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Las cosas claras

viernes 18 de mayo de 2018, 07:47h

Ya sabemos de lo que son capaces y no debemos consentir que vuelvan a repetirlo. Hablemos con claridad: el Gobierno debe suspender la autonomía de Cataluña y recuperar de inmediato las competencias transferidas a esa comunidad, sin plazos de retorno ni limitaciones puntuales de ese ejercicio constitucional. El ejecutivo británico hizo lo propio en Irlanda del Norte y nadie puso en tela de juicio la calidad de las instituciones democráticas del Reino Unido. La inflamación social provocada por el tumor secesionista no se combate con más cataplasmas frías. Hay que responder con decisión y coraje a la deslealtad traidora que caracteriza a los golpistas catalanes.

A la vista de lo acaecido en el Parlamento de Cataluña, por mucho que se practique el “buenismo” conciliador y la política de manos tendidas, nada bueno puede esperarse de los replicantes de Puigdemont colocados en la gobernanza de la Generalitat. De la penumbra ilícita donde habitan los independentistas solo nos llegan provocaciones, amenazas totalitarias, insultos y chulerías. No se puede dejar al zorro cuidando del gallinero. Muy pronto, antes de lo que algunos creen, habrá desplumado de libertades y derechos a la mayoría de catalanes que no piensan como él.

Por el momento, juntos y revueltos, los burguesitos nacionalistas y los activistas radicales de la extrema izquierda, iluminados por el cometa fugado a Berlín, nos han colocado en las alturas del autogobierno catalán a un mequetrefe irrelevante, burdo y provinciano, xenófobo y racista, cargado de majaderías antropológicas, que se nos presenta como un espécimen vivo y puro de una etnia distinta que sobrevive entre nosotros. Este fabulador desvergonzado, que inventa cuentos y leyendas para consumo interno de gentes incultas y acomplejadas, este taxidermista de ancestros diferentes y ejemplares, dedica una parte fundamental de su tiempo a zaherir, discriminar, descalificar y difamar a todos los españoles, catalanes o no, que no pertenecemos a esa tribu inventada de la que él forma parte. Los planteamientos ideológicos del tipo se corresponden con los alegatos que maneja la extrema derecha europea.

Tuvo que ser aquí, en una región española, en uno de los rincones más europeístas y avanzados del Viejo Continente, donde se eligiera a un aspirante de tal catadura. Se hizo en segunda vuelta y con un solo voto de diferencia, pero el supremacista quedó investido. ¡Qué vergüenza! Avisados quedan los demócratas de toda Europa. Ya saben lo que se juegan cuando reciben o albergan a los mercachifles huidos de la justicia y a todos los que comulgan con sus ideas. Hemos superado, de largo, la etapa de aplicar paños calientes a la crisis que descompone Cataluña. No debemos consentir que se renueve el proceso separatista ni que se reproduzcan las consecuencias funestas que se derivan de él. Las cosas claras.

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