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España en su concha

viernes 21 de abril de 2017, 08:48h

Las grandes potencias se adornan resucitando la guerra fría y nosotros nos paseamos por la huerta política de Murcia. Los populismos emergentes, de la extrema izquierda o de la extrema derecha, amenazan con desestabilizar medio mundo y los agitadores de Podemos se pasean en autobús. Somos más chulos que un ocho. La actualidad toca a rebato y nuestros gacetilleros más dicharacheros, intrépidos y risueños, se pasean por las playas y las montañas de la España en fiestas. Los destructores atómicos se citan en los mares y aquí se habla de cielos despejados, aguas azules, arenas soleadas y nieves primaverales. Europa se juega su futuro en Francia y por estos lares se encienden cirios pascuales, se bailan las vírgenes y se atascan las autovías.

Nuestros politicastros, encerrados en sus plazuelas desmontables, parecen encelados con sus toritos de feria. Un capotazo y otro más, repetidos y desalmados, sin respeto alguno al personal que financia tan triste espectáculo. No parece importarles nada de lo que sucede fuera de su recinto cotidiano. Persisten aquellos que bailan la sardana secesionista, cogiditos de las manos, dándole vueltas y más vueltas a la nada, incapaces de levantar la vista y otear el horizonte. Aquellos que buscan un mesías redentor andan a la greña, probándose a garrotazos, sin más objetivo que ocupar la sede central de su partido centenario. Los más, inmóviles y opacos, sin alzar la voz, solo piensan en quedarse como están todo el tiempo que haga falta.

Después de islamizar una nación que se declaraba laica desde su refundación, el Presidente turco Erdogan, a lomos de un referéndum cuajado de irregularidades, con la mitad de la población en contra, se ha convertido en un plutócrata iluminado. Salvando todas las distancias, algo parecido desea la Primera Ministra británica Theresa May: pretende que las urnas santifiquen su estrategia absolutista. Poco le importa que el Reino Unido se rompa en pedazos o que la inestabilidad económica se multiplique en su país. Solo quiere más poder del que tiene. Todo esto nos pilla, según parece, muy lejos. Los nuestros pasan de tanta incertidumbre. Aquí nos entretenemos con el desfile de corruptos por cuartelillos y juzgados, “actos de pura normalidad” que diría don Mariano.

El mutismo habitual del Presidente Rajoy, que le ha salvado en tantas ocasiones, se incrementa en estos tiempos críticos que vivimos. La oposición, por su parte, anda enredada en sus cosas. Nunca me pareció tan provinciano y alelado el país en que habito. Cuando sube la marea, como ha sucedido en tantas ocasiones a lo largo de nuestra historia, España se encierra en su concha.

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