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Somos ciudadanos del mundo

jueves 21 de junio de 2018, 07:59h

Palabras para abrir el mundo y luchar por una ciudadanía global: Acoger, Proteger, Promover, Integrar. Acoger para garantizar vías seguras y evitar que sean retenidos o viajen solos. Proteger para asegurarnos de que acceden a una educación de calidad y que cuentan con apoyo económico para vivir una vida digna. Promover y hacer posible que se reúnan con sus familias, prevenir el abuso o la explotación y fomentar su desarrollo integral a través de la formación adecuada a cada uno. Integrar de manera que puedan adquirir la nacionalidad del país de acogida lo más rápidamente posible. Además, es necesario fomentar una educación que genere una ciudadanía global que apueste por la justicia, la hospitalidad, la responsabilidad del medio ambiente y el control inteligente de la demografía mundial, como nos alerta la admirable Fundación humanitaria Entre culturas. Y recuerde el lector que estas 4 palabras podrían cambiar la vida de más de 33 millones de niños y niñas refugiados en el mundo que huyen de la guerra, la pobreza o la violencia.

El próximo mes de septiembre los Estados miembros de Naciones Unidas adoptarán los Pactos Globales sobre migración y Refugio. Es una gran oportunidad para que incluyan estas 4 palabras para influir en los gobiernos y lograr un cambio en las políticas que permiten y promueven la guerras, la violencia y la desigualdad inhumana e inadmisible para seres racionales y responsables de sus actitudes, de su disposición para asumir el compromiso social, además de la compasión que en un ser humano tienen que despertar tanta injusticia, tanta guerra, fabricación y venta de armas, trabajo de mujeres y de niños en condiciones de esclavitud, de dependencia y de falta del menor de los derechos humanos y del trabajo: ni sanidad, ni horarios dignos, ni condiciones de trabajo adecuadas, ni de formación y derechos sociales, de sanidad, de accidentes y de retiros dignos.

Existen muchas organizaciones de la sociedad civil, antes mal llamadas organizaciones no gubernamentales, pues muchas se han dejado seducir por contribuciones estatales o empresariales y han sustituido progresivamente al voluntariado social, generoso y firme, por no pocos arribistas, comerciales, técnicos, economistas y hasta profesionales de la salud que han encontrado en algunas organizaciones un auténtico “nicho de trabajo”… sin haber demostrado fehacientemente su pasión por la justicia, por la solidaridad y por la lucha contra legislaciones abusivas de ciudadanos y de comunidades de otros países que antes vivían, producían, trabajaba de acuerdo con el medio, las necesidades de sus miembros y el respeto al medio ambiente en el que vivimos, nos movemos y somos. Ni la mayoría de esos “ccoperantes” tenían experiencia probada de haber participado en el voluntariado socila. Por supuesto que existen desde hace décadas millones de voluntarios sociales admirables y entregados por el mundo adelante. Por experiencia personal lo afirmo. Cierto que hacen falta especialistas, ingenieros, técnicos, médicos, sanitarios, ecologistas, constructores, veterinarios, expertos en canalizaciones y en cuidado de las reservas acuíferas… ¿Quién lo duda? Sólo un ignorante del inmenso trabajo y dedicación, profesionalidad y entrega de millones de personas que en un voluntariado social impresionante han abierto caminos en donde antes había explotación de mano de obra, mal llamados “recursos humanos”, de tierras cultivadas desde hacia siglos y de bosques, pesca, fauna, ganados, pastos, trashumancias, y concordia entre pueblos que no conocían el monstruoso concepto de frontera, una aberración impuesta en el siglo XVI, a partir de la instauración del Estado moderno. La Antigüedad no concibió el concepto de frontera estable, trazada y permanente; todo lo más el concepto de limes en el Imperio romano que era el espacio que ocupaban las legiones para invernar y como sedes temporales de sus campañas militares. Ni en Asia, ni en el Lejano y Medio Oriente, ni en el continente africano, ni en los asentamientos de los pueblos indígenas del continente americano se concebía ese concepto de frontera terrenal o marítima. Muchos de estos pueblos eran y son conscientes de que la Tierra no pertenece al hombre, sino que éste está de paso y es responsable de su cuidado como medio de vida y no de su explotación como se ha hecho desde las incalificables conquistas del hombre blanco que se creyó con derecho “divino”, recuerden la Bula Papal Intercoeteris de enero de 1493 por la cual una “autoridad” religiosa se otorgó el derecho a repartir entre Portugal y Castilla, las tierras conquistadas y todo lo por conquistar al Este o al Oeste de un determinado meridiano. Increíble, por no hablar de la Gran Bretaña en India, amplias zonas de Oriente, Canadá, Australia etc Francia en África, Medio Oriente, Vietnam etc, Portugal en Brasil, Angola, Mozambique etc, Holanda en Oriente, Alemania en Tanzania, Italia en África y Bélgica en aquella monstruosa aberración del rey de Bélgica en el Congo en donde estableció e impuso bajo pena capital la corvée… o trabajos forzados. Dejémoslo hoy así, porque seguiríamos con otros grandes países como la Rusia de los zares, la China en muchas de sus épocas, los arios en su invasión y dominio hasta la deshumanización mediante el infame sistema de castas, como voluntad de los dioses, en el inmenso continente de Indio, y no pocos movimientos islámicos con la peregrina “imposición religiosa” de la Tierra de conquista y Tierra conquistada.

