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Con su pan se lo coman

viernes 26 de mayo de 2017, 08:46h

Un buen amigo, votante tradicional del PSOE, visto lo visto, me comenta lo siguiente: "Nunca votaré a un partido socialista que adopte los planteamientos programáticos de la izquierda populista y radical. Siempre he sido un elector centrado, progresista y sensato, defensor del estado del bienestar y partícipe de una España social, solidaria, europeísta, cohesionada y unida”. Como vemos, el regreso de Pedro Sánchez ha dejado fuera de juego a muchos socialistas. Temen una radicalización del PSOE, que quedaría expuesto a la vampirización ideológica y estratégica de Podemos. Les preocupa que Sánchez se acerque o se someta al discurso inviable y utópico de la extrema izquierda, lo que provocaría, según ellos, la desaparición de su partido y la consolidación de la derecha conservadora.

Le recuerdo a mi amigo que Sánchez ha vuelto a lomos de la mayoría de los militantes, pero ese argumento no le convence: “cuando hablas de mayoría debes referirte a la mitad de la militancia, unas sesenta mil personas aproximadamente, más que suficientes para ganar las primarias, sin duda alguna, pero nadie sabe aún si ese porcentaje se corresponde con lo que opinan los millones de simpatizantes y votantes del PSOE. Sin el apoyo del centro izquierda sociológico, sin la ayuda de esa mayoría silenciosa que no ha participado en los comicios internos del PSOE, en este país nuestro no se ganan unas elecciones generales. Los partidos políticos no son una propiedad privada de sus afiliados y dirigentes, son un instrumento que encauza la participación de la ciudadanía en la vida política”.

Algunas organizaciones, ensimismadas y perplejas, terminan por suicidarse en sus fortalezas amuralladas. Le acaba de pasar al Partido Socialista de Francia. Sucede entonces que otras fuerzas emergentes ocupan el espacio que dejan vacío los suicidas. Así son las cosas. Concluida la cruenta batalla de Ferraz, las gentes moderadas de izquierdas han quedado cautivas de un personaje mutante y volátil, que se desdice de lo dicho las veces que haga falta, que triunfa en las disputas internas y pierde todas las elecciones municipales, autonómicas o generales a las que se enfrenta. Los derrotados, muy numerosos aún, acampados como los Galos de Astérix en una aldea andaluza, se preparan para la reconquista de lo perdido. En cualquier caso, ajenos aparentemente a los problemas que padecen los ciudadanos más vulnerables y abandonados, dirigidos ahora por un zascandil de la política, intentaran recomponerse y recuperar la credibilidad que siempre tuvieron. Mientras tanto, como dice mi amigo, que con su pan se lo coman.

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