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Nada por aquí, nada por allá

viernes 05 de mayo de 2017, 07:39h

Van perdiendo espacio en las portadas periodísticas y minutado protagonista en los informativos de radio y televisión. Van perdiendo credibilidad. Es lo que pasa, Pablo Manuel, cuando se repiten, una y otra vez, los mismos juegos malabares. El asombro inicial se va apagando y los espectadores terminan por aburrirse. Es lo que pasa, Pablo Manuel, cuando el personal descubre los trucos que utiliza el artista en sus funciones repetidas. Nada por aquí y nada por allá, nada de propuestas concretas por aquí y nada de proyectos programáticos por allá. Nada de nada. Solo se aprecian las pequeñas explosiones de humo blanco que pretenden ocultar la trampa. Una charada auténtica. Pablo Manuel participó en la campaña electoral de “Francia Insumisa” y pidió el voto para su colega Mélenchon, pero cuando su amigo se quedó en el camino y a la final solo han llegado el centrista Macron y la ultraderechista Le Pen, cuando hay que decidir por cuál de los dos se inclina Podemos, su lugarteniente Echenique declara que ellos no pueden decirle a los franceses de extrema izquierda lo que tienen que votar.

Cuando abundan las contradicciones, Pablo Manuel se oculta en su armario mágico. Abre y cierra las puertas repetidamente, para que los mirones comprueben que sigue dentro. Si las críticas se multiplican, atranca la salida y se escabulle por la trampilla trasera. Iglesias ha desaparecido. Ya no hay nadie en el ropero. ¡Oh! grita el público que se embelesa con las hazañas del escapista. Escondido en su refugio estratégico, otros compañeros le relevan en la tribuna. Aunque él no lo crea, aunque se considere el tipo más ingenioso y original de España entera, Pablo Manuel está más visto que El Tato, aquel personaje inevitable que se presentaba en todas las fiestas que se organizaban en Madrid. Así le llamaban y con ese apodo pasó a la pequeña historia de los dichos populares.

Después de sacar de su chistera todo tipo de animalitos, ahora se prepara para conseguir que desaparezca del escenario el elefante que nos gobierna, un numerito que solo han practicado hasta ahora los magos Siegfried & Roy en un Casino de las Vegas. Utilizando como telón las corruptelas en el Partido Popular, con su anunciada moción de censura Iglesias solo desea que se desvanezca en el aire el Partido Socialista. Despejado el escenario, con el paquidermo socialista fuera de foco, solo quedará él. Vaya por delante que existen, además de la corrupción, muchas razones objetivas para mandar el PP a la oposición, entre otras las deplorables condiciones en las que sobrevive un porcentaje muy importante de la población, pero tal cuestión es algo que no se resolverá con una iniciativa política que no tiene ningún futuro. Iglesias pudo hacerlo apoyando un gobierno progresista de regeneración nacional presidido por Pedro Sánchez, pero no lo hizo. Ahora, por mucho que Pablo Manuel se desabroche la chaqueta y nos grite aquello de nada por aquí y nada por allá, a Iglesias se le ve el plumero.

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