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Sin condiciones pero con contexto

martes 03 de julio de 2018, 18:29h

El independentismo, que aglutina bajo la etiqueta al intransigente Torra, al pequeño burgués Tardá, al igualado de Rufián, al obediente Roger Torrent y a la CUP, repite un mantra desde el día uno de sus quejas: diálogo sin condiciones.

Los no independentistas que vivimos en Cataluña ya sabemos qué se esconde tras ese "sin condiciones", pero aceptemos la buena fe indepe como animal de compañía y veamos qué pasa.

Si "sin condiciones" quiere decir que todos los temas están sobre la mesa y disponibles para ser hablados, sí al diálogo.

Pero si "sin condiciones" implica Referéndum como principal resultado del diálogo -lo cual sería una condición de primer nivel axiológico-, entonces no porque sería aceptar que la minoría más minoritaria del patio de vecindonas impondría a los demás su criterio.

Lo que el independentismo tiene que asumir es que no será un diálogo ex-novo entre dos entes equiparables, sino un diálogo viejuno entre una parte (2.2 millones) de una parte de España (7 millones) y España en sí misma (47 millones): el independentismo, irredento en su concepción, en su estrategia y en su taimada y traicionera forma de pelear, lleva orejeras y gafas modelo Rompetechos para concluir, igual que el cegatón de Ibáñez, en un error cada vez que interpreta la realidad. Así, lo primero que hay que decir a ese exiguo 4.4% de la población española que se declara indepe, es que no puede imponer su voluntad al otro 95.6%. Para la cabeza del más tonto del planeta, lo dicho es obvio.

Y más allá de sus dioses lares y de su distorsión de cualquier realidad que no se vea a través de un cristalito amarillo pollito, el diálogo tendrá que ser coherente con el momento histórico actual (ya no está Rajoy) y enmarcado totalmente en la Constitución y en la Ley Orgánica que da carta de naturaleza al Estatut. Creer que se trata de poner a un pez a dialogar con un ornitorrinco es un error; creer que se trata de un águila que dialoga con otro águila es no haber visto un ave de presa en la vida; creer, en fin, que Cataluña se pudiera sentar en igualdad de condiciones con el resto de España es estar falto de electrolitos y oligoelementos, es no haber comprendido nada y, sobre todo, no tener la menor intención de desatascar Cataluña (que es lo que muchos creemos porque detrás de la Independencia no hay otra cosa que favorecer la holganza de los corruptos).

No es imaginable, aceptable ni siquiera sugerible que Cataluña pudiera sentarse a hablar con "España" en pie de igualdad: Francia, USA, Reino Unido, Israel y Colombia son ejemplos de interlocutores de igual a igual; pero ni Marsella, ni Oregón, ni la isla de Wight, ni el Néguev ni la Amazonía podrían enfrentarse a sus países matriz en pie de igualdad. Cataluña tampoco, primero porque es la ley, segundo porque no hay una sola razón histórica por pequeña que sea que lo justifique y tercero porque tonterías las justas: la situación económica, social y jurídica de Cataluña está muy deteriorada.

"Sin condiciones" no quiere decir sin contexto y el contexto es el siguiente:

1) Cataluña es una autonomía de España. Esto, que algunos indepes ya me han dicho que es ofensivo, es una obviedad.

2) Su gobierno existe porque así lo contempla la Constitución.

3) Cualquier reunión, debate, diálogo o pacto institucional se subsume, por definición, a la Constitución y a la ley Orgánica del Estatut.

4) La Constitución se puede cambiar pero con los mecanismos que en ella se establecen.

5) Quim Torra tiene que decir alto y claro que es el presidente de una autonomía y que acatará el resultado, cualquiera que sea, de ese diálogo.

6) El independentismo tiene que hacer varios gestos previos:


Terminar con su actos de provocación y con esa violencia pasivo agresiva con que han llenado calles y playas.

Dejar de insultar y menospreciar al gobierno y las instituciones nacionales: el tipo que dice que todos menos él somos bestias con forma humana no puede ni remotamente seguir insultando a España y a los españoles desde la sillita de la reina en que se sienta.

Reconocer que los independentistas presos están encausados por sus actos, no por sus ideas.

Reconocer que ni el 1-O, ni el 27 de septiembre, ni el 9 de noviembre ocurrió nada con trascendencia jurídica, solo provocaciones que hay que olvidar.

Y ahora sí, hablen, dialoguen, encuentren una salida digna y acorde a derecho para los sediciosos y recuperemos la normalidad.

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