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PSOE: un debate inútil y de bajo nivel

martes 16 de mayo de 2017, 12:24h

Según sus organizadores el debate entre los candidatos a dirigir el PSOE debería haber servido para preparar la reconciliación del partido y para aclarar a los militantes las posiciones de cada una de las candidaturas. No logró ni lo uno ni lo otro. En el debate, los contendientes apenas lograron sujetarse para no parecer demasiado agresivos y en el postdebate ha sido evidente que las espadas continúan en alto, si acaso más enhiestas que antes. La reconciliación parece ahora más difícil que la víspera del debate.

En cuanto a la oportunidad de exponer las posiciones de los candidatos fue más importante lo que se silenció que lo que se expuso. Desde luego, Patxi López, que parecía tener cosas que decir, empleó la mayoría de su tiempo en repetir machaconamente que la principal tarea es evitar la división, la lucha de unos contra otros, etc., etc. Por cierto, creo que a este respecto lo más inmediato oculta lo profundo. Es cierto que la crisis del PSOE se refleja en una enorme división interna, pero no es menos cierto que la crisis también se refleja en la falta de estatura política de los candidatos y el bajo nivel de sus discursos en el debate.

Los dos candidatos más enfrentados también parecieron enzarzados en una carrera para demostrar quién era el más indocumentado. De un lado, un tipo poco confiable, con pocas ideas propias, y de quien Patxi López todavía no está seguro que sabe lo que es una nación. Por cierto que la respuesta de Sánchez a esa pregunta fue raquítica: una nación sólo tiene bases identitarias según el compañero Sánchez.

Y del otro lado, una candidata de argumentos rudimentarios, de un majestuoso vuelo de gallina, con un pragmatismo plomizo. ¿Dónde quedaron los dirigentes socialistas de sobrada densidad intelectual, de lenguaje culto y sin embargo inteligible?

López tuvo algunos destellos de cierta cultura (política y de la otra) pero tras reiterados intentos fue arrastrado hacia el bajo nivel general del debate. Un debate que estuvo lastrado por la reiteración de los mitos que componen la vieja cultura política del socialismo español: demostrar quién es más de izquierda, quien tiene menos sentido de Estado, quien es más capaz de incrementar el gasto público, quien responde más al sentir de las bases (independientemente de lo acertadas que estén), entre otros.

Sánchez demostró que es campeón en carecer de sentido de Estado. No importa adonde vaya el país, lo que importa es mantenerse en el NO es NO. Y quien tenga la tentación de hacer algún pacto de Estado es simple y sencillamente un traidor al socialismo. Pero lo sorprendente es que Susana Díaz no le enrostrara esa falta de sentido de Estado. Mi juicio es que no lo hizo porque eso no le pareció rentable electoralmente frente a la galería; lo que nos da una idea de la calidad de la cultura política de esa galería (la militancia de base del PSOE).

Esa falta de rigor se agravó cuando tocaron el segmento socioeconómico. En este campo ninguno de los candidatos mostró ni un atisbo de política económica. Eso sí, todos compitieron por impulsar un mayor incremento del gasto social. ¿Qué no cuadran las cuentas públicas?, pues peor para ellas. Supongo que a los economistas de Bruselas que hayan visto el debate se les habrán erizado todos los cabellos.

Un tributo parecido pagado a la cultura política de baja calidad fue la discusión sobre la democracia partidaria. Está claro que Sánchez quiere un partido con pocas mediaciones entre el líder y la militancia. En el fondo eso no es otra cosa que dirigir el partido a golpe de tambor. Pues bien, nadie fue capaz de defender la combinación entre democracia asamblearia y democracia representativa en el interior del partido. Sólo Patxi López habló de la necesidad del “control de los dirigentes”, como si la democracia representativa que expresa el Comité Federal fuera únicamente un organismo de control y no el órgano de dirección del partido entre Congreso y Congreso; como si ya no estuviera claro que la democracia de los referndum es mucho más manipulable que la democracia representativa.

Lo dicho, un debate de bajo nivel, dirigido hacia la galería, donde la indocumentación temática predominó el escenario. No hay duda de que la votación del día 21 deberá esforzarse por elegir no la mejor candidatura sino por escoger la menos mala. Y en tal sentido, todo indica que la que ofrece menos riesgos es la de Susana Díaz, pese a su pragmatismo rudimentario. La pregunta es si será capaz la militancia del PSOE de hacer esa reflexión ponderada, pensando sobre todo en los electores.

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