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Busca a sus abuelos por Internet

martes 25 de abril de 2017, 14:23h

Las estadísticas indican un aumento incesante de las personas ancianas que viven en residencias o en sus pisos sin más compañía que los medios de comunicación, y algún que otro encuentro esporádico con los proveedores.

Muchas de estas personas han tenido familia, un trabajo o una ocupación que llenó sus vidas. Quizá disponen de una jubilación y hasta de una vivienda llena de recuerdos, y poblada de rumores queridos cada vez más imprecisos.

El placer de leer, de escuchar música, de hacer labores manuales, de contemplar buenos programas de televisión, de cocinar o de preparar unas flores en un jarrón o el té en el servicio adecuado, alcanza su dimensión más noble cuando puede compartirse, de vez en cuando, con otra persona.

Hay un hermoso haiku atribuido al poeta japonés Basso: "No decían palabra el anfitrión, el huésped y el crisantemo". ¿Qué habrían de decir, quizás, en ese preciso momento? Pero había un huésped al que el anciano acogía como anfitrión.

Cuando se habla de las personas mayores que viven solas se tiende a imaginarlas sin medios económicos o con dolencias físicas o sin ánimo para arreglarse. Algo de esto puede darse pues, en cierto modo, el ser humano no sólo vive sino que "vive para". Y es tan hermoso prepararse para recibir a alguien o para que te acompañe a la peluquería o de compras o a dar un paseo por un parque...o para ver a los nietos a la salida del colegio.

A veces, estas personas mayores no se atreven a pedir compañía porque piensan que otros la pueden necesitar más que ellas. Y es cierto. Hay ancianos a los que es preciso visitar para atenderlos en sus necesidades, echar una mano a la compra, acompañarlos al médico o a la farmacia o a arreglar unos papeles en una oficina... o a donde sea. Para ellos están dispuestos voluntarios sociales que quieren compartir un rato de su tiempo a la semana con sus "amigos de lujo". Se intercambian sus números de teléfono, se llaman de vez en cuando y, sobre todo, saben que, ante cualquier emergencia, por sencilla que sea, no están solos: están esos nietos adoptivos que han sabido hacerse querer y han acudido a la llamada. Los voluntarios nunca somos "enviados" sino que acudimos a una "llamada" que nos llega de las formas más variadas.

Así, ha prosperado ese hermoso servicio de la "Vivienda compartida", hoy “Convive”, que ha conjuntado cada año a más de un centenar de universitarios con personas mayores que vivían solas y disponían de espacio para compartir amistad y compañía sin retribución económica por parte alguna: los afectos que se han ido forjando son el mejor aval de un servicio que requiere de mucho cuidado en la selección de la pareja adecuada, en la preparación del encuentro y en el discreto seguimiento para la buena marcha de la convivencia.

Quisiéramos hacer una llamada a tantas personas que viven solas y que quisieran tener compañía de vez en cuando, a otras muchas que no se atreven a llamar por temor a molestar: ¡al contrario! la alegría es para el voluntario o la voluntaria social que se saben invitados, acogidos, queridos y, en cierto modo, llamados.

La grandeza de una civilización y la autenticidad de una sociedad se perciben, entre otras cosas, por el modo y manera como tratan a las personas mayores. Ellas son la garantía de la tradición en marcha, esto es, de un progreso que se renueva cada día. Que nunca tenga joven alguno que enterarse por Internet dónde están sus abuelos... ni que éstos tengan que escaparse, escondidos tras un crisantemo, para poder llenarlos de besos.

El crisantemo también desempeña una noble función.


José Carlos García Fajardo

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