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Miedo a la mentecatez

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
viernes 01 de septiembre de 2017, 13:33h

Cuando el expresidente Obama, de triste recuerdo, cometió el error de retirar sus tropas de Irak se instaló el Yihadismo en el vacío creado por la retirada y tomó el nombre de Daesh o Estado Islámico, con pretensiones de un Califato expansivo entre cuyos objetivos estaba Al-Ándalus, es decir, España. El tiempo y la acción militar de algunos Estados árabes con ayudas de otras naciones de Europa y América va reduciendo el pretendido Estado o Califato a un esperpento sanguinario con un ritmo demasiado lento para lo que desearían los amantes de la paz y la libertad. Pero aquél protoestado terrorista ha servido de soporte logístico y propagandístico a una guerra sin fronteras como no la había conseguido Bin Laden quien redujo su causa a un personalismo sin territorio que fue resuelto con la muerte de su líder.

El soporte territorial del sangriento protoestado ha servido para hacerse con dinero mediante la venta de petróleo, para reclutar voluntarios (y voluntarias) en diversos países, para formar unidades de dimensión militar y para estimular la formación de células terroristas en aquellos lugares donde unos políticos, inconscientes del polvorín que crecía en su casa, favorecieron un grado desproporcionado de asentamientos musulmanes y su adoctrinamiento en favor de movimientos antisistemáticos salvajes contra comunidades civiles basadas en tradiciones de libertad, tolerancia y economía libre. Estos políticos inconscientes hicieron oídos sordos a las alertas de los servicios de inteligencia en grado tan notable como Puigdemont en la Rambla.

La acción del Daesh ha sido, y aún es, un espejismo que no solo organizó núcleos armados sino que propagó una sicopatología antisocial alimentada en las ubres del odio, a través de medios de propaganda y tergiversación para la que son imprescindibles las armas convencionales sino los cerebros desquiciados capaces de actuar con una furgoneta, una bombona o un cuchillo. Este odio vulgarmente llamado “odio africano” lo mismo va contra la igualdad de los sexos, contra la libertad de crítica o contra la separación de la religión y el Estado. Declarada esta monstruosa “Guerra Santa” no le queda al Daesh otra opción que atacar puntos débiles de sus enemigos, aprovechando cada grieta en las defensas de la civilización.

En Europa le ha tocado a Bruselas, Londres, París o cualquier núcleo urbano al alcance de un foco infectado por la peste yihadista. Entre nosotros a Barcelona. Allí dicen que no tienen miedo. Pero deberían haberlo tenido o, cuando menos, precaución. Miedo a los que dicen no tener miedo obcecados por una política de disgregación que pone en peligro la vida de los catalanes y de quienes los visitan. Miedo a la mentecatez de quienes no escuchan y prefieren convertir su policía territorial en un signo diferencial en vez de en una fuerza de seguridad con plena coordinación estatal y siempre respaldada en la batalla contra la agresión del Califato por una fuerza policial de dimensiones estatales y unas alianzas internacionales. Hay que tener miedo a quienes prefieren hablar cuando no les entienden por elegir parecer distintos a ser eficazmente comprendidos. Miedo a quienes sustituyen la profesionalidad por la improvisación en los complejos servicios de la diplomacia y de la inteligencia. Miedo a gentes capaces de presentar como presuntos proyectos de leyes a auténticas declaraciones de guerra a los poderes legítimamente establecidos. Miedo a los que juegan a sus querellas aislados en medio de las vicisitudes trágicas de un auténtico estado de guerra desatado en Europa y América.

En Al-Ándalus, llamado España no vivimos momentos para fanfarronear ante las instituciones del Estado Constitucional. Muy especialmente en esa parte de Al-Ándalus que se llama Cat-Al-Uña. Ese recoveco del Mediterráneo con una frontera y un mar abiertos en primera fila a los vientos del Daesh. Con un espacio aéreo y unas costas que admiten pocas bromas con la seguridad aeroportuaria y un litoral que ya en tiempos de Cervantes necesitaba ser vigilado por galeras españolas frente a incursiones musulmanas.

Allí donde, mientras nuestro Estado común no lo remedie, gobiernan fanáticos irresponsables lo natural es sentir mucho miedo. Miedo a la mente nublada de un aspirante a jefe de Estado fantasma en el que propone la creación de un ejército propio, con recursos humanos improvisados y con arsenales que serían accesibles al terrorismo, creyendo que podría ensayar el disparate ante la pasividad de los ejércitos de la nación a que pertenece y de la organización militar internacional comprometida a la seguridad de Europa. El ignorante Puigdemont cree que los ejércitos de tierra, mar y aire se crean de la noche a la mañana y que es cuestión de poco tiempo desarrollar una política de defensa “muy homologable a los esfuerzos que hacen las naciones aliadas·”. ¿Pero quién son “las naciones aliadas” de Puigdemont? ¿A caso piensa en la España que repudia y de cuya geografía y economía es dependiente como país aliado o sus aliados están fuera de este hemisferio? Este estadista de campanario no es capaz de comprender que lo que pretende es abrir una brecha en la política de defensa del mundo libre descomponiendo la seguridad del Mediterráneo Norte. Algo intuye y por eso se lanza a presentar la bravata del ejército propio. No sabe que es incapaz de taponar la herida que abriría en el costado de Europa a las agresiones del fanatismo. Provoca miedo a la mentecatez con sus proyectos tanto como con la irregularidad de su actividad secesionista. Tanto miedo que acabará por despertar el valor de los españoles, incluidos los catalanes, para acabar con la vergonzosa debilidad con que se soporta su ridícula conspiración antiespañola.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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