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El Halloween de Puigdemont

sábado 04 de noviembre de 2017, 14:40h

Esto de la fiesta importada de Estados Unidos por los niños y jóvenes españoles que fueron a estudiar a aquel país, se ha popularizado de tal manera que ya es uno de los eventos de referencia, casi tan popular como los carnavales. Para dicha fiesta, se duda si optar Por un disfraz de zombie, de recién acuchillado, o simplemente de bruja o fantasma, que es algo más popular y asentado en la idiosincrasia española. La siniestra fiesta, su víspera y los días posteriores, han traído un escenario tan esperpéntico como incalificable. El truco de escapismo del depuesto president, apareciendo un día en Barcelona, al siguiente en Gerona, Marsella y acabar en Bruselas, ha sido digno de la máxima de Halloween: truco o trato. De lo primero, mejor no hablar pues ha sido de tal torpeza y vileza que no hay por donde justificarlo y de trato, nada de nada. Nuestro Harry Potter con cincuenta años, no sabe jugar a esto.

Según el mismo Puigdemont, su marcha a Bruselas es para dar visibilidad internacional al conflicto catalán, pero esta operación no ha podido ser más poco efectiva. La prensa internacional se ha hecho eco de su presencia en tierras belgas, pero no ha obtenido ni un ápice de éxito en su empeño. Su posición victimista y su discurso basado en una supuesta actuación represiva, no ha sido tomado en consideración y el resultado obtenido ha sido una crítica a su exposición, aderezado con un sutil regodeo de la prensa hacia el personaje. A estas alturas del siglo, querer engañar a Europa con la represión, el fascismo, la violencia y la persecución o venganza esgrimidas para calificar la actuación de los jueces, como diríamos coloquialmente, ya no cuela.

Es una evidencia que en España existe una separación de poderes demostrada, si bien entre el ejecutivo y la fiscalía, sea del signo político que sea el partido en el gobierno, ha habido siempre una complicidad manifiesta. Que existe separación del judicial es una verdad palmaria, pues de ninguna forma se hubiera entendido que sin esa separación, se hubieran llevado a los tribunales y luego a la cárcel, a un gran número de políticos, especialmente del Partido Popular, con dicha formación política gobernando. Es cierto que precisamente la fiscalía ha estado y seguirá estando en el punto de mira como en el caso del ex fiscal anticorrupción Moix, que hasta el final de su mandato, seguía siendo una pieza clave en el entramado del ex presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González. Es paradójico que sea precisamente el PP quien hable del respeto a la ley, cuando el propio partido está acusado de haber sido parte beneficiada en el caso Gürtel y lo más probable es que la misma acusación se repita en casos como Lezo, Púnica, PP valenciano y un largo etc. de casos de corrupción. Por el contrario tal vez habría que preguntarse qué pasa con la corrupción de la antigua CiU y con el Clan de los Pujolone, pues hasta han tenido que cambiar el nombre del partido pasando a denominarse PdCat como intentando camuflar un pasado que comenzó con el caso Banca Catalana y la decisiva participación de Jordi Pujol en aquel oscuro asunto y hasta ahora ni tribunal , ni mucho menos carcel.

Es cierto que judicializar la política es tomar un camino del que se conoce el inicio, pero no se puede acertar con el final del mismo. Rajoy durante muchos años ha recurrido al Tribunal Constitucional, con una frecuencia preocupante. Ha utilizado al alto tribunal para que actué en su lugar pues no está acostumbrado a hacer política, cuando la política es el principal argumento por el que él se encuentra al frente del ejecutivo. El presidente acostumbra a dejar reposar los asuntos en una parte de la mesa de su despacho, esperando que tomen vida propia y se resuelvan en un ejercicio de contorsionismo, o bien mueran invocando un principio que bien conoce como funcionario: el silencio administrativo. Le ha ocurrido con las decisiones que necesitaban su intervención de manera explícita, pero solo ha cambiado su comportamiento, cuando ha tenido que iniciar la tramitación del famoso artículo 155¡Como vería de grave el asunto! Los jueces han iniciado su labor al margen de lo que se desprenda de la entrada en vigor del 155, pues es evidente que había que actuar con celeridad ante tanto desafío y afrenta al estado de derecho y a las leyes en vigor que rigen para todos los españoles, que mientras no se demuestre lo contrario y por mucho que desee el bloque independentista, el cumplimiento le afecta también a ellos.

La fuga de Puigdemont hay que calificarla por su nombre: irresponsabilidad, cobardía e insolidaridad. Es irresponsable pues después de haber llegado tan lejos como es el hecho de la proclamación de la republica, hay que dar la cara y asumir con todas sus consecuencias las responsabilidades derivadas del paso dado. Es cobarde porque ya ha venido demostrando esta característica de su comportamiento al no ser capaz de subirse a la tribuna del parlament a debatir con ningún miembro de la oposición. Y finalmente es insolidaria, pues con su escapada no ha dejado más alternativa a la jueza Lamela que enchironar al resto de su ex govern. Queda aún por saber que pasará el día 9 de noviembre con la declaración ante el Tribunal Supremo de la mesa del disuelto parlament, pero discrepo de los que atribuyen mejor actuación de este tribunal con respecto a la jueza de la Audiencia Nacional, pues el aplazamiento solo lo justifica una cuestión técnica del procedimiento, hábilmente manejada por los abogados defensores.

España en cualquier caso ha tomado partido por la posición de la justicia de actuar con severidad ante la secesión y esto no sorprende a nadie. Es muy español eso de educar con “mano dura” pues hasta en el futbol, los aficionados piden a los entrenadores que metan en vereda a los jugadores cuando su equipo no va bien. Nuestro país, el mismo que vería con muy buenos ojos que hicieran inquilinos de Soto del Real a Urdangarin y a Rodrigo Rato por ejemplo, no se va a abstraer de pedir cárcel a quienes han violentado gravemente la convivencia civil en Cataluña.

Queda por otra parte analizar la oportunidad política de la de las medidas judiciales y también si el tradicional “victimismo” del que hacen gala los indepes, no será una baza que juegue a su favor en las próximas elecciones de 21-D. Yo creo que con cárcel o sin ella, los votos que iban a recibir su o sus candidaturas, no van a aumentar significativamente, pero difícilmente se puede defender el estado de derecho si la ley no se aplica. Sirva esto mismo para pedir que a los corruptos y al partido corrupto, se les aplique el rigor que exija la ley sin dilaciones. También ayudaría mucho en aras a ganar credibilidad el gobierno, si ante una reprobación en sede parlamentaria de su ministro de Justicia, atendiera la voz del pueblo representada por los diputados y relevase a quien no debería ocupar su puesto en el banco del ejecutivo y quien es directo responsable del nombramiento del Fiscal General del Estado.

La busca y captura de Puigdemont, es el siguiente episodio de este post Halloween. Resulta por otra parte nada edificante que para defenderle, haya elegido a un letrado bien conocido por su estrategia defensora y dificultadora de extraditar a etarras hacia España a los cuales reclamaba la justicia. Mi conclusión final del comportamiento del cesado president, es que es un impresentable.

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