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Alejandro Andújar (escenógrafo): "En el arte hay que tener siempre arrojo y honestidad"

> "El campo de acción del escenógrafo no siempre está bien definido"

lunes 19 de febrero de 2018, 10:52h
Alejandro Andújar (escenógrafo): 'En el arte hay que tener siempre arrojo y honestidad'
Alejandro Andújar es cacereño y, aunque tiene su casa en Madrid, a tiro de piedra del Teatro Real, en los últimos años vive y trabaja mucho más tiempo en Barcelona que en la capital. Lejos quedan ya aquellos 18 años en que, como buena parte de los estudiantes de este país, tuvo que dejar su Cáceres natal para desplazarse a estudiar a Madrid. En la capital de España se licenció en Bellas Artes por la Universidad Complutense y en Escenografía por la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático). Después vendría el doctorado y, sin buscarlo expresamente, la posibilidad de trabajar con algunos de los grandes del teatro español.

Su nombre está vinculado a algunas de las escenografías y vestuarios para teatro y ópera que han quedado en la memoria de muchos espectadores. Por citar solo algunos de los directores de escena con quienes ha colaborado estrechamente, recordemos a Gerardo Vera (Madre Coraje de Bertolt Brecht, Platonov de Chéjov, Rey Lear de William Shakespeare, Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen, Divinas palabras de Valle-Inclán, La voz humana de Jean Cocteau y Francis Poulenc, Agosto de Tracy Letts) y Alfredo Sanzol (Sí, pero no lo soy, Risas y destrucción, Días estupendos, Delicadas, En la Luna). Pero, además, ha trabajado también, y entre otros, con los directores José Luis Gómez, Josep Maria Flotats, Carles Alfaro y Pepe Bornás.

Hombre inquieto y polifacético, ha participado en varias exposiciones, entre ellas la colectiva de jóvenes escenógrafos europeos de la UTE (Institut del Teatre de Barcelona); Encuentro casual para el Colegio de Arquitectos de Extremadura; ha organizado la retrospectiva Gerardo Vera, Reinventar la realidad en el Festival de Cine de Málaga y, entre otros, ha impartido el curso Procesos del Diseño para los cursos de verano de Cuarta Pared; ha escrito artículos en El Anuario de El Público, y colaborado en la publicación del libro Reinventar la realidad sobre la trayectoria de Gerardo Vera.

Aprovechando uno de sus intermitentes vueltas a la capital, nos citamos con Alejandro Andújar en la cafetería del Círculo de Bellas Artes. Acudo a la cita con más de veinte minutos de antelación, pero Alejandro ya está allí, trabajando con el portátil abierto, ajeno al bullicio que conquista todos los rincones del histórico edificio a la hora del café, apostado tras una mampara en el extremo más próximo a la plaza de la diosa Cibeles. Atento también a nuestra llegada, el artista abandona momentáneamente su ordenador y acude cordial a nuestro encuentro. A partir de ahí, sin pactos, sin miedo, sin tiempo prefijado, responde a cuantas preguntas le lanzamos y matizando con precisión milimétrica algunos comentarios que le hacemos a vuelapluma, a raíz de sus afirmaciones…

Más clásico que posmoderno

No se prodiga apenas por las redes sociales. Encontrar alguna entrevista con él en medios de comunicación no es tarea fácil. Tampoco ha visto el momento de ponerse a construir su propia página web. Y con todo y con eso, Alejandro Andújar es uno de nuestros más reputados escenógrafos. ¿Cuestión de soberbia, de suficiencia...? “No, nada de eso -nos confiesa el artista-. Muchos amigos míos me riñen, y desde hace años, precisamente por no tener ya en marcha la página web para dejar constancia de mis trabajos escenográficos más allá de alguna que otra referencia que hacen los propios teatros en donde trabajo… La verdad es que no he puesto mucho empeño en ello. He tenido relativa facilidad para trabajar, desde que estaba empezando, gracias a Gerardo Vera, y he sido muy perezoso para estos temas. Aunque no sé muy bien si es pereza o quizás un falso pudor… Pero, si, es verdad, tengo tiempo libre y podría trabajar más, y estas cosas ayudan, claro. Este año tengo que arreglar el asunto…”.

