www.diariocritico.com

El independentismo ganó la épica

martes 03 de octubre de 2017, 09:54h

Siempre se ha dicho que Rajoy no es precisamente muy dotado en materia de comunicación. El presidente del gobierno resulta mucho mejor en la dinámica de gabinete que en el arte de la comunicación social, donde no es precisamente un líder carismático. Bien, pues esa deficiencia que hasta ahora le había producido daños menores, le está produciendo costos considerables ante el conflicto catalán. No digo nada nuevo si señalo que en la competencia de relatos los independentistas han llevado la delantera hace tiempo. No importa si Puigdemont y sus colaboradores hacen o no demagogia; la cuestión es que el Gobierno de Rajoy siempre ha respondido tarde y deficientemente. Por decirlo con un ejemplo, un periodista como Jordi Évole consiguió desnudar a Puigdemont en una hora como Rajoy no lo había hecho en meses. ¿Es tan difícil mostrar didácticamente que un asunto tan grave como la ruptura con España no puede hacerse jamás sin una mayoría cualificada en el Parlament?

El pasado domingo, día aciago como ninguno, el independentismo ganó la competencia de la comunicación por goleada. Sobre todo porque en la lucha fáctica por el referéndum logró alcanzar el nivel de la épica. Dos aspectos son ilustrativos al respecto: el logro de haber conseguido utilizar algo parecido a colegios de votación y el que hubiera urnas a disposición de la gente que quisiera votar.

El hecho de que hubiera colegios abiertos corresponde, como es sabido, a que los mossos no quisieron seguir la orden de la jueza para mantenerlos cerrados. Pero nadie puede explicar cómo ha resultado tan sencillo a los mossos burlar a los cuerpos de seguridad del Estado. ¿Cómo es posible que se confiara a ciegas el domingo en la postura de los mossos, si precisamente hubo que formar un comando único porque no eran confiables? Creo que la responsabilidad es toda del jefe de ese comando conjunto, el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos. Simplemente no captó bien hasta donde llegaba la complicidad entre la gente independentista y la policía autonómica. Así que no le pareció necesario diseñar un plan B por si acaso. Pero esa complicidad otorgó una victoria decisiva al independentismo en términos épicos: el pueblo consiguió poner de su parte a las fuerzas coercitivas. Y eso siempre ha sido emocionante.

El asunto de las urnas no lo es menos. Una vez que se compraron a una empresa china y se depositaron en la Cataluña francesa, todo un trabajo clandestino se desarrolló al viejo estilo para introducir las poco agraciadas urnas en la semana previa al 1-0, mediante gente de los partidos independentistas que las cargaron en sus vehículos para guardarlas en pequeñas cantidades en los más diversos lugares (comercios, casas, algunas iglesias). Las redes compartimentadas exigieron un compromiso y un silencio que llenó de espíritu épico a quienes participaron en la trama.

Los colegios abiertos y las urnas disponibles. La victoria práctica y también moral no podía menos que enardecer a los partidarios de la independencia. Era inevitable el curso de enfrentamiento entre ellos y las fuerzas del orden del Estado, sobre todo si los mossos los dejaban solos para practicar todo el trabajo sucio de la contención del delito.

Muchos podrán opinar que los independentistas lograron sus propósitos mediante el engaño y la artimaña. Pero soy de ascendencia catalana, he vivido en Cataluña, y conozco bastante bien que la astucia es algo muy bien valorado en esa tierra. Haber engañado al Estado obligándole a usar medidas de fuerza es música para los oídos de muchos catalanes. Como para celebrarlo con algunas botellas de buen cava.

Claro, todo eso se hace desde la máxima de que el fin justifica los medios. Por ello es posible romper con cualquier regla del juego democrático: la aprobación de la ley del referéndum en la deplorable jornada del 6 de septiembre, el desconocimiento de las órdenes judiciales posteriores, la realización de una votación sin garantía procesal alguna, y ahora, el lanzarse a tumba abierta por la pendiente de la falsificación grosera de los resultados del referéndum, son componentes lógicas del proyecto demagógico que impulsa la Generalitat y sus apoyos.

El problema es que, como dice el portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo, del lado del resto de España se aprecia claramente que el Estado tiene la razón sustantiva. Es una lástima que Rajoy y sus colaboradores no capten que eso no basta y que el uso justificado de la fuerza no se compara con la fuerza del relato épico. Lo realmente penoso es que puede que ya sea demasiado tarde para competir en ese terreno y que, como tampoco es cuestión de dejar que gane injustamente la demagogia, sólo quede el viejo método celtibérico de resolver las controversias que tan primorosamente pintara el maestro Goya.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios