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Fernando Grande-Marlaska
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Fernando Grande-Marlaska (Foto: Flickr PSOE)

La carta de un huérfano de ETA a Marlaska ante el acercamiento de presos al País Vasco

martes 03 de julio de 2018, 18:56h
José Miguel Cedillo García es un huérfano de ETA, cuyo padre, el agente de policía nacional, Antonio Cedillo fue asesinado por la banda terrorista junto a cuatro compañeros más en una emboscada en Rentería el 14 de septiembre de 1982. Ante la polémica suscitada por el anuncio del acercamiento de los presos etarras a cárceles del País Vasco, Cedillo ha cargado contra aquellas asociaciones y partidos que "usan mi dolor y mi ausencia como cajero automático de votos o subvenciones", y ha aseverado "las víctimas no nos levantamos pensando en los acercamientos de presos sino en cómo subir la cuesta arriba que suponen los episodios más cotidianos de la vida".
Cedillo, a quien el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska telefoneó nada más acceder al cargo, le ha pedido ahora al ministro que "no se arrugue" a la hora de tomar decisiones porque, a su juicio, "la primera necesidad que tenemos los huérfanos no es la del control de las cárceles, sino la de poder desarrollar una vida normal con la ayuda que falta del Estado".

Este es el texto íntegro de la misiva de José Miguel Cedillo:
"Muchos me habéis preguntado por el acercamiento de presos etarras al País Vasco. Con 39 años y una vida marcada por el asesinato de mi padre en Rentería cuando yo tenía tres años, sintiéndome tan autorizado como el que más doy mi opinión desde el hartazgo a tanto manoseo. Hay quien escribió su discurso de revanchismo, pancarta y rencor el día en que Marlaska pisó el ministerio con el cambio político. Pero ojo: no contra ETA sino contra un gobierno distinto al que había. Hiciera lo que hiciera ya tenían decidido el tono grueso para crispar apuntando a la calle con una desalmada utilización ideológica del terrorismo de ETA. Otra vez.
Tras siete años de silencio con Rajoy volvemos a ser usados como arma arrojadiza contra un gobierno. Absolutamente desgarrador. Sin pudor y sin analizar los muchos daños colaterales que esto tiene primero para las propias víctimas y después para la sociedad en general. A todos ellos, a quienes usan mi dolor y mi ausencia como cajero automático de votos o subvenciones, les exijo que dejen de hacerlo. Que no lo hagan más. No, al menos, en mi nombre.
No soy huérfano de ETA de usar y tirar. No quiero que invoquen mi drama en beneficio propio olvidando la primera necesidad que tenemos los huérfanos que no es la del control de las cárceles, sino la de poder desarrollar una vida normal con la ayuda que falta del Estado.
Ministro Marlaska, no se arrugue. Creí que Aznar hacía lo que tenía que hacer cuando años después se supo que en los 90, con la banda aún asesinando a tiros, acercó a casi 200 presos. Creí que Rajoy hacía lo que tenía que hacer pilotando el delicado momento que le tocó gestionar y cuando, aún en el gobierno, empezó a gestionar un siguiente acercamiento. Creí entonces que eso era la llamada a la unidad de políticos entre sí y, con ellos, de las víctimas. Pero si un gobierno sucede a otro y no cambia la línea, ¿por qué ahora vuelven a azuzarnos, a levantarnos el estómago sin mesura? Sin duda otros intereses habrá, pero lo que estoy seguro es de que no tienen que ver conmigo, con mi caso y con el de todos aquellos huérfanos de ETA que lo que queremos es vivir en paz, que llevamos años intentándolo pese a la crueldad de nuestro día a día sin resolver.
Siempre he defendido la obligación que tiene un gobierno de hacer las cosas bien para poder cerrar heridas, crecer en paz como sociedad. Es lo que quiero para mis hijos. El último capítulo de ETA puede tener muchos finales y le toca al gobierno tomar las duras decisiones. Es para lo que está. Es su responsabilidad. Ni quiero ni puedo ocupar ese papel. Y si yo no lo ocupo, que nadie lo haga por mí.
Salvo en estos días de tantísimo manoseo nauseabundo, las víctimas no nos levantamos pensando en los acercamientos de presos sino en cómo subir la cuesta arriba que suponen los episodios más cotidianos de la vida con el saco a cuestas que cada uno lleve. El foco no está en los presos que de esos ya se encargan el gobierno y los jueces. El foco está en víctimas como los huérfanos con secuelas que en el pasado vivimos de nuestras madres, viudas con pensión, y que a día de hoy no podemos competir ni para acceder a una entrevista de trabajo.
Recojo con ilusión el interés del ministro Marlaska por resolver esta falla. Y claro que pido que se esclarecezcan los más de 360 casos sin resolver porque es de justicia y porque ayudará a mejorar las condiciones de vida de sus familiares víctimas. De eso es de lo que no se habla estos días y de lo que creo que deben hablar quienes se erigen en portavoces de nuestro dolor: de nuestras condiciones de vida, de cómo estamos, de si tenemos o no las coberturas y atenciones necesarias para poder hacer un día a día razonable.
¿Dónde estaban los que ahora se desgañitan cuando los he necesitado? ¿Apoltronados quizá? ¿Cobijados mes a mes, nómina a nómina, detrás de las siglas de una fundación, un escaño o una asociación? No lo sé. Lo que sí sé es que enmudecieron cuando de lo que se trataba conmigo es de pelear por la justicia, dignidad, reparación y reconocimiento de los huérfanos de ETA. Casi nada. A ninguno sentí cerca en estos años y ni aún ahora, después del impacto mediático y visibilización de mi caso, han hecho la llamada que saben que deben aunque solo sea por humanidad.
Todos hablan en mi nombre contra Marlaska pero ninguno me ha llamado, solo Marlaska. A los partidos políticos pero también a las más de 30 asociaciones, fundaciones, ... les pido unidad, pero si no son capaces de mantenerla por anteponer otros intereses, les exijo respeto porque cada vez que hablan en nombre de las víctimas, a quienes están nombrando es a gente como yo que ve cómo se mercadea con su dolor mientras nadie se ocupa de su caso.Y mientras todo esto ocurre, el único que me ha llamado sigue siendo Marlaska".
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