Más aún en el caso de alguien que, como Andújar, hacía su entrada en el teatro sin ninguna tradición familiar, que siempre ayuda, quiérase o no. “Yo considero a Gerardo Vera mi padre putativo dentro del teatro”, afirma rotundo. Y lo mejor es que su vínculo sigue vivo porque, sin ir más lejos, la temporada pasada firmó junto a él, en el Teatro de La Comedia de Madrid, sede de la CNTC (Compañía Nacional de Teatro Clásico), los Sueños, de Quevedo, con la interpretación de Juan Echanove, montaje que luego giró por bastantes teatros de España. “Ahora tenemos una relación de amistad- continúa diciendo-, pero yo he aprendido muchísimo de él porque Gerardo viene también de la plástica teatral. Aunque es director de escena, ha sido también un gran escenógrafo, vestuarista y director de arte y, realmente para mí es un gran maestro. Después he estado colaborando también con otros grandes del teatro, como Pedro Moreno, pero con quién más he crecido , sin duda, ha sido con Gerardo”.

“El papel del escenógrafo no siempre está bien definido”

No ya un espectador habitual sino, incluso, un escenógrafo o un figurinista, ¿Cómo reconoce la genialidad de un colega?, preguntamos al artista, y él nos responde, pensándolo unos instantes, que “hoy no es nada fácil hacerlo porque “en estos últimos tiempos lo que más se valora es la puesta en escena en donde la forma -al menos aparentemente-, no tiene tanta importancia, en donde el teatro es más despojado, más desnudo, el papel del escenógrafo es mucho menos reconocible porque es menos lucido o, mejor aún, porque su campo de acción no está siempre bien definido, nunca se sabe muy bien hasta donde llega la mano del escenógrafo y donde empieza la del director de escena”...”.

Suponemos que, al final, como casi siempre, todo depende de la relación personal que se genere entre profesionales, al margen de las especificaciones formales que puedan redactarse o acordarse convencionalmente entre ellos. Andújar, por ejemplo, dice sentirse muy bien trabajando con Alfredo Sanzol “porque “tenemos una entente creativa muy fluida donde yo me siento libre. Con él, uno se ve capaz y valorado como para tomar ciertas decisiones, siempre dentro de un consenso. Eso lo vi, sobre todo en Sí, pero no lo soy porque encontramos un sistema de trabajo y conceptual tan ágil como eficaz. En este caso recuperamos el espacio del ambigú del María Guerrero, la actual Sala de la Princesa, y volvimos a reconstruir una sala aterciopelada de rojo, que era solo un espacio donde se desarrollaba una de las 21 historias que contaba en el montaje. Fue un invento de Alfredo y, a partir de ahí, lo fuimos desarrollando y evolucionando… Después he hecho muchas producciones con él y sé muy bien qué le puedo aportar, qué le puede gustar, y, consecuentemente, Alfredo tiene una gran confianza en mí. Yo diría que, salvo en dos o tres producciones, partiendo de mi primera propuesta, siempre ha habido un consenso rápido”.

Generalizando ahora, Alejandro sentencia que “no creo que haya ninguna fórmula que funcione entre los directores de escena y los escenógrafos, salvo la del respeto. A mí me gusta trabajar desde una cierta igualdad. He tenido experiencias profesionales que me han resultado especialmente insatisfactorias cuando me he sentido como una especie de “servidor”, cuando se me ha privado de esa relación íntima creativa con el director por falta de confianza. Después, las formas de trabajo son muy diferentes y en ella intervienen muchos factores...”.

Del decorado a la escenografía

Andújar trabaja más en el ámbito teatral que en el operístico, y eso que , en realidad, su vinculación a las artes escénicas se inició a través de un tío suyo, Fernando Zurégano, que era muy aficionado a la ópera: “es cierto –nos dice-. Murió hace unos años pero sí, era un melómano y una persona intelectualmente muy brillante. Vivía en Valladolid y en mis primeros años de estudiante ejerció una gran influencia sobre mí…”.

Claro que uno tiene que adaptarse a la realidad, y las cosas no siempre suceden como uno quiere. Una cosa es que , idealmente, se pretenda algo y otra muy distinta, que eso se convierta en realidad. “lo que pasa en el teatro -y más en estos tiempos- es que las producciones son mucho menos ambiciosas, escenográficamente hablando. Y no es solo por una mera cuestión económica sino también conceptual. En el teatro la figura del director de escena se ha convertido en una figura mucho más “totalitaria”, de concepto final, y el resto del equipo técnico-artístico, ha pasado a ser casi exclusivamente técnico. En la ópera, sin embargo, como son producciones muchísimo más ambiciosas,, y al ser el trabajo mucho más grande y complejo, no puede ser asumido por una sola cabeza, de modo que los campos tienen que estar necesariamente más delimitados, y, como consecuencia, para el escenógrafo hay muchísima más autonomía. Para mí es un trabajo mucho más satisfactorio”.

