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No manipular la democracia

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
jueves 15 de febrero de 2018, 10:59h

Los partidos menores de la democracia española pretenden reformar el sistema electoral. Aparentemente por un afán justiciero de perfeccionamiento pero, en el fondo, con la intención de manipular los resultados. Porque lo que se desea no es cambiar el criterio de los electores por los medios persuasivos y propagandísticos propios de las contiendas políticas sino cambiar la aritmética parlamentaria aunque los electores no hayan cambiado de criterio o, dicho de otra manera, sin contar con los electores.

Es cierto que no existe ningún sistema representativo perfecto y que la propia democracia no ha dado con una fórmula aurea infalible y definitiva. Como se dice, la democracia es en sí misma y en sus diferentes versiones el menos imperfecto de los sistemas políticos. La idoneidad de sus fórmulas de proporcionalidad no procede de un análisis de laboratorio de su teoría sino de sus efectos y consecuencias. El aval de nuestra vigente ley electoral no proviene de una valoración indiscutible de su trama teórica sino de las consecuencias prácticas de su aplicación. El sistema lleva funcionando más de cuarenta años en los que España ha podido progresar en libertad y paz cuando, por ejemplo, el sistema electoral de la II República estalló en menos de cinco años con el espectáculo irregular de un Frente Popular insoportable e ingobernable. Es el principio de gobernabilidad el que justifica la matemática correctiva de los sistemas electorales.

Ponerse a discutir si la actual regla D’Hondt es menos proporcional que el sistema Sainte-Laguë es un debate tan inútil como la polémica bizantina sobre el sexo de los ángeles. Sabemos que el sistema actual vigente en España ha permitido un juego libre de alternativas amparado por un Estado de Derecho estable y respetado éticamente en todo el mundo. En cuanto al sistema Sainte-Laguë solo sabemos que quizá sea más ventajoso para los partidos minoritarios pero no para el resultado global de un ciclo histórico. Pero lo que sucede es que el país está harto de las piruetas de los partidos minoritarios y lo que desea es expresar una voluntad colectiva en favor del llamado “voto útil” que hace posible la formación de gobiernos dentro de un orden y no el caos y la ingobernabilidad. Sucede que la mayoría de los ciudadanos no afiliados a ningún partido político lo que desean es facilitar la formación de un ejecutivo capaz de gobernar y no la jaula de grillos de un micropartidismo que provoque una distribución de escaños más ajustada pero incapaz de establecer una forma de gobierno mayoritario. Por ello la opinión pública ve razonable la doble vuelta que concentra la elección operativa entre las dos candidaturas preferidas por la mayoría de los electores.

El sueño de todos los antisistema del mundo, aquí refugiados en “Podemos”, es que voten los que no votan a ver si así cambian las cosas. Su pretensión es que voten los menores de 18 años. Piensan que, quizá, un voto adolescente, inmaduro y poco cultivado puede ayudarles a salir de su sótano de coletas, “portavozas” y anillos en la nariz. Igual se les podía ocurrir que no tuviesen derecho a voto los jubilados por carecer de intereses laborales. Quizá a base de añadir tropas infantiles o practicar una eutanasia electoral con los mayores podían regresar, como Mariquita Pérez, con los trajecitos de cuando la revolución de Asturias. El afán es sumar o restar escaños aunque el pueblo español siga votando lo mismo. La idea es modificar los resultados sin que cambien las bases populares ni los líderes. Pero para nada hablan de establecer una segunda vuelta para que puedan gobernar los más apreciados mayoritariamente.

El caso no es que cueste más en votos un escaño en Madrid que en Soria, asunto que corresponderá, como no, a las cuentas nebulosas de las campañas que pagan los tesoreros de los partidos. El problema es impedir que crezcan los mejor organizados y que, por ejemplo, el buzoneo electoral se haga en un único sobre, para mayor confusión de los electores y para conseguir que tomen como iguales a los partidos sin crédito para pagarse el buzoneo ni para administrar una casa en orden.

Lo extraño es que estos sueños de manipulación no lo comprendan los dirigentes de “Ciudadanos” que, según todas las encuestas publicadas a estas alturas de la legislatura, son claros beneficiarios del sistema cuando el viento de la opinión pública sopla a su favor. “Ciudadanos” que se supone que aspira a gobernar desde el centro, puede, según indican los sondeos, ascender hasta posiciones determinantes para condicionar el futuro, solos o en compañía de afines. Por el contrario, “Podemos” baja a niveles de irrelevancia, solo o acompañado de extremistas o separatistas. El procedimiento electoral no debe ser tan malo cuando refleja en porcentaje de escaños una realidad actualmente palpable en el ambiente social. Es incomprensible que sus dirigentes se obstinen en modificar las normas electorales que favorecen a su base sociológica moderada y se reúnan con quienes solo pueden soñar con desequilibrar el sistema con la dinamita de los cambios de procedimiento y la desorientación que provocan. No debe ser “Ciudadanos” quien ponga fuego en la mecha de la dinamita cuando todo va bien para ellos con las reglas electorales sin manipular.

La trampa de los cambios de sistema está hecha para embaucar a quienes necesitan la ruptura de la estabilidad y la proporción para dar alas al espejismo populista. Es el rancio afán de la izquierda por alzaprimarse con los “sorpassos” cuando lo que hace es acercarse a la anarquía. “Que el Congreso se parezca más a lo que votan los españoles” es como pretender que los españoles se sometan a los caprichos de las turbas montaraces. Más diputados, más predominio de las grandes urbes fácilmente manipulables por las técnicas publicitarias y menor presencia de las unidades de convivencia territorial que forman el tapiz polícromo de una nación. Los españoles llevan medio siglo votando con unas reglas imperfectas pero prácticas que reflejan sus tendencias de fondo. Conocen las consecuencias de votar o de abstenerse, de dejarse llevar por el localismo, la extravagancia o la pasión. Palpan las consecuencias de reflexionar o delirar. Por ello no necesitan experimentar fórmulas de resultado incierto. No están para sorpresas ni para “sorpassos”, ni para que se manipule su democracia aún estable con experimentos de resultado impredecible.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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