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Desplante de Rafaelillo ante su segundo
Desplante de Rafaelillo ante su segundo (Foto: Arjona)

San Isidro: un horroroso petardo de los novillos de 'Saldos Miura' cierra en negro la Feria

domingo 11 de junio de 2017, 22:17h
Peor, imposible. O casi. Los griios de 'toro,toro', cuando los que saltan a la arena son los otrora terroríficos miuras, fueron el mejor resumen del plúmbeo festejo que cerró una Feria, una Feria más. El petardo del hierro este domingo fue desde su presentación anovillada a su flojera -dos fueron devueltos por esta causa y debieron serlo todos- y a su falta de casta. Ante este saldo, poco pudieron hacer Rafaelillo y Rubén Pinar. El otro petardo del apellido fue para Dávila Miura, que se enfrentó a dos sobreros, de Buenavista y Ventorrillo, a los que se les caían las orejas y con los que fue incapaz de lucirse.

La pregunta que recorría los tendidos no debe tener la respuesta en el viento, como la famosa canción de Bob Dylan. Debe ses más fácil. ¿No había en Zahariche seis toros con el habitual trapío de los miura, en lugar de las sardinas con cuernos, y tampoco mucho, no crean, que mancharon la hoja de servicios a la Fiesta del mítico hierro? Entonces, al margen de su pésimo juego y nulas fuerzas, que eso se comprueba después, ¿por qué enviaron esta novillada? ¿Será por dinero?

Será. Que la respuesta no está en el viento. Seguro que la corrida de Pamplona y alguna otra que lidien en Francia, donde se paga mejor, aunque se recaude menos, pertenece a lo que se entiende por la cabeza de camada: o sea, a los bureles de mayor presencia. A esos que deberían saltar a la plaza más importante del mundo. Claro, siempre que los paguen.

Los que pagaron el pato en este desafuero para cerrar el abono isidril, sobre todo, fueron Rubén Pinar y Rafaelillo, en este orden. El de Albacete, porque se jugaba a una carta o casi su temporada y necesitaba un triunfo, del que por historial y capacidad parece más que preparado. Y con los do inválidos que le correspondieron en desgracia, prácticamente quedó inédito.

Ni un capotazo ni un muletazo le permitieron los dos de su lote, protestado con la fuerza que los novillos no tenían por parte de toda la plaza, pero que el presidente, Javier Cano, en una auténtica tomadura de pelo a la afición, mantuvo en la arena. Vaya, pues, otra pregunta: ¿A quién defiende la autoridad? A los paganos que mantienen el negocio, no. ¿Entonces? Tampoco la respuesta debe estar en el viento, tampoco.

A Rafaelillo, al que apodera el empresario Simón Casas –el que había adelantado que en su debut isidril iba a haber 10 puertas grandes, 10, y sólo ha habido tres, una de ellas, la de Ponce, regalada- no le perjudica tanto el que sus dos novillos le impidieran otra cosa que mostrar que él tenía más casta que lo bureles, intentando, hasta de rodillas, lo imposible con semejantes raspas inválidas.

Y se supone que a Dávila Miura, cuyo único mérito para entrar en el cartel después de muchos años retirado es su segundo apellido, tampoco le perjudica el petardazo que protagonizó, ya que parece estar de paso y darse algún caprichito, con la anuencia de la empresa venteña, como el de este domingo. Porque, paradójicamente, no mató ninguno de los de la familia, y sí dos nobilísimos y encastados sobreros de Buenavista y El Ventorrillo, dos bombones a los que seguro cualquiera de los peores novilleros del escalafón les habría cortado las orejas.

Ficha

Cuatro toros de MIURA, sin trapío, ni fuerza, mansos y descastados. 2º, sobrero de BUENAVISTA, y 5º, sobrero de EL VENTORRILLO, bien presentados, bravos y nobles. RAFAELILLO: silencio; ovación. DÁVILA MIURA: silencio, fuerte división. RUBÉN PINAR: silencio; silencio. Paza de Las Ventas, 11 de junio. 31ª de Feria. Casi lleno.

CRÓNICA DEL FESTEJO ANTERIOR

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