Cambiamos de tercio y echamos la vista atrás, a la historia de la escenografía, ya sea para ópera o teatro, y Nos preguntamos en qué momento del devenir teatral se pasa del concepto de decorado al de escenografía, y trasladamos la duda a Alejandro, que nos saca de ella al afirmar que “quienes introdujeron un concepto más dramático del espacio para que dejara de ser simplemente un decorado ambiental fueron dos grandes figuras de la escena entre finales del XIX y mediados del XX, GORDON CRAIG y ADOLPHE APPIA . Ellos incorporaron también la luz como elemento configurador de espacios…. Yo ahora estoy revisando antiguas escenograf’ias que, con los ojos de hoy en día, parecen antiguallas, algo que está más que superado, pero, de repente, te das cuenta de que , en su contexto, eran realmente vanguardistas, que tienen verdadera intención conceptual y dramática , que no son meros decorados ambientales… Todo eso sucede a partir de 1876, con la irrupción de Richard Wagner, un artista que cambió radicalmente el concepto de espectáculo…”.

Pero aquellas diferencias tan radicales que pudieron surgir entonces, a finales del XIX, nada tienen que ver con lo que sucede hoy. “En nuestros días ya no hay una diferenciación clara de las escuelas de escenografía –asegura Alejandro-, porque hoy todos sabemos de todos. Ahora es mucho más fácil acceder a las formas de trabajo de los grandes escenógrafos del mundo. Primero a través de los festivales internacionales, que reúnen allí a los mejores artistas de todas las disciplinas, y después por la existencia de internet y las redes sociales, a través de las cuales se pueden conocer también los trabajos de los grandes artistas. A mí quienes más me interesan son los escenógrafos alemanes porque quizás son los más poéticos”.

Poesía y economía del espacio

¿El escenógrafo -dudamos ante Alejandro-, es entonces el poeta del espacio? Y él, reflexionando unos instantes, afirma varias veces que sí, que totalmente. “el escenógrafo capacita dramáticamente la puesta en escena a través del espacio. En España, sin embargo, nuestra intervención en los montajes teatrales, creo que se ha empobrecido últimamente. Los cachés artísticos han bajado muchísimo .Y hablo desde mi experiencia (trabajo en los teatros públicos nacionales desde 2004). Hablo de forma general, aunque particularmente debo añadir que aún más en el caso de Madrid que en el de Barcelona. En el Teatre Lliure, con Lluis Pascual, por ejemplo, se ha ido respetando ese caché, y con alguna compañía privada también, T de Teatre, sin ir más lejos). Paralelamente, hay también grandes diferencias entre los restantes miembros de los equipos que intervienen en los montajes y, por ejemplo, un figurinista puede cobrar seis veces menos que un director de escena. El trabajo de éste último, obviamente, debe ser valorado porque sobre él recae la responsabilidad global del montaje, pero cuando se generan estas desigualdades profesionales, es muy difícil conciliar un entente artístico porque , entonces, se da la circunstancia de que se está hablando de tú a tú, casi con un esclavo”.

Las diferencias más notables entre profesionales, como uno puede suponer a priori, se dan sobre todo en el teatro privado, pero también en el público, “donde se supone que se debe de velar por dignificar la profesión de los hombres y mujeres del teatro –enfatiza serio Andújar- , hay salarios que son insostenibles para una persona que busque dedicarse a esto en exclusiva. En este país somos 20 o 30 escenógrafos con cierto nivel, y que nuestros sueldos no permitan la supervivencia, y que tengan que complementarse con la docencia, de algún modo está contribuyendo a empobrecer la profesión y a que la gente vele más por sobrevivir que por el arte”.

Alejandro Andújar disfruta plenamente con lo que hace, tanto en la escenografía como en el vestuario de cualquier nuevo montaje, cuando consigue ese grado de complicidad necesario con el director de escena: “Ahora mismo no sabría distinguir en cual de los dos terrenos me siento más cómodo porque domino el aspecto industrial del oficio de vestuarista, , pero también me siento seguro como escenógrafo, que fue mi formación inicial en el teatro... a mí lo que me gusta es imaginar espacios y disfruto mucho con mi trabajo. No envidio para nada el papel globalizador del director de escena”.

