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Desestabiliza, que algo queda

martes 17 de abril de 2018, 10:52h

Buena parte de nuestra dirigencia política no tiene perdón de Dios. Después de superar, con muchas lagrimas y muchos pesares, la profunda crisis que destrozó la vida y la hacienda de muchos millones de ciudadanos, ahora que comenzamos a respirar sin ayudas mecánicas, la repetición de estrategias perturbadoras en distintos puntos de España nos puede devolver al pasado. Mientras persiste el proceso de putrefacción en la charca catalana, que provoca incluso el estancamiento de los Presupuestos Generales del Estado, se quiebra la estabilidad en la Comunidad de Madrid.

Hasta que los independentistas consumaron la rebelión secesionista que predicaban, Cataluña era una de las fuerzas motrices de la recuperación nacional. Aquella intentona golpista, que algunos se empeñan en repetir, desengrasó y descompuso la maquinaría productiva de la región, ahuyentó a las principales empresas locales y espantó a los inversionistas nacionales y extranjeros. Aunque se haya parado la sangría, los efectos perversos de la intentona se contabilizan en el balance global de números rojos. A pesar de que las agencias internacionales de calificación aminoren el impacto del suceso y suban la nota de nuestro sistema financiero, cierto es que la maniobra irresponsable y suicida de Puigdemont ha ralentizado el crecimiento económico y la generación de puestos de trabajo.

En algunos parámetros fundamentales la Comunidad de Madrid ha compensado los destrozos de la crisis catalana. Crece por encima de la media, crea más empleos que nadie en todos los sectores, fomenta la aparición de miles de sociedades nuevas y atrae capitales y fondos multimillonarios. Un asunto menor, un master académico fantasmal, un embrollo mal explicado y peor resuelto, ha terminado con la estabilidad política y funcional de su gobierno autonómico. La imagen regeneradora exhibida hasta hoy por la Presidenta Cifuentes, amplificada por la buena gestión y su capacidad para gobernar con el apoyo de Ciudadanos, se ha quedado en nada. Convertida por sus enemigos y adversarios en pieza de caza mayor, víctima de un formidable error de cálculo, forma parte ya del catastro de figurones sin futuro político.

Fuera de juego Cifuentes, desmayado su partido, con Mariano Rajoy desempeñándose de nuevo como don Tancredo, el centro derecha y las izquierdas de Madrid comienzan a disputarse la plaza. De no mediar una solución inteligente, muy pronto, la incertidumbre y la seguridad laminarán el empuje sobresaliente de la economía madrileña. Una coyuntura tan pésima provocaría, como es lógico, efectos colaterales en todo el país. A las complicaciones que se suceden en ambas comunidades hay que añadir el devenir incierto de los Presupuestos Generales del Estado. Acuciados por sus bases más radicales, en PNV no votará ese proyecto presupuestario hasta que se derogue en Cataluña el artículo 155 de la Constitución. Para evitar el chantaje permanente y tradicional de los nacionalistas, que continúan avanzando en la regresión el Estado cuando se les pide ayuda, el PSOE podría propiciar el debate de la ley, presentando y defendiendo sus propias alternativas. No será así.

Entre los unos y los otros, por razones muy distintas pero consecuentes, se va imponiendo una consigna terrible: desestabiliza, que algo quedará para nosotros.

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