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Lo que ocurre cuando Harry Potter preside la Generalitat

viernes 07 de julio de 2017, 08:34h

Es evidente que el reto soberanista catalán está tomando unos derroteros de desafío inaceptables, pero a la vez se percibe un cierto aire de ingenuidad en quienes lo lideran. Parece que los mismos que crean leyes de desconexión como ellos lo llaman, no actúan con respeto a otras leyes que evidentemente afectan a la totalidad de los españoles, catalanes incluidos, aunque ellos no se consideren portadores de dicha nacionalidad. Las leyes se reforman si se tiene la mayoría suficiente para modificarlas, pero no es el caso. Cuando alguien plantea un pulso secesionista contra un estado que le protege, le da condición de ciudadano europeo de pleno derecho y le dota de infraestructuras desde hace años, no debe actuar con la soberbia como bandera y la estupidez como norma.

Según una encuesta publicada, existe un 40% de españoles que pide aplicar el Artículo 155 de la Constitución, que podría suspender la autonomía catalana si se lleva a cabo el tan aireado referéndum del 1 de Octubre. Curioso, pero en esta misma fecha, en una ceremonia solemne celebrada en la Capitanía General de Burgos, el general Franco fue investido como Jefe del Estado. Durante su mandato, cada 1 de octubre sería conmemorado oficialmente todos los años como el día de la Exaltación de Franco a la Jefatura del Estado o simplemente como Día del Caudillo. Parece obligado que cuando alguien elige una fecha determinada para celebrar un acontecimiento, debería repasar el calendario y sus efemérides correspondientes, para no meter la pata hasta el corvejón.

Sin ir más lejos, en 1988, concretamente un 17 de julio, nació Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón, hijo primogénito de la infanta Elena y Jaime de Marichalar. Venga esta fecha a colación, pues el parto de la díscola criatura adolescente que ahora veranea con su novia en Ibiza, se adelantó un día para evitar que su nacimiento coincidiese con el 18 de julio, día del levantamiento militar de Franco que dio el pistoletazo de salida (nunca mejor dicho) a la Guerra Civil. El entonces Rey Juan Carlos sabía bien de la simbología de las fechas y quería evitar cualquier chascarrillo a cuenta de su primer nieto. El monarca cambió incluso de fecha el discurso de felicitación de navidades a los españoles, del 31 de diciembre de Franco, a un discurso en Nochebuena con un escenario familiar y cercano. ¡Las fechas son muy importantes Carles!

Pero volviendo a la encuesta, el 60,9% de los catalanes apoya la consulta unilateral, pero otro 86,2% se mostraba de acuerdo con un referéndum pactado entre el Ejecutivo autonómico y Mariano Rajoy. Tampoco olvidemos que contra la opinión de un buen número de españoles favorables a aplicar el Artículo 155, Felipe González y Aznar incluidos, nos encontramos con un 47,6% que se opone a esa medida extrema. El PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza, aboga por el dialogo y apela a la imaginación política que se le exige en estos momentos críticos al presidente Rajoy.

Las fantasías soberanistas del president Puigdemont, al que yo veo como una versión evolutiva de Harry Potter con 50 años, han tomado al famoso mago como fuente de inspiración, existiendo ciertos paralelismos, que son algo más que una simple coincidencia. Harry Potter (Puigdemont) y sus amigos Hermione Granger (Oriol Junqueras) y Ron Weasley (Artur Mas) durante los años que pasan en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería (Palau de la Generalitat) desarrollan un plan para vencer en una lucha titánica, al malvado mago Lord Voldemort (Mariano Rajoy) quien “asesinó” a los padres de Harry (papá Referéndum y mamá Urna). En un intento fallido de matar a Harry (¡no exactamente claro!) intentaban poder acabar con la profecía que citaba su propia muerte (¡Cataluña independiente!). Ni Voldemort logra acabar con la vida de Harry Potter, ni este da más de sí, con varita o bastón de mando incluido. Harry llega a reconocer que su propia mentalidad única, lo hace predecible ante sus enemigos y a veces nubla su percepción de lo que está bien, y lo que no.

Jugar a la independencia es divertido, pero engañar con la independencia, es malintencionado. Los argumentos que se esgrimen para la secesión, no aguantan un primer examen y mucho menos si se intenta vender el hecho nacional catalán, con un reconocimiento inmediato de la Unión Europea a una nación independiente que solo existe en el mundo ilusorio de los secesionistas. Estas mismas voces que proclaman la libertad de expresión esgrimiendo esteladas y proclamando soflamas antiespañolas, son las mismas que responden al conseller de Empresa y Conocimiento, Jordi Baiget, que este este pasado lunes dijo que "probablemente el ejecutivo no podrá organizar el referéndum sobre la independencia de Catalunya”, con el cese fulminante. Está claro que el discurso único independentista, no admite cuestionamiento ni disidencia alguna.

Es evidente que las urnas son soberanas y que el pueblo tiene la palabra en cualquier caso, pero para que un referéndum tenga validez, tienen que darse unas circunstancias de imparcialidad y legalidad, que en este caso no se cumplen. Un referéndum sin garantías, es un fraude, pero según lo plantea Harry Puigdemont, es una burda farsa a la democracia, y me explico. Dice el susodicho mago, que si sale el SI, proclama la república en 48 horas... pero si sale el NO, convoca inmediatamente elecciones plebiscitarias para ver si las gana y vuelta a empezar y así hasta que salga, lo que él quiere que salga ¡Bravo Harry!

La legalidad actual, puede ser reformada, igual que se revocaron las leyes de la dictadura por una Carta Magna, pero este texto actualmente no permite esta posibilidad de consulta, al igual que no admite que reine una mujer (Infanta Leonor) por poner dos ejemplos. Es evidente que hay que revisar la Constitución y adaptarla a las nuevas realidades políticas españolas muy distintas a las existentes en 1978, y sin duda hay que dar una respuesta a la situación territorial en general y a la catalana con carácter de urgencia en particular, pero las leyes ante todo están para respetarlas, y los gobernantes deben dar ejemplo de cumplirlas los primeros, Carles Puigdemont incluido.

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