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'Carta al padre': el desahogo necesario de Kafka, ahora en el escenario

'Carta al padre': el desahogo necesario de Kafka, ahora en el escenario

domingo 08 de abril de 2018, 15:08h

Franz Kafka (1883-1924), escritor judío checo, es uno de los autores que más ha influido en la literatura del siglo XX a través de su narrativa desasosegadora y simbólica (La metamorfosis, El proceso, El castillo, América…). Toda su obra está escrita en alemán ya que entonces Praga formaba parte del Imperio Austro-Húngaro.

Kafka nació en el seno de una familia de clase media. Su padre, Hermann Kafka, un comerciante, fue una figura dominante cuya influencia impregnó la obra de su hijo y que, según él mismo asegura, agobió su existencia. En Carta al padre, escrita en 1919, pero publicada, como casi toda su obra, póstumamente, Kafka expresa sus sentimientos de inferioridad y de rechazo paterno. A pesar de esta incompatibilidad frontal con el padre, vivió con su familia la mayor parte de su vida y no llegó a casarse, aunque estuvo prometido en dos ocasiones. Su difícil relación con Felice Bauer, una joven alemana a la que pretendió entre 1912 y 1917, puede ser analizada en Cartas a Felice.

El reto de convertir un documento tan particular y subjetivo como ‘Carta al padre’ en un texto dramático y con una fuerza demoledora, ha sido obra de José Sanchis Sinisterra, y la osadía de llevarlo a un escenario, el de los Teatros Luchana de Madrid, corresponde a Víctor Boira y Jorge de las Heras, directores del montaje, en el que han utilizado solo los tres personajes esenciales en la relación familiar Hermann Kafka (Rafa Núñez), Franz Kafka (Jorge de las Heras) y su madre Julie Löwy (Milagros Morón).

La estupenda adaptación de Sanchis Sinisterra convierte la relación paterno filial de Franz y Hermann Kafka en un juicio onírico donde el padre es el acusado, Kafka la acusación y el público el jurado. Por eso, fundamentalmente Jorge de las Heras, el inmenso actor que personifica la figura de Franz, pasa cuatro quintas partes del espectáculo dirigiéndose directamente al público, trasladándole los reproches continuos que hace a su padre en todos los momentos de su vida (infancia, adolescencia, juventud y madurez), donde su padre -a ojos del hijo acusador- no ha hecho otra cosa que castrar cualquier iniciativa o intención del joven Franz para fraguar su identidad. El gesto, la voz y el cuerpo de Jorge -discretamente vestido con traje gris a rayas y camisa blanca- es de los que hacen encogerse al espectador, abrumado por tantas, tan fuertes y tan constantes y directas acusaciones contra su padre…

En la escenografía de Olga López León, se sitúa la acción en medio de un salón familiar con un pequeño escritorio a la izquierda, un sillón orejero en primer término, de espaldas y aparentemente desocupado, y una mecedora a la derecha, que utiliza solo la Madre, -excelente la interpretación de Milagros Morón- silenciosa, contenida, pero que con sus gestos y actitudes corporales muestra todo el tiempo su dolor, su sufrimiento y su impotencia para poder intervenir en ese conflicto tan radical entre sus seres más queridos.

Contundente también la presencia de Rafa Núñez, como el Padre de Franz, que va emergiendo paulatinamente en escena, aunque en realidad no deja de estarlo de principio a fin del montaje. Primero, de pronto, el humo de un cigarro que se expande desde el butacón, denota la presencia de alguien ahí, en ese punto al que de vez en cuando dirige los reproches Franz. Después, una carcajada gélida, disonante y continuada ante algunas afirmaciones de su hijo, corroboran que, efectivamente, ahí está la figura paterna vivita y coleando. Y, por último, y casi al final del montaje (unos 80 minutos de duración), Hermann abandona su posición y se levanta para contradecir implacablemente a su hijo con poderosas razones, de tanta o más fuerza que las aportadas por quien le acusa.

Y entre tanto, el público no tiene más remedio que adoptar una postura concreta en el conflicto y condenar o exculpar a ese padre castrante sin el cual -muy posiblemente- lo mismo no habría existido el Franz Kafka que todos hemos leído, y con el que todos nos hemos angustiado, desasosegado e irritado con la suerte que corren sus maniatados personajes... En realidad, lo debemos no solo a Kafka, sino también al escritor austriaco Max Brod, su gran amigo y biógrafo que, contraviniendo el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen destruidos a su muerte, los publicó póstumamente. Entre esas obras se encuentran las tres novelas por las que Kafka es más conocido: El proceso (1925), El castillo (1926), y América (1927), así como esta ‘Carta al padre’ que, en realidad, nunca llegó a manos de su destinatario.

La fuerza de la obra de Kafka ha sido tan importante que el término kafkiano se aplica a situaciones sociales angustiosas o grotescas, o a su tratamiento en la literatura. Y a Sanchís Sinisterra deberemos que buena parte de los espectadores que acudan a ver esta propuesta escénica, salten inmediatamente a cualquier librería o biblioteca pública para devorar con idéntico frenesí al que han mostrado en el patio de butacas, esa carta que, como la mayor parte de la literatura, en realidad cumplió con creces el objetivo sanador de quien la escribió, Franz Kafka. El montaje, desde luego, es de los que uno no debe perderse. Hay multitud de detalles dramáticos que harán las delicias de los amantes del teatro.

Carta al padre’

Texto: Franz Kafka

Dramaturgia: José Sanchis Sinisterra

Dirección Artística: Víctor Boira y Jorge de las Heras

Dirección de Actores: Víctor Boira

Reparto: Rafa Núñez, Jorge de las Heras y Milagros Morón

Escenografía: Olga López León

Espacio Sonoro: Jorge de las Heras

Producción ejecutiva: Jorge de las Heras

Producción: Virginia Rodríguez

Dirección Técnica: Pedro Pablo Melendo

Prensa: Lemon Press

Teatros Luchana, Madrid

Hasta el 28 de abril

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