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'Las hermanas Rivas': cuestión de hormonas

'Las hermanas Rivas': cuestión de hormonas

viernes 05 de mayo de 2017, 08:24h

Dos nombres del teatro argentino afincados entre nosotros hace ya varios años, Adriana Roffi y Mariano Rochman, continúan cosechando sonrisas y perplejidades entre todos los espectadores con ‘Las hermanas Rivas’, ahora en el Teatro Lara, aunque la pieza lleva ya en cartel varias temporadas, y con idéntico resultado, la creciente atención, la sorpresa y la complicidad de los espectadores de ambos sexos, aunque uno de ellos sale peor parado que el otro.

No importa mucho eso porque otro argentino, Jorge Luis Borges, unos cuantos (bastantes...) años antes escribió un relato llamado La intrusa que ha servido de base a ‘Las hermanas Rivas’, aunque aquel relato parece el envés de este, ya que Borges hacía compartir una mujer a dos rudos y primarios hombres de la Argentina profunda, mientras que aquí sucede justamente lo contrario, a saber, que son dos las hermanas, las Rivas, Dolores y Angustias, quienes se reparten equitativamente la inmensa ración de hormonas masculinas de un joven bien parecido y fortachón, de esos con quienes ellas sueñan aventuras de cama que sonrojarían a algunos productores de películas porno.

Una de ellas, Dolores (estupenda Luciana Drago),de forma obsesiva, abierta, casi obscena, mientras que la otra, Angustias (contenida y también granactriz Regina Ferrando), lo hace de forma mucho más recatada, íntima pero al fin y al cabo tan feroz como la primera.

El hombre por el que beben los vientos las dos hermanas Rivas es boxeador de pesos medios y le llaman el Potro Estrella (Mariano Rochman configura su personaje con auténtica maestría), un hombre primario que no se sabe muy bien si pone antes el sexo que el gimnasio o viceversa. En todo caso, su brutalidad llena de cierta inquietud el ambiente desde el mismo momento de su irrupción en escena, cuando acude a casa de las Rivas abrazado a Dolores, que no puede evitar salir a la caza y captura del macho cada fin de semana. Es su vía de escape para huir de las tediosas, reiteradas y aburridísimas tardes de visitas a sus tías, ya entradas en edad, que no modifican sus costumbres ni con la sacudida mayor de un terremoto grado 8 en la escala de Richter. Angustias parece más conforme con su suerte hasta que llega el amante de Dolores, que pone en un inquietante desorden sus instintos sexuales más animales, aunque siempre modulados por la buena educación de una señorita de provincias. Dolores trabaja en un matadero y Angustias en una fábrica de pesticidas, como administrativo. De todas formas, el hecho es que la llegada del Potro trastorna a las dos jóvenes que, como todo lo comentan, todo lo consensuan, y mantienen una hermandad que funde los lazos de la sangre con la amistad más íntima, deciden de mutuo acuerdo compartir amigablemente los favores del hombre que han decidido albergar en casa.

Las escenas trascurren en la sala de estar de unas chicas de economía modesta, más que justa (apenas un par de sillas y una mesa humildes, un sofá de flores que parece comprado en el peor rastrillo de quinta mano...), de pronto convertida en una especie de gimnasio con el saco en medio de la estancia, colgado del techo por el Potro, en donde, además, enseña los rudimentos del varonil deporte a las hermanas Rivas, como forma de lucimiento del macho ante ellas, y como excusa para poder abrazar a la más mojigata de ambas, Angustias, que no sale del circuito que va de la concina a la sala, a la habitación de dormir, y a las visitas a las tías y al cementerio para arreglar la tumba de sus padres.

Con aires tragicómicos que, a su vez, se deslizan en un ambiente sórdido de novela negra, las relaciones de las hermanas y el Potro van adquiriendo tintes inquietantes cuando las mujeres se dan cuenta súbita de que su relación fraternal puede ponerse en riesgo por la irrupción de un hombre cuyas hormonas pesan bastante más que su cerebro.

A pesar de una atinada dramaturgia y una puesta en escena más que acertada, la interpretación estupenda de estos tres actores tiene aún más mérito si tenemos en cuenta las frecuentes irrupciones del sonido de la sala grande del Teatro Lara, que simultanea la representación de ‘La llamada’ con ‘Las hermanas Rivas’ en claro detrimento de este montaje. La cuestión es muy simple: o no se programa nada en la sala pequeña del Lara si en la grande hay un sonido tan amplificado, o se aíslan acústicamente ambos espacios mucho mejor, para que el clímax de obras tan interesantes como la de estos tres personajes marginales y desgraciados, no se vea perjudicada tan clara y negativamente. Así, desde luego, ni gana el teatro, ni gana el Lara.

‘Las hermanas Rivas’ (Versión libre del cuento “La intrusa”, de Jorge Luis Borges)

Autoría: Adriana Roffi y Mariano Rochman

Directora: Adriana Roffi

Intérpretes: Luciana Drago, Regina Ferrando y Mariano Rochman

Iluminación: Martín Egido

Fotografías: Life Triumph

Vídeo: Joppe de Bernardi

Asesor de boxeo: Quique Gómez Carrillo

Una producción de Doble Sentido Producciones

Teatro Lara, Madrid

Hasta el 30 de mayo de 2017

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