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Una semana después, un año después y 30 años después

miércoles 21 de junio de 2017, 08:53h

Como si de una premonición se tratase, la ola de calor de la semana pasada ha sido, no solo climatológica sino política, habiendo subido la temperatura unos cuantos grados con la moción de censura y la celebración del congreso socialista de las costuras. Tanto un acontecimiento como el otro, han tenido al PSOE de protagonista directa o indirectamente y al Partido Popular como sujeto activo y pasivo al que por uno y otro lado le llovían las críticas más feroces. En la moción de censura, Irene Montero demostró unas cualidades parlamentarias de las que muchos dudaban, dando la talla y haciendo fruncir el ceño a Mariano Rajoy que miraba estupefacto como desarrollaba un discurso bien armado y con argumentos de peso, dando un protagonismo estelar a los casos de corrupción que envuelven al PP por los cuatro puntos cardinales, enumerando hasta un total de 65 casos donde los de Génova son protagonistas. Siempre se ha achacado a Podemos la falta de propuestas, pero en la moción de censura quedó de manifiesto que su discurso no es hueco y también que asumen los errores del pasado, haciendo una autocrítica que se echaba en falta.

Ese día se oyeron los tópicos de siempre: “Rajoy es presidente porque Podemos votó en contra” argumento manido pero no del todo exacto. A Pedro Sánchez 1.0 le faltó tiempo para echarse en los brazos de Albert Rivera en una acción contra natura del socialismo. El PSOE siempre buscó alianzas a su izquierda, hasta la irrupción del susanismo de cámara, gestora incluida, que prefería tender puentes hacia el centro político. Los socialistas igualaban al PP en su discurso de repulsa hacia la formación morada, en un tono muy similar al empleado por la formación conservadora. Populismo, Venezuela, chavismo, Irán….. todo valía a la hora de descalificar a Podemos, en un discurso recurrente, al que en más de una ocasión, los tribunales se encargaron de desmentir gran parte de las acusaciones vertidas contra el partido morado.

La moción de censura, al igual que las dos precedentes, cumplieron con su objetivo que no es otro que dar visibilidad a quien la propone y a ser posible, reforzar la figura del líder que opta -hasta ahora siempre sin posibilidades- a ocupar la presidencia del gobierno. Felipe González consiguió el pleno, pues dio talla de estadista dejando en el armario el traje de pana y la camisa de cuadros, y el partido se publicitó ante el electorado como una alternativa real de gobierno. De Hernández Mancha, mejor no perder tiempo en recordar su esperpéntico paso por la tribuna de oradores, pero si recordar a Rafael Hernando, Soraya Sáenz de Santamaría y otros portavoces populares, que aquel simulacro de candidato a la Moncloa, obtuvo menos votos favorables de los que ha tenido Podemos. Se han mofado diciendo que ya se sabía que no podían sacar adelante la votación favorable, pero….. ¿Cómo se podría calificar a los entonces miembros de Alianza Popular, cuando provocaron la moción de censura a un gobierno que tenía en la cámara mayoría absoluta, como era el caso del PSOE en 1987? La respuesta es sencilla: populista e improcedente.

Pero también nos vamos a remontar a lo que ocurría hace un año, en vísperas de unas elecciones generales tras el fallido intento de investidura de Pedro Sánchez 1.0. Por aquel entonces seguíamos con un gobierno en funciones, un confuso clima electoral y un ambiente de euforia en la coalición Unidos Podemos, que confiaban en obtener el tan manoseado sorpasso a los socialistas. Las encuestas previas, analizando los sondeos electorales más significativos, daban al PP de Mariano Rajoy, que en diciembre 2015 recabó el 28,7% de los votos, un crecimiento hasta el 29,4%, logrando una cómoda ventaja de 4,5 puntos sobre Unidos Podemos y de 8,3 puntos sobre el PSOE. En la nueva coalición entre Podemos e IU, Pablo Iglesias solo mejoraría medio punto, llegando al 24,9%, pero preveían sumar con IU, una quincena de diputados, pasando de 71 a 86 u 87, superando cómodamente a los socialistas. Tras su fracaso en la investidura, Pedro Sánchez 1.0 caería del 22% al 21,1% de los sufragios y se dejaría otros 10 escaños, de 90 pasaría a 80. A Albert Rivera le daban también un avance, subiendo del 13,9% al 14,8%, y se quedaría con sus 40 diputados.

Pero las urnas son soberanas. Los españoles prefirieron al Partido Popular con un resultado muy superior en votos y escaños al que consiguió en el mes de diciembre de 2015, aglutinando el 33% del voto con casi 7,9 millones de papeletas y 137 diputados. Todas las demás fuerzas fueron castigadas. El PSOE perdió incluso cinco diputados y sólo logró 85 diputados con algo menos del 23% del voto y 5,4 millones de papeletas. Se había dejado en el camino desde el 20-D 2015, más de 120.000 votantes. Es anecdótico constatar cómo perdiendo estrepitosamente en su feudo histórico de Andalucía, donde se vio superado por el Partido Popular con la lideresa Susana Díaz al frente, aquella que dice que le encanta ganar, los socialistas mordieron el polvo como jamás lo habían hecho. El único consuelo de tontos en la noche electoral para los socialistas, fue haber sorteado el tsunami del sorpasso con el que todas las encuestas le amenazaban.

Esa noche, cuando compareció ante sus seguidores en la sede de Ferraz Pedro Sánchez 1.0, no dio muestras de estar pensando en una retirada y no sabemos si aconsejado por alguien o fruto del calor de una noche de verano, soltó aquella frase que no mejora ni el mismísimo Forrest Gump, maquillando su resultado y haciendo hincapié en que “el PSOE ha conseguido mantenerse como la primera fuerza de la izquierda”. Unidos Podemos y Ciudadanos, fueron los otros grandes perdedores, especialmente por las altas expectativas que habían alimentado y que se vieron defraudadas. Rajoy tal y como dijo esa misma noche, quería ofrecer preferentemente un acuerdo al PSOE, alumbrando la tan deseada gran coalición. El resto, ya lo sabemos. NO es NO, descabezamiento de Pedro Sánchez 1.0 y abstención socialista. Un año después, el PSOE de Pedro Sánchez 2.0, es otro partido que no está dispuesto a cometer los mismos errores, ni por supuesto los mismos favores.

Y de lo ocurrido hace treinta años, solo dedicarle lo que se merece: respeto y recuerdo. Me refiero al salvaje atentado de Hipercor en Barcelona que se llevó 21 vidas por delante y cientos de heridos y afectados física y mentalmente como consecuencia del atentado. Hoy ETA ya no existe y el terrorismo de la banda criminal es historia, pero en nuestra memoria queda el dolor de un país que sufría la barbarie de los atentados, y la insensibilidad e indiferencia internacional. No había en aquel tiempo campañas de solidaridad con España, ni con sus ciudadanos tipo Je suis Charlie, o We are London, como ahora se hace ante los crímenes yihadistas de Paris y Londres que nos conmueven y que especialmente sentimos como propios y rara vez abrían los informativos de otros países ¡Treinta años, de aquello!, treinta años no es nada...

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