Tiene la condición a la que escasos artistas llegan: la de intérprete, que es muy superior a la de cantante. A semejante catadura une la de compositora, pianista y, se insiste, la de intéprete con una voz prodigiosa que abarca todos los matices, todas las opciones, todos los estilos. Pongamos que se habla/escribe de Laura Granados, cuyo nuevo disco, 'Permiso para acariciar', presenta hoy 6 de febrero en la Sala Galileo Galilei. Una cita imprescindible.
Laura Granados, que suele cumplir la frase de ser 'sublime sin interrupción', como los quería el poeta maldito Charles Baudelaire -, también oveja de ningún rebaño- a los genios para demostrar que lo eran. Seguro que él, quien siempre intentó cumplir semejantes exigencias, había metido en tal constelación como inigualable compañera artística a la polifacética artista. Y con toda la razón para subirla, como suma sacerdotisa, al altar laico de la religión compulsiva que es la música. En su caso, con mayúsculas: LA MÚSICA.
Porque, más allá del prodigio y riqueza sutil de una voz que domina los graves y los agudos, el terciopelo y el grito, el susurro y el alarido de acantilado; más allá de los matices que abarcan los bolerazos, el jazz, el flamenco, la canción española, el pop y hasta el rap. Más allá de su dominio del piano -también de la guitarra, aunque no se prodigue con ella en directo-, al que arranca notas de todos los colores y estilos sin envidia a otro que tal, Elton John.
Más allá de sus variadísimas canciones propias, como las que incluye su nuevo disco, no se puede olvidar su independencia para componer y cantar lo que le apetece, sin 'venderse' a las modas o a los estribillos facilones. Siempre con el denominador común de la calidad, Laura, modesta ella, nos pide permiso ahora para acariciar(nos) con su buena música, que todavía gana mucho más con su fabuloso directo. Una cita imprescindible hoy 6 de febrero en Galileo.
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