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Vivir el momento presente con naturalidad y alegría

jueves 07 de septiembre de 2017, 07:28h

El ahora es todo lo que hay, el futuro es simplemente otro momento presente para ser vivido cuando llegue, escribió Wayne Dyer en "Tus zonas erróneas". Es porque el momento presente no tiene más fundamento que su parentesco con el pasado, que sólo es recuerdo y “huellas” en tu cuerpo o en tu espíritu que, a veces, claro que duelen y hacen sangrar el alma y rebrotar tus miedos. Porque en cierto modo han condicionado parte de tu vida. No somos cómo nacimos ni tan sólo con la herencia genética sino que se han ido incorporando experiencias normales y hasta banales pero algunas tan dolorosas y sangrantes que a algunos han llevado al suicidio por parecerles insoportables de asumir. O pueden haberte llevado a algún tipo de alienación: alejarte y hasta aislarte y casi buscarte nuevos sufrimientos para intentar en vano acallar las dolorosas experiencias padecidas intentando “pasar” alienándote en otras formas de evasión.
También es el caso de algunas carreras en pos del prestigio, la fama, el éxito sobre tus ambientes y conocidos. Carreras locas de esfuerzo, estudio, nuevas experiencias de crecimiento y de éxito que, en algunos momentos, y sobre todo cuando se acercan la soledad y la vejez te hacen preguntarte si han valido la pena. Muchas historias de trabajar a todas horas, de asumir nuevos compromisos, de estar pendiente del móvil o de casi “pasar” por la familia sin atreverte a “perder” el tiempo, o mejor pasar el tiempo con tus seres queridos. No te permites ni un momento para vacar al ocio, al descanso, al hacer sin hacer, a jugar, sí a “jugar” pero sin contrincantes a los que vencer, sino a saber estar, a gozar del entorno, de las cosas pequeñas, de saborear una fruta o un paseo o escuchar a otra persona… Si tú supieras a cuántas personas hubieras podido ayudar con sólo escucharlas, atenderlas sin tener que aceptar desafío alguno ni solucionar nada, ningún problema. Tan sólo, salud-dar, a-coger escuchando, paseando, a veces en silencio y dejándoos invadir por el aire, por las hojas y ramas de los árboles, por el romper de las olas en la arena.

La vida no puede ser un desafío continuo, un challenge, una meta, otra conquista… Los sabios que en el mundo han sido y que felizmente hay, a veces, ante una situación desesperante que les proponen suelen sonreír, compartir en silencio una taza de té o un vaso de vino… “No decían palabra, el anfitrión, el huésped y el crisantemo”, es uno de los más bellos haikús de Basso.

A veces pienso que han insistido demasiado en que debemos querer a los demás, respetarlos, hasta obedecerles y doblegarnos… pero cuántas menos veces nos han enseñado e insistido en que debemos amarnos a nosotros mismos, aceptarnos, respetarnos, regalarnos y saber descansar y disfrutar y hasta gozar al caer en la cuenta de que “no es cuanto más, mejor sino cuánto mejor, más”. Por eso los sabios no cesaron ni cesan de enseñarnos a disfrutar del ocio, y no sólo del nec-otium (negocio o actividad rentable). Y si, como me sucede a mí, admiras al Rabí Jesús, su vida, palabras y hechos, comprenderás de golpe cual es el primero de los mandamientos para ser uno mismo feliz y dichoso, realizado…. Amarás al Señor con todas tus fuerzas y con todos tus medios, y al prójimo como a ti mismo. Y si te preguntas quién es tu prójimo, escucharás la más clara de las respuestas en la parábola del buen samaritano. Además de por mi curiosidad y responsabilidad académica he procurado ir más allá de la tradición cristiana en la que me encuentro y cuyos dogmas, ritos y preceptos respeto., pero que no practico como creyente ni de ninguna otra religión que he procurado estudiar en profundidad y sacar provecho personal de algunas de sus prácticas y conocimientos: yoga, tao, budismo y como Mirete Magdalena “sufro por el mal conocimiento que por lo general hay sobre estas corrientes del espíritu que tanto influyen sobre el cuerpo y la salud mental y física”. Sólo dar mi testimonio de que durante más de 50 años de clases a miles de alumnos en la universidad, he tratado de estos temas y constaté, no sólo la ignorancia que tenían sobre el mismo cristianismo, sino el interés que mostraban cuando les hablaba de él y además de otras muchas tradiciones religiosas. Esto es un hecho contrastado, no una opinión de “viejo profesor”, mejor que “profesor viejo”. Por mi profesión académica en la universidad las he estudiado a fondo pues ¿cómo sería posible explicar Historia universal del pensamiento político, social y económico, sin haber profundizado, y practicado en parte, las grandes tradiciones religiosas de la humanidad? Sería como intentar dar puntada sin hilo o como tratar de explicar nuestro presente a los futuros periodistas sin haber conocido los usos, costumbres, formas de convivencia, de enfrentamiento con otros pueblos, artes, música, creencias, comidas, espacios, miedos, supersticiones y ritos de esas gentes en sus ámbitos, relaciones y tiempos. Por eso, por Señor, Dios, Creador, Manitú, Brahma, Mitra, Shiva, Krishna, encarnación humana de Visnú que se “expresó” en uno de los más hermosos discursos éticos de la humanidad el Bhagavad Gita; Jahwé, cuya encarnación por así decirlo algunos sostienen que fue Jesús; Zeus, Tao, Alá y un inmenso y largo etcétera. Porque, durante milenios, los pueblos han podido subsistir sin el dominio del fuego, sin la rueda, el ánfora o la escritura pero en todos ellos se encuentran restos de ritos de enterramientos, lo cual es un indicio de que habría un posible misterio “más allá” o “después”.

Por eso, Rosemary Goring, responsable de la edición del Diccionario de las religiones, de W & R Chambers Ltd, editada en España y prologa Miret Magdalena, afirma que creer en algo resultará extraño para aquellos que no tienen las mismas ideas; y aunque es fácil rechazar las creencias de los demás por “irracionales” es raro no sostener ninguna opinión acerca de lo que subyace a nuestra existencia. De hecho, muchos antropólogos se refieren a una religiosidad natural de la humanidad: la necesidad de mantenerse en contacto con una fuerza misteriosa que puede influir en la vida de los creyentes. Algunos científicos y psicoanalistas eminentes consideran que la fe religiosa nace de la neurosis y la inseguridad. Para Feuerbach la creencia en lo divino es una proyección de la necesidad humana de creer en algo o en algún plan detrás de un universo que inexplicablemente, sufre.

Cualesquiera que sean las ideas personales de un individuo, no se puede dudar de la influencia que en nosotros mismos ejercen las diversas creencias, actuales o pasadas… lo sepamos o no. Por eso existen pruebas científicas de que para algunas personas, creer en la oración es beneficioso. Así como en nuestro tiempo ha vuelto a respetarse y a valorarse que el poder de la meditación durante 15 o 20 minutos al día contribuye a la salud y a la curación por el poderoso efecto sedantes sobre las secuelas del estrés. Recuerdo la frase del Dr. Albert Schweitzer que leí en su Hospital de Lambarené: “Cada paciente tiene a su propio médico en su interior”.

La esperanza es muy importante porque puede hacer el momento presente más fácil de soportar. Si creemos que el mañana será mejor, podemos sobrellevar la vida actual.

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