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25 años de la alta velocidad: así ha cambiado nuestras vidas y nuestra forma de viajar

25 años de la alta velocidad: así ha cambiado nuestras vidas y nuestra forma de viajar

miércoles 02 de agosto de 2017, 12:42h

¿Recuerdan cuando lo habitual era esperar 5, 6 y hasta 8 horas en el vagón de un tren para llegar a nuestro destino vacacional o a un lugar por motivo de trabajo? Parece que no, pero han pasado ya 25 años desde que la Alta Velocidad llegó a nuestras vidas para no quedarse.

Un cuarto de siglo en el que los españoles estamos gozando de los mejores sistemas ferroviarios del mundo. La alta velocidad en España tiene actualmente 4 corredores principales por los que circulan numerosas líneas y cuenta con casi 3.000 kilómetros de longitud. Eso le permite ser la red de alta velocidad más extensa de Europa y la segunda en todo el mundo, sólo por detrás de China, siendo superior, por ejemplo, a Estados Unidos, Rusia, Francia o Alemania, entre otros países de primer nivel. Sin embargo, si atendemos a ratios, España es el país con más kilómetros de AVE por habitante.

La red de alta velocidad española se opera por Renfe y los servicios son AVE, Alvia y Avant. La más célebre es AVE, que nos ofrece la red de alta velocidad más importante y comunica Madrid con las principales ciudades y regiones del país.

Contribución a la riqueza del país

Además, el desarrollo de estas infraestructuras y sus servicios de trenes ha permitido, junto a la fabricación de los mismos, que la economía nacional se haya visto beneficiada de manera impresionante.

Para que nos hagamos una idea, se estima, según datos del Ministerio de Fomento, que cada euro destinado al AVE genera otro de riqueza para la ciudadanía y las empresas. Por ejemplo, en la anterior legislatura, entre 2011 y 2015, se invirtieron 14.000 millones de euros públicos, lo que al ser destinados a los distintos corredores de Alta Velocidad, se considera que generaron otros casi 15.000 millones en efecto directo.

Las líneas de tren más usadas, con más pasajeros, en nuestro país son las siguientes: Madrid-Barcelona, Madrid-Sevilla, Madrid-Valencia, Madrid-Málaga, Madrid-Zaragoza y Barcelona-Valencia.

Curiosamente, la línea de que une a las dos grandes ciudades nacionales, Madrid y Barcelona, aunque lidera la lista, no es la más antigua, sino que se inauguró en 2008 (aunque en distintos tramos y años). Sin embargo, la de Madrid-Sevilla data de 1992, y es la que precisamente marca los 25 años de vida de la Alta Velocidad en España.

Un tren AVE en 1992 (Foto: Archivo Renfe)

25 años de alta velocidad desde el famoso AVE a Sevilla

La alta velocidad en España nació con la línea tan estimada por el público entre Madrid y Sevilla, la cual discurre entre las estaciones de Puerta de Atocha y Santa Justa. Fue inaugurada en 1992, como desarrollo de un proyecto llamado Nuevo Acceso Ferroviario a Andalucía y para que coincidiera con la ya histórica Exposición Universal de Sevilla (1992), conocida popularmente como la Expo de Sevilla.

Se estrenó de manera estelar y trasladó a miles de personas durante ese año durante los 185 días que duró el evento, teniendo 15 millones de visitantes.

El puente aéreo, reemplazado por el tren

Otro punto clave en la transformación del transporte en España en estos 25 años ha sido el cambio de paradigma para desplazamientos entre Madrid y Barcelona. Las dos ciudades más importantes del país, antes tradicionalmente unidas por el llamado 'Puente áereo' de apenas 1 hora y 15 minutos de vuelo, ha sido progresivamente reemplazado por los viajeros por el tren.

El AVE Madrid-Barcelona, aunque supone una duración de entre 2 horas y media y algo menos de 3 horas, dependiendo de la velocidad que se pueda tomar en la red, le ha proporcionado mayor comodidad al viajero medio, que prefiere la prontitud de subirse a su tren sin tantos controles previos y el siempre complejo acceso a los aeropuertos, que a veces suponían el mismo tiempo o incluso más que la duración del mismo vuelo.

Duraciones de trayectos antes y después de la Alta Velocidad

Lo que también ha aportado la alta velocidad a millones de viajeros es prontitud y comodidad. Un ahorro de tiempo para no acortar pequeñas escapadas de fin de semana, de puentes o vacaciones. Exactamente lo mismo para los desplazamientos de tipo laboral, ya que permite que las empresas se ahorren en pernoctaciones en hoteles y otros hospedajes para sus trabajadores, que ya no tienen que hacer noche en la ciudad de destino al poder regresar el mismo día.

Un dato crucial para entender lo que supone la alta velocidad es el siguiente: la velocidad comercial media se sitúa hoy en 222km/h por la red de alta velocidad, superior a la de Japón (218 km/h) y Francia (216 km/h), según datos de Adif.

Un trayecto entre Madrid y Barcelona antes de la alta velocidad podía suponer 7 horas, prácticamente lo mismo que un viaje entre la capital y Sevilla. A finales de la década de 1980 la velocidad media no llegaba ni a los 100 km/h, con los populares y carismáticos Talgos, y sólo en el caso del Madrid-Valencia podíamos ver alcanzar números de 108 km/h de media. Era superado por un km/h más el tramo Valladolid-León, un Talgo que llegaba a los 109.

Este gráfico permite ver la comparativa entre 1986 y 2016, último año con datos cerrados y definitivos:

Comparativa de tiempos de trayecto 1986-2016 (Foto: Archivo Renfe)


Y en el futuro... ¿qué queda por hacer?

Más allá de elevar las velocidades, el nuevo reto en la red ferroviaria española no es otro que el ecológico. Los planes de Renfe en España pasan por lograr trenes de cero emisiones para nuestro ecosistema.

El 89% del tráfico de trenes pasa por redes electrificadas y está parcialmente descarbonizado si atendemos a cómo se produce esa energía en base (53% sin emisiones y 33% renovables). Las emisiones de carbono ya son menos de la mitad de lo que se emitía en 1990 hasta llegar a los 24,2 gramos de CO2 por cada unidad transportada.

Pero hay más metas para no quedarse en ese punto: se estudia la mejora de prácticas de consumo y ahorro de energía o proyectos de innovación como realizar la tracción de trenes con gas natural licuado o pilas de hidrógeno como potenciales sustitutos del combustible fósil.

Un progreso vinculado, como vemos, a un crecimiento sostenible y mejor para nuestro entorno.

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