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La máquina del Estado

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 24 de octubre de 2017, 11:35h

Sesiones del Senado y ocurrencias de Puigdemont son los ingredientes de unos días decisivos para el porvenir de España. Lenta, formalista y garantista, la máquina del Estado, por fin, se ha puesto en movimiento. Es como un león que decide dar un manotazo al gato que se ha permitido arañarle durante mucho tiempo. Las banderas en las ventanas esperaban pacientemente que el león legalista espantase al gato mentiroso y manipulador que ocupa los poderes de la Generalidad catalana en beneficio de una agrupación de facciones separatistas. Los aspavientos de los enemigos de la unidad de España, de la viabilidad de la Unión Europea y de las democracias de inspiración liberal nos demuestran que no esperaban que el viejo león fuera capaz de despertarse.

Los separatistas observaban ciertos síntomas de pachorra política para deducir que el proceso llegase a imponer un falso diálogo para esquivar un hipotético choque entre el tren de la historia y una furgoneta de distribución de propaganda doméstica. Creían que el tren de la historia había perdido apoyo social, capacidad de coordinación entre fuerzas constitucionalistas y presencia pública dentro del territorio que consideraban de su exclusiva incumbencia gracias a demasiados años de ausencia de un mensaje español sin complejos y el envenenamiento pedagógico de varias generaciones de inocentes. Consiguieron fracturar la sociedad catalana y, por ello, han obligado a las instituciones supremas del Estado a aplicar el Artículo 155 que es como enyesar temporalmente una fractura para restaurar el hueso.

La máquina del Estado se ha puesto en marcha cuando la convergencia de las mayorías parlamentarias se ha visto urgida desde las banderas de los balcones, la confluencia de las ideologías constructivas, los impulsos de la sociedad civil y las alarmas de la economía. No es el Gobierno de Rajoy, el Partido Popular o las estructuras financieras quienes han tomado posiciones defensivas. Es el fondo solidario de supervivencia de una comunidad de intereses y de objetivos compatibles con la libertad política, la identidad nacional y la cooperación internacional. Por todo ello, de ahora en adelante, tras semanas polémicas e inquietantes, solo cabe esperar el éxito del Reino de España sobre la ridiculez de una República regional excluyente.

Las derrotas de los separatismos son una constante histórica en España bajo distintas situaciones políticas, quizá encubiertas por circunstancias dramáticas de guerras civiles y disturbios sociales que disimulaban su presencia como si fuese una consecuencia sobrevenida de conflictos mayores. Pero, esta vez, se va a ver la pura derrota civil de unos políticos residuales que intentaron manipular un Parlamento regional donde no disponían de una mayoría suficiente para justificar sus excesos e ilegalidades. No han convencido a las masas trabajadoras, ni a los financieros ni empresarios, ni a los protagonistas de la cultura, ni a los profesionales del aparato burocrático y jurídico de las instituciones, ni a la opinión internacional. Son unos vencidos anunciados antes de empezar la auténtica batalla que no será tal sino, probablemente, un rosario de absurdas escaramuzas o estratagemas dilatorias.

El separatismo carece de autoridad para hablar en nombre de todo el pueblo catalán. El miedo a su previsible gestión revolucionaria y a su incapacidad para garantizar estabilidad y progreso ha hecho inaceptables sus pretensiones de representar un sentimiento colectivo arrollador. No son tomados en serio ni como estadistas ni como líderes revolucionarios. Puigdemont es una caricatura de rebelde sin causa. Sus turbas levantiscas intoxicadas por los medios públicos de una administración desleal están bien medidas por la opinión. Son los que son, que son bastantes, aunque menos de lo que podría esperarse como fruto maduro de una intensa labor de adoctrinamiento financiado desde un poder desleal. Sus insultos, sus consignas y su furor no serán ni más ni menos de lo que ya hemos visto. La vacilación con que amenazan con independentismos verbales y conductas fuera de todo razonamiento jurídico son una especie de burlas al Estado de Derecho que solo gustan a los convencidos de antemano. España va a ganar este desafío contra su unidad como siempre lo han ganado diferentes regímenes. Pero esta vez son los separatistas quienes van a derrotarse a sí mismos.

Dicen los aguafiestas de siempre perogrulladas tan notables como que después de la victoria seguirá habiendo nacionalistas en Cataluña, como si nadie en sus cabales pensase en extirparlos. Pues claro que seguirán las tensiones y las polémicas pero una vez que se haya demostrado que la ley es invencible y que los diálogos solo pueden transcurrir dentro de los procedimientos legales. Tensiones dentro del pluralismo de la sociedad catalana las seguirá habiendo pero no sumisión al totalitarismo de la tierra sobre la libertad de los individuos. Dicen que el separatismo domina la calle. Llevan muchos años sin comprender que la democracia no se gana en la calle sino con los votos cuya mayoría real nunca tuvieron. La calle que dicen tener hace mucho tiempo que no crece y la calle que el españolismo perdió está creciendo por días. Será interesante observar lo que votarán los catalanes en unas futuras Elecciones Generales en que se juegue la gestión del Estado común. Otros dicen que habrá elecciones regionales que repetirán resultados. Está por ver. Pero no serán con las mismas personas achicharradas con su fracaso, ni con los mismos acuerdos de sometimiento de los moderados a los extremistas. El porvenir será distinto y mejor para Cataluña y para España. Los conflictos se debatirán de otra manera cuando haya quedado claro que el Estado español no es un león paralítico.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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