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La quincena convulsa

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 12 de septiembre de 2017, 11:00h

Pasó todo lo programado en Cataluña, incluida bronca parlamentaria y Diada con falsificación histórica y manifestación importante aunque menguante, cosa significativa cuando todo el aparato propagandístico y adoctrinador está en manos de los dirigentes separatistas. Estos dirigentes firmaron todo lo que tenían que firmar con la seriedad de quienes se creen que su firma y sello son mandatos totalitarios y supremos. Se menospreció a la representación parlamentaria de media Cataluña, a la legitimidad constitucional del Estado, a la Unión Europea y a las Naciones Unidas. Se despreciaron anteriores votaciones constituyentes y tratados internacionales vigentes. Todo un espectáculo tragicómico a cargo de unos fanáticos jugando a políticos sin la mínima formación para el ejercicio de funciones públicas, ante la ceguera voluntaria de sucesivos gobiernos centrales. Y después de todo ¿Qué? Pues solo nos queda por vivir una imprevisible quincena convulsa que concluirá el primero de Octubre con un no-referéndum, una vuelta a la normalidad y la frustración de los ingenuos capaces de seguir como líder del “proces” a Puigdemont que, como dijo acertadamente Albert Rivera, se cree Superman.

Sordos para escuchar a sus asesores, a sus letrados, a sus funcionarios y a los periodistas con sentido común, hemos presenciado como la presidenta de una asamblea regional se ha creído soberana del mundo mundial sin que tal soberanía le haya sido otorgada por nadie fuera de las competencias propias de su Estatuto de Autonomía. También hemos visto como un presidente de gobierno autonómico se ha creído con autoridad sin límites sobre las estructuras de un Estado que él mismo representa, rompiendo el techo de las atribuciones para las que ha sido votado y designado. No acata el imperio de las leyes ni los procedimientos para cambiarlas, ni la autoridad de los magistrados, ni la doctrina de los juristas. Cree que los municipios de arraigo histórico superior a su burocracia son delegaciones de su grupo partidista, que los policías son autómatas dispuestos a cumplir sus órdenes aunque sean ilegales y que la diplomacia consiste en poner un sueldo y un piso a un currito en cualquier capital extranjera sin placet del país en que se instala ni reciprocidad de representaciones. Cree que basta con llamar a una empresa de confianza para que le sirvan encargos delictivos o le suministren a fiado lo que pretende pagar con dineros de una hacienda pública a la que pretende dinamitar.

Es inexplicable como estas gentes han caído en la exasperación llamada el cojonudismo a la española. Pero para dejarse arrastrar por tal excitación hay que estar dispuesto a sacrificios de coste más alto. Vamos a ver en esta quincena convulsa y fantástica que se abre hasta el primero de octubre cuál es la capacidad de sacrificio de estas personas. Hasta ahora solo hemos visto unas manifestaciones callejeras más nutridas de banderolas que de ideas con cifras infladas pero menguantes y para nada cotejables con los siete millones de población residente en Cataluña. Algunos temen disturbios a cargo de esas tropillas internaciones con pasamontañas que igual sirven para un roto que para un descosido, para un partido de futbol o una acampada de Podemos. Los mismos conocidos en todos los lugares del mundo a donde llegan como comandos de alquiler allí donde se produce algún acontecimiento político.

Estos personajes obnubilados más que iluminados van a ocupar espacios durante quince días en los medios informativos y unas líneas insignificantes y grotescas en la historia de Cataluña. Se han lanzado a la política sin conocer a fondo la estructura secular del Estado de que forman parte. Mariano Rajoy no ha necesitado especial entrenamiento para torearlos con unos pases de castigo. Le basta con la aplicación de las leyes por los magistrados y con la Guardia Civil. Los sediciosos han creído que su contrincante era un débil Partido Popular con pocos escaños, necesitado de contar con aliados volubles en la aritmética parlamentaria. Pero el contrincante es algo más que un partido político de turno contra el cual se han usado todos los métodos para anatemizarlo en Cataluña. El defensor de la ley es el Estado Nacional secular con sus raíces profundas desarrolladas bajo toda la tierra de España, incluida Cataluña. Hay que ser muy superficial para creer que la historia depende de una ocasional aritmética en un parlamento regional y no saber que la fuerza de un gobierno por el hecho de serlo en una circunstancia crítica se fortalece y acumula cuando cumple con sus deberes históricos de acuerdo con los sentimientos mayoritarios de un pueblo constitucionalmente establecido.

Después del uno de octubre terminará la quincena convulsa. Seguirán los problemas políticos y, por descontado, seguirá habiendo unos partidos políticos separatistas en Cataluña, desavenidos como siempre, pero hay que esperar que la frustración contribuya a recuperar un poco de sensatez. No puede estar agotada la vida del catalanismo político para siempre y que nos parezcan grandes el inolvidable Tarradellas, el romántico Maragall o el desacreditado Pujol que, cuando menos, tuvo las mañas de aplazar “a calendas grecas” la gran majadería de los países catalanes y el “proces” de independencia.

Es sólo una quincena. Tiempo imposible para la campaña política debatida de un referéndum democrático. Tiempo irreal para organizar con precisión locales, mesas y controles decentes. Tiempo para sorpresas circenses si es que son capaces de organizar algo más que el juego de prestidigitación de las urnas de metacrilato. La chapuza está en marcha con prisas, presiones y apuros. La quincena convulsa va a defraudar a propios y a extraños si el mago Puigdemont no es capaz de sacarse un nuevo truco de la manga.

Después del primero de octubre el mundo seguirá rodando. En Cataluña seguirán dando la tabarra algunos partidos independentistas, juntos o separados, tras el fracaso de sus dirigentes. Un día habrá elecciones autonómicas y si el contrapeso parlamentario cambia de signo por el color de unos pocos diputados, los desafíos quedarán aplazados “sine die”. Si por el contrario, la obcecación se mantiene en los mismos términos el problema tendrá nuevas ediciones y pronunciamientos, como los tuvo con Francesc Macià y con Lluis Companys o con Carles Puigdemont. Siempre para nada. Entre locura y locura lo único cierto es que Cataluña progresa cuanto más se adentra en España y seguirá progresando como siempre, sin necesidad de redentores de pacotilla.

La esencia de la política es corregir las tensiones disgregadoras y mantener la unidad de los hombres sobre espacios de convivencia crecientes y nunca regresar al tribalismo. Por ello los disgregadores fanáticos siempre fracasan y cuando se amotinan deben ser rechazados contundentemente. Con proporcionalidad, como dice el gobierno. Pero, en este caso, la mínima proporcionalidad es que personas como Puigdemont o Forcadell no puedan seguir presidiendo organismos públicos dentro de un sistema constitucional que se respete a sí mismo. El futuro tendrá que rubricarse con firmas más solventes que la de Superman.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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