Baste por hoy, porque me estoy sintiendo mal con este tema estudiado y visto ahora y siempre desde una perspectiva más humana que la de aquellos “colonizadores” salidos de la Conferencia de Berlín por la que institucionalizaron su política de invasiones mediante el cuento de las Tres Ces: Civilización, Cristianizar y abrir al Comercio. El Islam, repito, también hizo lo suyo con la concepción y guía de expansión, de Dar al harb y Dar al Islam, Tierras de conquista y tierras islamizadas. Sin olvidar el vigoroso vínculo de la assabiyah entrega incondicional no sólo al jefe sino al grupo, como durante la Edad Media fue la devotio. Que también, en su día, sirvió a los romanos para imponer el concepto en el que creían como en un dogma del Orbis romanum et Orbis terrarum. Cuando César, en su libro Guerra de las Galias, habla de esa relación del grupo con el jefe, en su caso con el valiente Vercingertorix, a quién derrotó en la batalla de Alasia en el 52 a. C., y que llevó encadenado y vejado a Roma como triunfo, sin saber que, una vez que el jefe de los galos cayó preso… automáticamente, dejaba de ser jefe y por lo tanto no podría firmar rendiciones ni pactos. Algo parecido desconcertaba y mucho a las autoridades militares romanas cuando vencían a algún caudillo hispano/lusitano; porque al darse la vuelta, estos actuaban como si no hubieran firmado pacto alguno. Es un tema precioso para relacionarlo con las torturas modernas, no sólo de los soviéticos, sino de las confesiones arrancadas por la CIA, cuya Directora actual Gina Haspel había dirigido una de estas “cárceles secretas” y hoy ha sido recompensada con uno de los más altos cargos del gobierno de Washington.

Hoy lo dejamos así, pero seguiremos mientras tengamos fuerzas y aliento porque nunca jamás en la Historia de la Humanidad y de la Tierra alcanzaron lo que ahora padecemos con la explosión demográfica: la mayor arma de destrucción masiva que hubiera podido concebirse, y se hizo con ayuda de no pocos miembros de religiones diz que reveladas y que, como en una ocasión me comentó el Padre General de los Padres Blancos, durante mis estudios de teología en Roma: “A veces me pregunto si teníamos derecho a desarraigar a pueblos con siglos de tradiciones y de respeto a la Madre Tierra cuando, para “evangelizarlos”, teníamos antes que “convencerlos” de lo del “pecado original” y etc”.

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