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El plurinacionalista

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
miércoles 26 de julio de 2017, 09:11h

En el momento más inoportuno. Cuando, por fin, el gobierno toma la actitud que hace tiempo debía haber tomado de controlar las cuentas con las que unos dirigentes sediciosos pagaban o pensaban seguir pagando, con el dinero del Estado, los más brutales ataques contra el mismo, Pedro Sánchez, secretario general del PSOE sale desmarcándose de su compromiso constitucionalista al pedir por su boca y, probablemente solo estrechamente por su propia boca, diálogo y federalismo. Diálogo se lo debería pedir a los que se han negado a todo lo que no sea tragarse su referéndum unilateral, a fecha fija y pregunta fija, sin contar ni con el voto de todos los españoles ni con una proporción abrumadora del voto de los catalanes, sino solo con un votante más de aquellos que respondan a una convocatoria ilegal y rupturista. ¿Para qué sirve dialogar con quienes no quieren diálogo sino separación?

Todos sabemos que en Cataluña, como en algunas otras regiones españolas, arraigaron las plantas decimonónicas de unos nacionalismos apoyados en la querencia del terruño y las costumbres propias, el amor a la lengua vernácula, el cultivo del folklore y el acompañamiento de valiosas aportaciones culturales, en algún caso adornadas de un disimulado racismo. Este bagaje sociocultural ha servido de soporte a un cierto particularismo que ha sido hábilmente manipulado por las oligarquías territoriales para competir en la palestra política con el señuelo de obtener mayores privilegios para los intereses caseros frente al interés general. Cada uno puede pensar de distinta manera sobre este tipo de posiciones políticas, limitadas a determinados territorios y latentes con diferente intensidad en unos y otros, pero lo que no se puede negar es su existencia y su relativa influencia en la política general. Por ello cualquier gobernante a nivel auténticamente nacional debe valorar su importancia y soportar su influencia hasta donde sea compatible con el interés común y superior del Estado.

Pero lo que no puede hacer nadie con pretensiones de gobernante nacional es estimular el crecimiento de estos nacionalismos de propensión insolidaria y disgregadora como si fuesen una fórmula benéfica para fortalecer la convivencia dentro de la arquitectura del Estado. Lo lógico es tratar de suavizar las diferencias, evitar los roces innecesarios y procurar siempre la preponderancia del conjunto sobre la parcialidad. Todo lo contrario a esto es lo que está haciendo el dirigente socialista Pedro Sánchez proponiendo un plurinacionalismo no existente para la gran mayoría de los españoles no comprometidos con esas raíces tóxicas de los nacionalismos. Haremos nacionalistas a todos es la estúpida receta de Sánchez para afrontar las incomodidades o asperezas provocadas por la exasperación de un grupo de fanáticos nacionalistas que no representan ni tan siquiera la mayoría contundente en el territorio cuyo poder sueña en monopolizar.

El disparate del plurinacionalismo propuesto por Sánchez -España nación de naciones- necesita que hasta los madrileños no se conformen con sentirse “gatos” sino miembros de la nación madrileña, dispuestos a relacionarse como tales con la nación cántabra o la nación murciana. Dejando a salvo las mínimas competencias inseparables de la unidad administrativa del esqueleto del Estado, los ciudadanos de Lugo deberían relacionarse internacionalmente con sus vecinos de Asturias y los habitantes de Tarragona debieran relacionarse diplomáticamente con sus vecinos de Castellón. Habría que edificar muros mentales donde existen convivencias fraternales. En resumen, que el plurinacionalismo de todos es una majadería que crearía problemas inexistentes y no resolvería los desafíos planteados por quienes pretenden uniformar a su medida a los catalanes como si fuesen andorranos o monegascos pero sin príncipes ni copríncipes.

No es admisible una propuesta de esta calaña solo para marcar diferencias con Rajoy a quien el destino ha puesto en la coyuntura de parar los pies al nacionalismo en su deriva separatista y anticonstitucional. Este Sánchez con pretensiones de jefe de la oposición no es un oponente leal sino un demoledor del edificio del Estado. Es un saboteador de la unidad constitucional del sistema vigente y un sembrador de los gérmenes de una epidemia peligrosa. Ante un movimiento separatista no se puede jugar a la equidistancia entre la legalidad y la sedición. Este Sánchez, por muy bien que crea caer en la extrema izquierda, lo que también es muy dudoso, se está desacreditando como aspirante extraparlamentario al gobierno de España antes de haber iniciado otra vez una previsible campaña electoral fracasada de antemano. El plurinacionalismo no está capacitado para gobernar la nación española tal cual ella es. Lo suyo es otra cosa para otro país como lo fue el proyecto que ensayaron los federalistas de nuestra ridícula I República. Puesto que tenemos la necesidad de soportar a algunos nacionalistas separatistas hagamos también nacionalistas a quienes no lo somos. Según Pedro Sánchez todos los españoles debiéramos convertirnos en unos nacionalistas con freno y marcha atrás para que sea posible la plurinacionalidad de España sin dejar de existir, aunque hasta la fecha carezcamos de estos peculiares sentimientos. Como él dice con sorna refiriéndose a la defensa de la unidad nacional, todos deberíamos sentirnos plurinacionalistas por tierra, mar y aire. Y a sus órdenes ¡Ar! Quizás sea mejor tomarlo a broma que a traición.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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