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No se necesitan nombres

miércoles 14 de febrero de 2018, 12:37h

A veces, no se trata de un libro sino de una ópera, una obra de teatro o una película los que te impresionan. Por su buen gusto, por su interpretación, por los escogidos e inefables silencios, y por muy buenos planos. A veces, es una exposición antológica de alguno de tus pintores favoritos y que, de repente, te abre a un mundo de estrellas, por su armonía, por su colorido o por las palabras que imaginas salen de las bocas de los personajes representados.

A mí me ha sucedido no pocas veces, sobre todo con Miguel Angel, Caravaggio o con algún escultor del que dicen que ha dejado alguna obra “inacabada”. Los esclavos, tanto los del Louvre como los degli Ufficci, en Florencia, La pietá del Randonini, o el San Mateo; y tantos otros como sinfonías “inacabadas” o fragmentos de obras que nunca llegaron a “terminarse” pero que vuelves a encontrar en otra obra del mismo autor. O ante un amanecer ante las Pirámides o una puesta de sol desde Playa América, en Vigo.

El otro día leí algunas buenas críticas de una obra que opta a los Premios Oscar, sobre todo por la interpretación del más joven, Elio y, en mi opinión, también por la de su padre, el viejo y sabio profesor judío, cuyas palabras en este diálogo, casi al final de la película, me conmovieron por su naturalidad, su transparencia y su belleza. ¿Para qué contarles hoy algunas de mis lecturas preferidas si, ahí, a la vuelta de la esquina puede, encontrarse uno con un diálogo y una interpretación semejantes? He tenido ocasión de presenciar una entrevista en TV con los protagonistas y con el director… Chapeau! Pero, aunque no me pagan por palabras, les dejo con el diálogo citado que puede animarles a disfrutar de una obra de arte tratada con una transparencia y delicadeza semejantes:

DIÁLOGO ENTRE EL DR. PERLMAN Y SU HIJO ELIO

Mr. Perlman: Compartís una bonita amistad. Eres demasiado listo como para no saber lo especial y lo extraño que era lo que compartíais.
Hijo adolescente Elio: Oliver era Oliver. Oliver podía ser muy inteligente…
Profesor sabio, padre de Elio,Mr. Perlman: ¿Inteligente? Era mucho más que inteligente. Lo que disfrutabais no tenía nada que ver con la inteligencia y a la vez todo se aguantaba gracias a ella. Él era bueno y ambos os sentíais muy afortunados por haberos encontrado, pues tú también eres bueno.
Elio: Yo creo que era mejor que yo, papá
Mr. Perlman: Estoy seguro de que él diría lo mismo sobre ti, lo que os favorece a ambos. Lo que viene ahora va a resultar muy difícil. No temas. Todo llegará. Al menos eso espero. Y cuando menos te lo esperas. La naturaleza tiene maneras extrañas de encontrar nuestros puntos débiles. Tan sólo recuerda: estoy aquí. Ahora mismo puede que no quieras sentir nada. Quizá nunca lo deseaste. Y tal vez no sea yo la persona con la que te apetezca hablar de esto, pero aprecia lo que hiciste. Mira, tuvisteis una amistad preciosa... quizá algo más que una simple amistad. Y te envidio. En mi situación, la mayoría de los padres tendrían la esperanza de que todo se disipase o rezarían para que su hijo pusiese los pies en la tierra cuanto antes. Pero yo no soy uno de esos padres. En tu situación, si hay sufrimiento, domínalo, y si queda alguna llama, no la apagues, no seas cruel. La ausencia puede ser algo terrible si nos mantiene despiertos toda la noche y ver cómo alguien nos olvida antes de lo que hubiésemos deseado no ayuda. Nos desprendemos de tantas cosas propias para poder curarnos lo más rápido posible que a la edad de treinta ya estamos en bancarrota y cada vez tenemos menos que ofrecer cuando empezamos una nueva relación con alguien. Sin embargo, no sentir nada por miedo a sentir algo es un desperdicio… ¿Me equivoco?
(Elio niega con la cabeza)
Mr. Perlman: Entonces déjame que te diga una cosa más. Despejará la realidad. Yo puede que me hubiese quedado muy cerca, pero nunca tuve lo que tú has tenido. Siempre hubo algo que me sujetó o que se interpuso en mi camino. La forma de vivir tu vida es cosa tuya. Pero recuerda, nuestros corazones y nuestros cuerpos sólo nos los entregan una vez. La mayoría no podemos evitar vivir como si tuviésemos dos vidas, una es la maqueta a escala y la otra es la versión final y luego están todas las adaptaciones intermedias. Pero sólo hay una, y antes de que te des cuenta, tienes el corazón gastado y en lo que respecta a tu cuerpo, hay un punto en el que nadie se fija en él, y mucho menos quiere acercarse a él. Ahora sientes pena. No envidio ese dolor. Pero sí envidio que puedas sentirlo ahora... Puede que nunca volvamos a hablar de esto. Y espero que no me tengas en cuenta que lo hayamos hecho. Hubiese sido un padre horrible si algún día tú hubieses querido hablar conmigo y yo hubiese dejado la puerta cerrada o no lo suficientemente abierta.”
Hay cosas por las que merecen la pena las dificultades y pruebas que nos presenta la vida. La clave, muchas veces, está en el modo, en el estilo y en la proporción que dan lugar a la obra de arte.

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