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Por trece razones o formas de tratar el 'bullying'

lunes 08 de mayo de 2017, 09:24h

Como parte de los talleres que COGAM-Educación lleva años realizando para prevenir el acoso escolar LGBT+fóbico, involucramos a los alumnos en actividades dinámicas de refuerzo de empatía. Una de ellas consiste en repartir doce tarjetas entre los miembros de la clase, que luego leerán, en el orden indicado, en voz alta y poniéndose de pie:

1. Yo soy humillad@
2. Yo me siento vulnerable, indefens@
3. Yo tengo miedo
4. Yo soy incomprendid@
5. Yo me siento aislado
6. Yo estoy sol@
7. Yo siento rabia
8. Yo me siento culpable
9. Yo me siento triste
10. Yo estoy nervios@, tengo ansiedad
11. Yo siento impotencia
12. Yo no tengo esperanza

Conforme leen, la atmósfera de la clase va haciéndose más silenciosa y triste, pues los asistentes al taller identifican rápido la situación y habitualmente se sienten identificados con al menos alguno de los pasos. Estas tarjetas ponen voz a lo que siente una persona que está siendo acosada, en el orden que lo siente según el acoso se extiende en el tiempo. Además, sirve para empatizar porque todos y todas hemos sentido alguna de estas emociones e imaginamos lo duro que es sentirlas continuamente.

La decimotercera tarjeta sería algo así como yo quiero morir. Sin embargo, esta tarjeta nunca se incluye en la actividad. Siempre recomendamos a nuestros voluntarios no hablar de suicidio si se puede evitar, a pesar de que es una realidad que se produce con más frecuencia de la que solemos pensar. Esta recomendación es necesaria porque, si en la clase hay una persona inmersa en esta situación, es fácil dar la impresión de que el suicidio es el fin inevitable o una solución válida.

Hace poco vio la luz en Netflix una serie llamada Por trece razones, ampliamente comentada y recomendada. En ella, podemos ver el mismo proceso que nosotros explicamos en la dinámica, pero contado por una chica que deja unas cintas grabadas antes de suicidarse. La perspectiva que nos muestra es la de Clay, un chico que las oye tras su muerte. En la serie ya no hay remedio, la tarjeta número trece está allí desde el principio.

Esta chica, Hannah, no es acosada por LGBT+fobia exactamente, pero muchos de los motivos que la llevan al suicidio tienen raíces machistas, igual que las tiene la LGBT+fobia. Cuando todo el alumnado la señala por mostrar la ropa interior en una foto que no ha sido tomada con su consentimiento, es machismo. Cuando un acosador se burla de un chico por tener comportamientos considerados femeninos, también es machismo.

Es una serie que podría ayudar a concienciar a padres, madres y educadores. Sin embargo, varias personas que están actualmente sufriendo acoso han confesado que verla les ha provocado ganas de dañarse, aun cuando hacía tiempo que no lo hacían. Personalmente, y siendo alguien con amplio contacto con gente que ha sufrido bullying, tampoco me ha gustado. Me parece demasiado derrotista, ya que no incita a buscar ayuda o a cambiar las cosas, sino que presenta el desastre como inevitable.

En COGAM-Educación también utilizamos materiales que se pueden considerar fuertes, como puede ser el vídeo de JonnahMowrry, en el que un niño acosado explica el mismo proceso a cámara mediante mensajes escritos. La crudeza del vídeo hace que el voluntariado no siempre lo utilice, pero hay una diferencia esencial: en este caso, el chico está pidiendo ayuda. Aunque muestre la gravedad de su situación, es fácil dar esperanza después de verlo, ya que podemos contar la historia real, en la que consiguió esa ayuda y logró ser una persona feliz. Mostramos una mala situación, pero con solución.

Tratar el bullying es positivo de cualquier forma que se haga si sirve para concienciar, aunque si vas a tratarlo con adolescentes que puedan estar sufriéndolo, Por trece razones no parece el material más adecuado. Pero a nivel social, ¿realmente necesitamos que una serie nos muestre que podemos ser causantes -por acción u omisión- del sufrimiento de una persona? Por las cifras de agresiones y los debates suscitados, todo parece indicar que sí. Y quizá en ello radique el éxito de la serie.

Al final del taller, tratamos el tema del acoso escolar y de por qué surge. Hablamos de estereotipos y prejuicios y, entre todos, llegamos a la conclusión de que es el miedo a lo diferente lo que lo provoca. Nos hacemos comprender, voluntariado y alumnado, que está en mano de la masa pasiva detener al acosador/a y apoyar al acosado/a, aumentar su autoestima, hacerle ver que no está solo. Siempre es interesante ver sus caras al plantearse para sí qué harían ellos, con qué rol les es más fácil identificarse, si algo en su mente hace clic en ese momento.

Pero los estereotipos están ahí fuera, y con ellos, la discriminación, el rechazo, las miradas de desaprobación…No encajar en la manera en que las piezas están articuladas en la sociedad, estar fuera de “la normalidad”, es lo que desencadena el miedo al diferente y, con él, el acoso y los delitos de odio. Los delitos de odio son esas conductas motivadas por el rechazo y la discriminación hacia las personas, ya sea por su origen racial o étnico, país de procedencia, tener una discapacidad, sus creencias, su orientación sexual, su identidad de género o cualquier otra circunstancia social. Según el Ministerio del Interior, en 2015 hubo 1.328 delitos de odio en España, que incluyen lesiones, amenazas, vejaciones, abusos, daños, trato degradante... La mayoría de estos delitos no están visibilizados o ni siquiera llegan a denunciarse.

Hannah, en la serie, es víctima de ese odio, aunque los motivos sean otros.Una víctima que no entraría en esta estadística. Por lo general, no reconocemos la burla y la marginación como delito de odio. Delito nos parece una palabra muy fuerte, pero igual de fuertes son los efectos que el bullying provoca en las personas. Clay es quien encuentra las cintas. Es la mirada de la sociedad, de cada uno de nosotros. Desde COGAM-Educación luchamos para abrir los ojos y mostrar que hay muchas realidades y que todas merecen respeto. Para que cualquier Clay pueda ver las razones sin necesidad de esas cintas. Para que no haya más Hannahs.


Alba Calejero y Gloria P. Ortiz (COGAM-Educación)

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