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La pelea esteril

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
viernes 02 de marzo de 2018, 11:22h

El Partido Popular y Ciudadanos están enfrentados en una pelea estéril. Se comprende que, desde una visión de equipo, los futuros contendientes por unos escaños luchen por cada voto conseguido de la misma base de votantes. Se comprende si se tratase de una competición deportiva con un trofeo que se alcanzase por el número de tantos conseguido. Pero lo que se está preparando en España no es una competición entre dos equipos sino un resultado que permita formar el gobierno que interese a los españoles o, por lo menos, a la mayoría de los españoles a los que no les importa demasiado la fórmula gobernante del futuro que pueda producirse como consecuencia de un acuerdo PP-Ciudadanos o Ciudadanos-PP. Lo que interesa a la mayoría de nuestros conciudadanos es que la nación pueda mantener los factores de estabilidad, progreso y prestigio propios de un gobierno de centro-derecha.

El partido presidido por Rajoy ha perdido cantidad de votantes que han ido a parar a Ciudadanos en un proceso que es difícil aventurar si es reversible o irreversible. Los ha perdido merecidamente por las manchas fétidas de corrupción que adornan una gestión que, quizá, son comparables a las fechorías de personajes de otros grupos políticos pero que resultan más visibles e imperdonables en un partido gobernante por el hecho de serlo. A tales manchas se añaden una deprimente falta de pulso y torpeza táctica en el manejo del tema protagonista de esta legislatura que es el separatismo en Cataluña. Además hay el desgaste propio de un ejercicio del poder cuyos aciertos no han sido presentados a la opinión pública con un mínimo sentido publicitario ni con una mínima técnica de comunicación social.

Todo esto es sabido y conocido y se está pagando con un declive de la marca y, sobre todo, del personal cansino que administra la marca actualmente. Poco más se puede decir. Es lo que hay y con la carga que hay que contar, con todo lo que aún suma y con todo lo que resta. Toda la gresca política de yo malo pero tú también es negativa. Solo valdrá quien convenza al ofrecer un futuro mejor.

Al lado de este panorama lastrado por sus propias culpas, Ciudadanos, por su breve historia puede presentarse como un modelo que merece esperanza para muchos. Su discurso contra la corrupción está viciado, no obstante, por una conducta equívoca que le permite hacer ascos en Madrid y congeniar en Andalucía y gesticular en todas partes sin responsabilidades de gobierno. Su conducta parlamentaria genera más contradicciones que ilusiones. Sus equipos se mueven con más oportunismo que convicción. Su estructura de partido es un soplo en gran parte del territorio nacional y su éxito electoral en Cataluña está depauperado por el débil protagonismo que está demostrando en la explotación de su meritorio triunfo. Es un refugio justificable para el desencanto del PP pero no se le ve, ni por asomo la seguridad de consolidarse como fuerza mayoritaria capaz de gobernar por cuenta propia en ningún sitio.

Su propuesta de regeneración no resulta una oferta contundente porque sus posibilidades de ejercicio del poder solo pueden pronosticarse en coalición con otros partidos contaminados por conductas pretéritas, sea a derecha o a izquierda. A derecha la complicidad con el partido que hoy gobierna y a la izquierda la inverosímil mezcolanza con quienes se mueven con una visión del territorio nacional que desdibuja el españolismo clave en la imagen de Ciudadanos y la incompatibilidad de los egos ascendentes de Sánchez y Rivera.

Quiere esto decir que, repartida al estopa en ambas direcciones, a los electores no les queda otra oferta distinta a alguna fórmula de entendimiento PP-Ciudadanos que la de un PSOE jibarizado en la cabeza de Pedro Sánchez y reducido a un circuito de militancia incondicional sin perspectivas de expansión. Un socialismo lindante con el muro insalvable de Podemos tras el que pulula la amenaza infecciosa del populismo antieuropeo y los nacionalismos disgregadores. Por ello, el trasiego de intenciones de voto entre PP y Ciudadanos es como un experimento físico de vasos comunicantes. Sube uno donde baja el otro y viceversa, según el momento.

Con este paisaje, los rifirrafes entre PP y Ciudadanos son una pelea estéril desde una visión de Estado. Son como peleas de novios que solo se pueden tener en cuenta si provocan rupturas definitivas pero se quedan en historias particulares de los contendientes por uno u otro puesto en la feria de las vanidades cuyas consecuencias perjudican globalmente al interés general de la nación. El riesgo que comporta desacreditar al rival puede tener consecuencias nefastas si favorece la abstención o el rechazo frontal hacia cada uno de los dos polos en que ha de concentrarse el voto de las grandes mayorías de votantes no afiliados en proporciones por el momento variables y volátiles. La unidad básica del Estado constitucional, la estabilidad económica y social y el prestigio de la Marca España están por encima de los intereses puramente partidistas.

Sea cual sea la depuración de culpas y la crítica de conductas personales, el horizonte electoral demanda una estrategia menos agresiva en las relaciones interpartidarias entre dos formaciones competitivas en fases previas que tienen que terminar en formaciones concurrentes, a pesar de todos los pesares.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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