ahí estará Él. No sé si en todas partes, pero si en todos los tonos. Ahora, si quieres sentirlo cerca y no puedes ir a la iglesia o no te gusta, solo tienes que escuchar una y mil veces la misa en Si menor o la Pasión San Mateo de Juan Sebastián Bach.

P.- Eres compositor, intérprete, arreglista, profesor… ¿en cuál de tus facetas profesionales y artísticas disfrutas más?

R.- La música, más que una profesión, es mi medio de comunicación. Es mi idioma “nativo”, donde componer, interpretar y enseñar son parte esencial de la misma comunicación. Me gusta decir con sonidos lo que no puedo decir con palabras, empezando por el humor y el amor. No soy de hablar mucho, y el poder transmitir emociones, conectar y compartir con mis compañeros músicos y con el público mediante mi música, es un reto y una bendición. Soy un privilegiado: es como compartir un plato que has cocinado, una especie de “paella sonora”.

P.- ¿Y por qué la flauta travesera?

R.- “Amé el instrumento desde la primera vez que lo escuché…”. ¡Mentira!, solo fue por una especie de lotería que nunca gané. En mi hogar la música, de forma empírica, estaba integrada en el día a día. De esa manera conocí y aprendí a tocar un poco los instrumentos populares como el cuatro venezolano, la guitarra, el acordeón, el arpa, el órgano, la bandola... todo lo que pasaba por mis manos. Además de que me gustaba, mi abuela me obligaba a estudiar música para poder salir a jugar. Lo de la lotería con la flauta fue cuando comencé a estudiar música “en serio”. Fue en el reconocido sistema de orquestas de Venezuela. Allí, a los que no teníamos instrumentos nos los ofrecían prestados. Había que apuntarse a una “lista de espera” mientras estos llegaban cada dos meses. Por lo tanto, el próximo en llegar era el violín. Como un compañero mío se apuntó, yo también lo hice, siendo de los últimos de la lista. Cuando llegaron los violines algunos nos quedamos sin él, así que esperé la próxima remesa de instrumentos, que esta vez eran clarinetes. Me daba igual cualquier instrumento, con lo cual también me apunté. Y en este caso, pasó como con el violín, es decir, me quedé sin instrumento. El siguiente fue la flauta. La flauta tiene la particularidad de que puedes comenzar con una travesera de plástico -económica-, y así hice. Pero, cuando estas llegaron, pues ¡sorpresa!, también me quedé sin ella. Entonces, quien era mi profesor de flauta consideró que había avanzado y que debía continuar las clases. Fue a hablar con mi familia y con la tienda de música, quienes de alguna manera, no muy convencidos, adquirieron mi primera flauta. Ya le he cogido un cariño muy especial. Y de un tiempo para acá, ella a mí también...

P.- Haces música clásica, contemporánea, jazz, latinoamericana (Venezuela, Cuba, Brasil, Argentina…), pero también te atreves con el flamenco o las músicas de origen étnico oriental y africano. ¿Qué tienen en común todas estas formas de música?

R.- Lo has dicho bien, ¡me atrevo! El hecho de haber vivido desde la infancia la música popular y, a su vez, de haber querido y podido estudiar mi carrera de flauta, así como materias referentes a la composición, contrapunto, formas musicales, orquestación, sumado a mi experiencia sinfónica, me da otra visión y dimensión de la música. Me crea un inmenso respeto hacia todos los artistas de estos diferentes estilos. Luego, soy muy curioso y me encanta investigar e inventar, y si te integras con interés a cualquiera de estas formas de expresión llegas a conocer y sentir mundos infinitos. Cada uno de ellos es como el “espejo de Alicia”. No te lo puedes aprender todo pero puedes vivirlo y disfrutarlo. Todas las culturas y músicas tienen en común que nacen de raíces folclóricas y populares: de la gente, de sus alegrías y sufrimientos; por lo cual, genera una energía especial y sentimientos absolutamente auténticos. Todos estos estilos o géneros musicales están predestinados a convivir juntos. La fusión no es nada nuevo. Mucha de la obra de los grandes compositores de la historia fue inspirada en las músicas populares. Ahí tenemos a Béla Bartók, Dvořák, Grieg y aquí en España a Granados, Falla, Turina y muchos más. La diferencia es que en este siglo -XXI- puedes tener información global mucho más rápidamente, con lo que puedes mezclar culturas aún con mayor facilidad. Así, en cada artista está el gusto y la capacidad de hacerlo decentemente. Pero, en realidad, no estamos inventando nada nuevo.

“El flamenco va a revivir la música del mismo modo que, en su día, lo hizo el jazz”

P.- ¿Qué tiene el flamenco para atraer tan fuertemente a un músico caribeño, para engancharlo tan sólidamente, hasta el punto de componer una sinfonía para cajón y orquesta…?