Su destreza como dibujante le ayuda mucho tanto en el diseño de los figurines, como en las propuestas escenográficas. Pero, además del dibujo, últimamente está muy interesado en el tema del color y, aunque estudió Bellas Artes, nunca se ha decidido a pintar, cosa que ahora le molesta un poco porque “esa sí que es una labor meramente personal, en donde no hay nada que compartir con ningún equipo artístico, y esa sensación de que todo empieza y acaba en ti, que es la de un pintor, sí que la echo de menos”.

Maestros

El dibujo, ha permitido también a Alejandro que casi siempre se le acepten las primeras propuestas que lanza. Esa es su principal “arma de seducción” –como irónicamente comenta el artista-. Eso le permite que siete u ocho de cada diez de sus propuestas iniciales salgan adelante. Las otras dos o tres, sin embargo, llevan consigo tiras y aflojas con los directores de escena que les gustaría orientar por otros derroteros esa primera línea de trabajo. Tanto en uno como en otro caso, sus escenografía suelen estar más basadas en el instinto que en la investigación concienzuda y previa: “no tengo establecido un sistema mecánico de trabajo sino que, más bien, me baso en ideas de otras propuestas que he visto para construir la mía propia”.

José Luis Gómez ha sido el director que más veces le ha echado para atrás esa primera propuesta y, a bastante distancia, también Helena Pimenta, aunque a ambos directores les profesa un inmenso respeto y cariño Pero “cuando una relación artística no se da de una forma ágil, tiene que procesarse y revisarse tantas veces que, al final, pierde la esencia y el significado iniciales y, en esas ocasiones y en general, no suelo quedar nada satisfecho con lo que he hecho”.

La figura de Andrea d’Odorico supuso una renovación en la escenografía española a partir de los años 70 del siglo pasado y, aunque Andújar no tuvo relación con él, le reconoce su importante papel en la introducción del sistema de trabajo a la italiana “con un criterio y con un rigor que eran sorprendentes para aquel entonces. “Su trabajo junto a Miguel Narros fue muy fructífero y riguroso más que innovador”, nos comenta. Y, de otros maestros de la escenografía española, Andújar admira especialmente la figura de Fabià Puigserver, muy vinculado al Teatre Lliure, y su Yerma, “Por sus grandes y hermosos hallazgos visuales”. Y actualmente admira a Lluc Castells por su trabajo con la Fura dels Baux. “ también como vestuarista –añade-, Me gusta mucho su creatividad, es muy poético… Me encantó su Cyrano, con Lluis Omar, que acaba de estrenar en el Teatre Borrás de Barcelona, o un Pato salvaje con Julio Manrique, en el Teatre Lliure que era una verdadera maravilla”.

Negociación permanente

La primera escenografía profesional de Alejando Andújar data de 2002 y la hizo para Ernesto Caballero, Sólo para Paquita. Cuando le pedimos al artista que lo compare con lo que hace actualmente nos dice que “me veo muy próximo en lo artístico y quizás me lamento de no haber sido más diligente con mi carrera, de no haber crecido más”. Un sentimiento, por otro lado, muy extendido en cualquier artista que, por definición, tiende siempre a superarse.

Señala a Aventura, de Alfredo Sanzol, con la compañía T de Teatre, que pasó por los Teatros del Canal de Madrid, como un trabajo del que se siente especialmente satisfecho. Y señala como el más sencillo, otro montaje con la misma compañía catalana, Premios y castigos), otro montaje que pasó por La Abadía. Y, por último, señala a La verdad sospechosa, en la CNTC, con Helena Pimenta, como la producción que más dolores de cabeza le proporcionó.

Cualquier producción artística –también la escenográfica-termina diciéndonos Alejandro, debe de apostar por el riesgo: “tiene que haber una apuesta desde el principio, no puede haber certidumbre, y luego un alto valor en la belleza y en la calidad, aunque “ en una buena propuesta escenográfica, van unidos los tres aspectos. ¡Siemmpre hay que tener arrojo y honestidad. Pero cuidado porque, a veces, disfrazamos de arrojo las falsas vanguardias, o formas que parecen innovadoras y que ya están estandarizadas o que son las que se esperan para una puesta en escena”.

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