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Costa Rica se contagia de populismo

lunes 26 de febrero de 2018, 18:16h

Conforme se aproximaba la contienda electoral, las cosas empeoraban para el gobierno saliente de Luis Guillermo Solís. Los conflictos sectoriales, los errores políticos, la progresiva crisis financiera habían rebajado sus índices de popularidad a cifras (por debajo del 20%) nunca vistas para un Presidente que terminaba su mandato. Dejaba el país seriamente endeudado sin haber logrado uno de sus objetivos más deseados: reducir sensiblemente la pobreza (que se mantiene en torno al 20% de la población desde hace dos décadas). Pero lo peor estaba por llegar.

La principal promesa de Solís, con la que pudo derrotar al candidato oficialista hace cuatro años, era erradicar la corrupción en el aparato público. Pues bien, ya estaban en precampaña cuando estalló el mayor escándalo en la historia moderna costarricense: la compra fraudulenta de cemento chino para acometer importantes obras de infraestructura, sobre todo portuarias. Las conexiones de este caso de corrupción han afectado a todos los poderes de la República. El efecto político fue desolador: no sólo Solís redujo todavía más su apoyo popular, sino que el candidato de su formación política, Carlos Alvarado del Partido de Acción Ciudadana (PAC), arrancaba la campaña con un apoyo por debajo del 5% de la intención de voto.

Esta situación fue aprovechada por los partidos tradicionales, sobre todo el de corte socialdemócrata, Liberación Nacional (PLN), y el de corte socialcristiano, Unidad Social Cristiana (PUSC), que parecían resurgir de la anterior derrota frente a Solís. Las encuestas otorgaban al primero entre el 20 y el 25% de los votos, y al PUSC entre el 10 y el 15%.

Así estaban las cosas al comienzo de la campaña, cuando al gobierno de Solís se le ocurrió solicitar de la Corte Interamericana una opinión consultiva en torno al matrimonio entre personas del mismo sexo. Con ello respondía a las exigencias de los sectores LGTBI, pero también buscaba apuntarse un tanto progresista al final de su gestión. Y parecía que iba a conseguirlo, tras el pronunciamiento favorable de la Corte. No importaban algunas acusaciones de populismo que recibió Solís a cambio.

Nadie pudo prever que el impacto sería mucho mayor: simplemente reventaría el panorama electoral existente. El primer golpe fue el ascenso meteórico de un pequeño partido, con sólo un diputado, el pastor Fabricio Alvarado. En semanas, Restauración Nacional arrebataba el primer lugar en las encuestas al candidato Álvarez Desanti, de Liberación Nacional, y dejaba la contienda en torno al segundo lugar, porque todo indicaba que habría segunda vuelta. Ante el giro inesperado, los partidos tradicionales se vieron compitiendo con el discurso conservador de Restauración y cometieron el error de incluirlo en sus mensajes: todos estaban contra 'la ideología de género'. El PAC, aunque no tenía unidad interna sobre el matrimonio homosexual, optó por el camino contrario. La polarización podía beneficiarle, aunque supusiera un populismo opuesto.

El resultado de la primera vuelta ha sido categórico. Polarizado el debate entre quienes defienden la familia y quienes defienden el matrimonio homosexual, la crisis fiscal, el 'cementazo', la pobreza, han pasado a un discreto segundo plano. Consecuentemente, dos partidos han sido los grandes beneficiados de este revuelo: Restauración Nacional, por razones obvias, y el PAC que representa la mayor paradoja del sistema político costarricense; con una gestión de gobierno calamitosa podría ser premiado a continuación con un segundo periodo de gobierno.

Una gran cantidad de electores se esfuerzan estas semanas por atisbar cual es el menos malo de los dos candidatos. Y, a juzgar por la gran cantidad de indecisos, tienen grandes dificultades para lograrlo. De un lado, tienen a un pastor con una carga ideológica conservadora en el plano individual, pero con bastante moderación en asuntos sociales y económicos. Por otro lado, un ex ministro de Solís, que presenta un equipo con muchas personas que están implicadas en los malos manejos del gobierno anterior, pero que aparece como el único dique de contención ante el integrismo religioso.

Hace dos décadas que el populismo ha hecho aparición en el continente americano. En unos países se trata de un populismo de izquierdas y en otros de signo opuesto (quizás Trump sea el arquetipo de este último). Pero lo que resulta poco frecuente es encontrar un país en que los dos tipos de populismo emerjan con fortaleza para enfrentarse directamente. Puede que Costa Rica también sea pionera en este campo. Aunque, si se hace caso de las encuestas, el resultado final está claro: si hoy fueran las elecciones, Restauración y PAC empatarían en el valle central pero la primera arrasaría en las áreas periféricas. El pastor Fabricio Alvarado lleva una ventaja de entre diez y quince puntos al exministro Carlos Alvarado. Bueno, al menos en eso hay absoluta certeza: el próximo Domingo de Resurrección ganará Alvarado.

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