R.- Aunque este concierto no es especialmente flamenco, lo he escrito inspirado en el aire, ritmos y frases flamencas y venezolanas, como la bulería, el joropo, la soleá y el merengue. He pasado 20 años inmersos en orquestas sinfónicas y eso te marca la vida. Transformar las diferentes músicas del mundo a este gran formato es algo que me apasiona, como la Suite Sevilla de Rafael Riqueni, original para dos guitarras, la cual he convertido en una obra sinfónica como encargo del Ballet Nacional de España. Por otra parte, el flamenco es una mezcla de culturas en sí mismo. Tiene la particularidad de que puedes escucharlo y disfrutarlo sin conocerlo, pero a medida que vas conociendo lo degustas cada vez más. El flamenco no es solo música y baile: es una manera de vivir; es otro mundo. He aprendido y sigo aprendiendo mucho de ello. Quizás en el flamenco es donde saben usar más el silencio como parte de la música. Son gentes que no tiene el trámite de pasar por una partitura pues tocan y reproducen lo que sienten y mantienen larguísimas e infinitas frases musicales (falsetas) en la memoria. Eso es asombroso para mí. Definitivamente, hay una parte del cerebro que se desarrolla con esta práctica -tal como los taxistas de Londres que tienen que aprenderse todas las calles de memoria-. Considero una gran suerte y excentricidad haber vivido y aún vivir tan de cerca el flamenco, con grandes figuras y artistas del momento: bailaores, músicos, compañías… Estoy consciente de estar viviendo una etapa si se quiere volcánica de una de los artes musicales más importantes de los últimos tiempos, con un nivel interpretativo y técnico muy alto. El flamenco va a revivir la música como lo hizo el jazz. En una oportunidad, un director de orquesta me habló de los “flamencos” lamentando que no sepan escribir y leer música. Yo le dije que, al contrario, era una lástima que muchísimos músicos académicos no conozcan este gran mundo.

P.- Latitud es el título de tu último CD. ¿Por qué latitud para encerrar en ellas a Piazzola, Lecuona, Bach o tú mismo?

R.- Fue idea de un amigo mío, Sergio Figallo. Al escuchar los ensayos justo antes de grabar, me dice: Omar, tu música engloba diferentes latitudes. Y es cierto. Esta música identifica diversos puntos geográficos y temporales y, si a eso le sumamos que el trío está conformado por dos músicos venezolanos -Carlos Franco y yo-, uno argentino -Sergio Menem- y una bailaora invitada de Irún -Nuria Cazorla-, pues, el nombre le queda como anillo al dedo.

P.- Dicho así, en general, los músicos -al menos los de formación claramente académica- no soléis significaros mucho políticamente, en contra de lo que sucede, por ejemplo, con las gentes del teatro. ¿Crees que hay alguna causa que explique esa característica… digamos gremial?

R.- Puede ser que las gentes del teatro se den cuenta más fácilmente de que los políticos también son actores -pero muy malos-. Bueno, hablando en serio, en mi caso particular, no entiendo mucho cómo tenemos tan poco criterio para escoger gobernantes. Veo la calle y nuestra cultura es la de escoger el menos “malo” y siempre acabamos en lo mismo. Yo no veo cuál es la solución salvo formarnos un criterio sólido. En Venezuela, desde joven, sentía que la cosa terminaría como al presente podemos apreciar. Mientras tanto seguimos crucificando “Judas” y “Jesucristos” para entretenernos, mientras los “Pilatos” se lavan las manos. Por ahora creo que debemos comenzar por mejorar las cosas con familiares, vecinos y allegados, que no es poco.

P.- Los viajes constantes de los artistas, a decenas y decenas de países, como es tu caso, ¿te acaban haciendo querer mucho más tu patria chica, llámese Venezuela o España?

R.- Las circunstancias particulares de mi vida me han llevado a cambiar de casa, ciudad y luego país, infinidad de veces. Así que esto quizá me ha formado como una persona “extranjera” de nacimiento. Luego, por mi trabajo no he parado de viajar y conocer lugares. Todo lo cual te enseña que los tópicos sobre las personas y países del mundo son solo etiquetas. Puedes tener más diferencia con un hermano o un primo que con un chino o un africano. En mi caso, eso es seguro. Por otra parte, es verdad que he pasado más tiempo en Madrid que en cualquier otra ciudad en toda mi vida. Tengo 20 años aquí, esposa e hijos españoles, así que esta es mi casa. Como aquí en ninguna otra parte. ¿Sabes lo que es estar un mes sin probar jamón?

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