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Un mundo al revés

viernes 23 de febrero de 2018, 08:23h

Cuando contemplo la coyuntura nacional me parece ver a sus protagonistas cabeza abajo, caminando por el techo, braceando torpemente, flotando en un ambiente sin gravedad. Así dispuestos, observan el mundo al revés, perspectiva que explicaría el disparate que vienen representando. Un mundo al revés, esa es la España que habitamos los ciudadanos que aún andamos por el suelo. Así se entendería lo inexplicable, girando lo imposible hasta convertirlo en viable.

Ahí tienen a ese tipo fugado de la justicia, defensor de la desunión cívica y hacedor de fronteras inventadas, acomodado en Bruselas, ciudad que fuera y es símbolo de la unión integradora de todos los europeos. ¡Qué paradoja! Ahí tienen, ya digo, a ese tipo desleal y acobardado, mantenido a pensión completa por los suyos, que quiere gobernar una parte de España sin España y hacerlo fuera de España. Ahí tienen a sus compañeros de viaje, dejándolo solo, apostatando de lo dicho y de lo hecho, como si aquella declaración unilateral de independencia no hubiera existido, como si las consecuencias sociales y económicas de aquel pronunciamiento golpista no fueran las que son.

Ahí tienen a la Iglesia Catalana, renunciando a la catolicidad y a la universalidad de su credo, preocupada por los soberanistas encarcelados y procesados, colaborando con ellos, ajena a las gravísimas consecuencias sociales del proceso y de espaldas a los millones de creyentes que se sienten catalanes y españoles. Ahí tienen a la señora Gabriel, anticapitalista y antisistema, radical de extrema izquierda, partícipe de ese simulacro de comunismo que margina a los proletarios que no son nacionalistas, que se pasa por la entrepierna el internacionalismo obrero. Acaba de instalarse en Suiza, refugio y paraíso del capitalismo internacional. La fugada Gabriel ha cambiado de imagen y ahora parece una alumna de algún internado suizo. El mundo al revés.

En este país volteado todo es posible, incluso que se celebre el regreso al pueblo de dos etarras excarcelados. Se llaman Ignacio Otaño e Iñaki Igerategi, condenados ambos por facilitar pistas de Joseba Pagazaurtundúa a los pistoleros de ETA. El que fuera jefe de la Policía Local de Andoáin, señalado por estos dos individuos, fue asesinado poco después. Entre los asistentes a esa celebración figuraban niños y adolescentes. Cuando los principios que están arriba se colocan abajo y los sentimientos inmundos se sitúan en la cúspide, en esos casos, los villanos se convierten en héroes y las víctimas en provocadores. Se salpica entonces la historia con patrañas ideológicas y mentiras repugnantes.

El suceso provocado por Marta Sánchez es una prueba más de lo que escribo. La buena señora se afincó por algún tiempo en Miami, como tantas otras estrellas, estrellitas y estrellados del firmamento artístico patrio, que se tuestan al sol, se ocupan de lo suyo y se ahorran presión fiscal. Repentinamente sintió un retortijón nostálgico. Para remediarlo le puso letra al himno nacional y estrenó su invento en el madrileño teatro de la Zarzuela. El pastelito ha gustado al centro derecha. Alguno de sus políticos, con Cifuentes y González Pons a la cabeza, pretenden que doña Marta lo cante en la final de la Copa del Rey de fútbol. Están listos si pretenden que la baladista impida que buena parte de la hinchada del Barcelona pite al himno, insulte al Jefe de Estado y ondee banderolas anticonstitucionales.

De este mundo al revés, repleto de insensatos y alucinados, acaba de marcharse Forges. Todos los ciudadanos que nos mantenemos aferrados a la realidad, la inmensa mayoría del pueblo español, le vamos a echar de menos. Forges, con su humor inimitable nos ayudaba a mantenernos avisados y cuerdos.

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